Caída de Constantinopla (I): ¿nadie se acuerda del día en que cambió Occidente?

    • Hace 560 años los otomanos conquistaron Constantinopla y sacudieron todo Occidente.
    • Su impacto social fue mayor que el las Torres Gemelas o las Guerras Mundiales.
    • Cientos de sabios huyeron a Roma y otras ciudades, y fueron clave en el Renacimiento.
    • La ciudad se había llamado antes Bizancio. Tras la invasión, pasó a llamarse Estambul.

El miércoles pasado fue el aniversario de un hecho que tuvo un impacto colosal en Europa. Pero ha pasado desapercibido. Quizá porque no era un aniversario redondo. Se cumplieron 560 años de la caída de Constantinopla. ¿Era tan importante?

Hace cinco siglos y medio, el 29 de mayo de 1453, la noticia de la caída de Constantinopla en manos de los otomanos conmocionó a los europeos. Tuvo el mismo impacto pavoroso que la destrucción de las Torres Gemelas en 2001 y cambió la geopolítica de su tiempo como lo hicieron las Guerras Mundiales en el siglo XX. No solo caía un símbolo cristiano, griego y latino. La ciudad estaba en medio de dos mundos: oriente y occidente. Justo en la manga de tierra que une Asia con Europa, a un lado del estrecho del Bósforo. Era el punto más avanzado al este de la civilización occidental. Y ahora estaba en manos turcas. Empezaba otra era.La Nueva Roma

Pero Constantinopla era mucho más que un sitio estratégico. Siglos atrás se llamaba Bizancio. Para para el mundo civilizado, era entonces un puerto destacado de mercancías, como hoy lo es Amsterdam, pero también un centro de simbología cultural, como la actual Nueva York.

En el año 330 fue designada capital del Imperio Romano por el emperador Constantino, quien la llamó Nueva Roma. Pero el vulgo prefirió llamarla Constantinópolis, la ciudad de Constantino. Al separarse Roma en dos imperios (y en dos Iglesias) en el 395, Constantinopla fue la capital del imperio de oriente que historiadores medievales llamaron erróneamente Imperio Bizantino.

Pero sucedió que el imperio de Occidente, con sede en Roma, se desmoronó debido a las invasiones bárbaras en el 476. Sin embargo, el imperio romano de Oriente pervivió diez siglos más: su capital era Constantinopla.

Allí puso su cuna la Iglesia ortodoxa, el arte bizantino, y además era el faro de la cultura greco latina, así como el bastión de defensa contra el turco. Por allí pasaron varias cruzadas para recuperar los Santos Lugares y para contener a los turcos. Los sultanes otomanos, por su parte, asediaron la ciudad durante siglos con escaso éxito.

El último y definitivo asedio tuvo lugar en mayo de 1453. Los otomanos conquistaron la fortaleza, decapitaron a los cadáveres y saquearon sus riquezas. Se apagó el gran faro que había estado encendido mil años.

¿Cómo se produjo ese acontecimiento de magnitud histórica? El historiador británico Steven Runciman relató esas horas en "La caída de Constantinopla", (editado por Espasa Calpe y por Reino de Redonda). Probablemente, es el relato más completo.

El asedio y la conquista

El lunes 28 de mayo de 1453 comenzó a fraguarse el asalto final a la ciudad imperial. Las tropas turcas, apoyadas por su flota, rodeaban la fortaleza desde hacía varios días. Esperaron al crepúsculo de aquel lunes 28 para empezar sus movimientos. Eran más de 100.000 hombres.

En la medianoche, comenzó el verdadero asedio. El sultán Mehmet dio la orden de atacar.

Primero se movilizaron los bachi-bazuks, que eran tropas mercenarias compuestas de europeos, africanos y de cualquier hombre que tuviera un arma de asalto, fuera cimitarra o cuchillo. No eran unas tropas muy valientes. Era un ejército de saqueadores. A veces eran tan caóticos, que el sultán los aguijoneaba por la retaguardia con un cordón de  policía militar "armada de correas y porras". Detrás, los jenízaros del sultán. Así evitaba que los bachi-bazuks salieran huyendo. Los jenízaros se los guardaba el sultán para los momentos decisivos.

