Las películas que matan al espectador

    • Sinister, protagonizado por Ethan Hawke, reincide en el subgénero de películas malditas que provocan la muerte de los espectadores que las contemplan.
    • La cinta sigue los pasos de un escritor que observa cómo su vida cambia después de ver las grabaciones caseras de una familia que fue asesinada.
Ethan Hawke en 'Sinister'
Ethan Hawke en 'Sinister'
lainformacion.com
Julio Vallejo | aviondepapel.tv

Ver una película puede acabar con nuestra vida. Así lo demuestra Sinister, el largometraje de Scott Derrickson protagonizado por Ethan Hawke.

El filme estadounidense nos cuenta la historia de un escritor de novelas, que se muda, junto a su esposa e hijos, a un chalet de una familia que fue asesinada.

En del desván de la casa, encuentra unas cintas Súper 8 que recogen la vida de los antiguos habitantes. El protagonista descubre que una presencia extraña aparece en el celuloide. A partir de entonces, su vida -y la de su familia- estará en constante peligro.

Sinister reincide en una peculiar corriente de largometrajes que nos muestran las consecuencias mortales que puede provocar el visionado de ciertas películas.

El principal exponente de este subgénero es The Ring: el círculo (1998), la obra maestra del japonés Hideo Nakata, que generó secuela, precuela y su consecuente remake norteamericano.

El director combinó las tradicionales historias de fantasmas niponas con una trama de suspense. La cinta sigue los pasos de una periodista que investiga una serie de muertes de adolescentes. Una misteriosa cinta de vídeo causa el fallecimiento de todos los que la ven.

Después de comprobar su contenido, la reportera recibe una misteriosa llamada, la primera señal que preconiza su muerte. Comienza en ese momento una investigación para desentrañar el misterio que esconden las misteriosas imágenes.

La película consiguió tal éxito que Hollywood no perdió el tiempo a la hora de proponer una nueva versión dirigida por Gore Verbinski. Naomi Watts fue la protagonista de una cinta que se limitaba a adaptar con algunos pequeños cambios la historia original. El taquillazo se repitió y generó una secuela de la que se encargó el propio Nakata.

No obstante, no era la primera vez que se nos mostraba los peligros de ver un filme del que no se tienen demasiadas referencias. El italiano Lamberto Bava ya lo hizo unos años antes en Demons (1985).

El filme seguía la pista de dos chicas jóvenes que acuden a una sesión sorpresa de una cinta de terror. A mitad de la película, una mujer, que se había herido previamente con una de las máscaras que aparece en el largometraje, se encuentra indispuesta. Pronto, se convertirá en uno de los monstruos del filme que estaba viendo. A partir de ese momento, todas personas que hiera o mate mutarán en maléficas criaturas.

Un cine fue también el escenario del crimen en Angustia (1987), uno de los trabajos menos conocidas de Bigas Luna. El cineasta español optó por un asesino que escogía la proyección de una película para cometer sus particulares fechorías. Su intención era extraer los ojos de los incautos espectadores.

Dentro del subgénero de películas mortales resulta también muy recomendable El fin del mundo en 35 mm (2005). En este episodio de la serie de televisión Masters of Horror, John Carpenter convertía a Norman Reedus, uno de los actores de la serie The Walking Dead, en el dueño de un cine que acepta un encargo para encontrar una extraña cinta titulada Le fin absolue du monde.

La primera proyección de ese misterioso filme en el Festival de Sitges durante los primeros años 80 se convirtió en una absoluta carnicería. Desde entonces, autores de la misteriosa obra han muerto o han sufrido terribles consecuencias.

Tampoco han corrido mejor suerte aquellos que han podido verla o simplemente han intentado investigar el paradero de la única copia que se conserva.

Así, se recomienda que antes de ir al cine o poner un deuvedé se aseguren del contenido del largometraje. No sea que el Ghostface, el asesino cinéfilo de la saga Scream, haga su sangrienta aparición.

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