El polaco Lech Majewski reivindica la calma con su poema visual sobre Bruegel

  • Alicia G.Arribas.

Alicia G.Arribas.

Madrid, 24 oct.- El director de cine polaco Lech Majewski da una lección de calma con su última película, "El molino y la cruz", un poema visual en el que da vida a la obra maestra de Pieter Bruegel "El camino al calvario" y lo muestra en cada detalle para amantes del arte, del cine, curiosos y, en general, gente sensible.

"A esta sociedad le falta calma", considera el artista, compositor de ópera, poeta y fotógrafo, además de director y guionista de una decena de largometrajes, que dedicó más de cuatro años a completar esta locura artística que es "El molino y la cruz".

En una entrevista con Efe, el autor recuerda que hizo la película para ser mostrada en dos museos que ya conocían sus videoinstalaciones, el Louvre, en París, y la National Gallery de Washington; la sorpresa fue que cuando se llevó al Festival de Sundance aparecieron compradores de 55 países "y 49 querían llevarla a los cines".

Rodada en Polonia, Austria y República Checa (aparte de los arrebolados cielos flamencos del XVI, que consiguió y grabó en Nueva Zelanda), la película muestra la pasión de Cristo ambientada en la sangrienta ocupación española de Flandes, en el año 1564.

Una obsesión que ocupó al polaco tras conocer un ensayo de Michael F. Gibson, escritor y crítico de arte, sobre ese cuadro del maestro renacentista, para la que contó con la complicidad de tres magníficos actores que se ofrecieron al director:

Rutger Hauer, el replicante que vio arder naves en Orión en "Blade Runner", en el papel de Pieter Bruegel; el mito erótico de los setenta, Charlotte Rampling convertida en la Virgen María, y el D'Artagnan Michel York, como mejor amigo y consejero de Bruegel, Nicholas Jonghelinck.

De los cientos de figuras que pueblan el cuadro, Majewski se centra en una docena que se transforman en los protagonistas de la cinta, además de Bruegel y su familia.

El director evita prácticamente los diálogos, de modo que el espectador debe agudizar sus sentidos para disfrutar de todo el potencial visual de la cinta. Que no es poco.

Cada instantánea en la que se convierten los planos de la película está iluminada por los colores y texturas auténticos del épico lienzo de Bruegel; de hecho, explica el director, preparar el vestuario para los cerca de 500 personajes les llevó año y medio de trabajo de cuarenta costureras polacas que crearon tintes vegetales como se hacía en el siglo XVI.

Aparte, un "ejército" de técnicos en diseño por ordenador compusieron cada plano con un mínimo de 42 capas y un máximo de 147, detalla Majewski, que se sintió durante el proceso como si fuera "el abad y ellos, los monjes: fue -dice- como hacer un gran tapiz digital".

"El cine de hoy me decepciona", apunta Majewski, quien como académico de las escuelas de cine europea y americana se ve obligado a ver "muchas películas de las que se hacen ahora", y que le parecen "telefilmes".

"Hay muy poca poesía en ese cine", concluye, y nada se puede hacer para evitar esa tendencia, salvo "empezar por uno mismo".

Reconoce que en el pasado se enfadaba mucho con lo que veía, pero hoy se encuentra "más calmado" y conforme con hacer lo que le toca: "puedo hacer lo que puedo hacer", resume lacónico.

Cree que ha conseguido "un hijo más guapo" de lo que esperaba, y se siente especialmente satisfecho porque lo ha hecho con "muy poco dinero".

"Me gusta hacer cine alternativo al cine comercial y hago este tipo de películas porque necesito comunicarme con la gente, no sé quien es mi espectador ideal, pero tampoco me preocupa", zanja.

La película se estrena el 26 en las salas comerciales y el sábado 27 se proyectará en el Museo del Prado de Madrid, donde el autor dará, además una conferencia.

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