¿Quiénes eran los jenízaros? Eran tropas de élite. Paradójicamente, eran una elite europea pues estaban formadas por griegos, eslavos, albaneses o húngaros; eran niños robados durante las incursiones otomanas, y adiestrados en el imperio musulmán para convertirse en la fuerza de choque otomana. El escritor Ivo Andric lo contó en el siglo XX en la terrible novela “Un puente sobre el Drina”. Narra la historia de uno de esos niños eslavos arrancado de los brazos de su madre y enviado a Turquía. Regresa años después convertido en general de jenízaros y reconoce a su madre.El gran cañón de Orbón

Volviendo a Constantinopla y al siglo XV, cuando entró la medianoche del martes 29 de mayo, los asediados se dispusieron a aguantar durante largas horas el ataque de las tropas turcas. Aparentemente, lo iban a lograr una vez más.

Los bizantinos (griegos, genoveses, aragoneses, catalanes. eslavos, venecianos...) eran mejores que los mercenarios bachi-bazuks. Muchos estaban armados de mosquetes y culebrinas. También lanzaban piedras a los asaltantes, y a los que lograban superar las barricadas, se les remataba de un tajo.

Además, los bizantinos contaban con las poderosas murallas de la ciudad (hasta tres líneas). Pero para ellos no hubo descanso. En la madrugada de aquel 29 comenzaron a atacar los anatolios. Las campanas de la ciudad repicaron pero  su sonido quedó apagado por el estampido del gran cañón de Orbón. Este cañón había sido construido por un ingeniero húngaro. Lo puso al servicio del sultán convenciéndole de que podía tumbar "hasta las murallas de Babilonia".

Pero no fue el cañón lo que creó un agujero en las murallas. Los bizantinos resistieron durante toda la madrugada. Pero al alba cometieron dos errores, según cuenta Steven Runciman. Primero dejaron abierta una pequeña puerta llamada Kylókerkos, que se empleaba para introducir víveres en la ciudad.

"Algunos turcos se enteraron de que estaba abierta y se precipitaron dentro del patio y comenzaron a subir escaleras arriba hasta lo alto de la muralla. Los cristianos que estaban precisamente fuera de la puerta observaron lo que ocurría y acudieron en masa a hacerse de nuevo con la situación e impedir la entrada de más turcos. En medio de la confusión, unos cincuenta turcos se quedaron dentro de la muralla, donde hubieran podido ser reducidos y eliminados si en ese momento no hubiera ocurrido otro desastre peor".

Runciman cuenta que en ese momento, los bizantinos trataban de evacuar por mar a un militar de origen italiano (Giustiniani). El emperador no quería dejarle partir pero al final cedió. "Se abrió la puerta y su guardia de corps le trasladó a la ciudad, por las calles que bajan hacia el puerto; aquí lo colocaron en un navío genovés. Las tropas de Giustiniani se dieron cuenta de su marcha. Algunos llegaron a pensar que se había retirado para defender la muralla interior, pero otros llegaron a la conclusión de que la batalla estaba perdida. Alguien lanzó, aterrorizado, el grito de que los turcos habían atravesado la muralla. Antes de que se cerrase el postigo de nuevo, los genoveses se precipitaron por él. El emperador y sus griegos quedaron abandonados en el campo de batalla. Frente al foso el sultán notó el pánico y, gritando: "¡Constantinopla es nuestra!", ordenó a los jenízaros que cargaran de nuevo e hizo señas a una compañía mandada por un gigante llamado Hasán. Éste se abrió camino a machetazos por encima de la ruinosa barricada y creyó que ya había conseguido la recompensa prometida. Unos treinta jenízaros le siguieron. Los griegos se batían en retirada".

Muerte del emperador

Una enorme masa de turcos se precipitó por Kylókerkos. Los cristianos intentaron resistir pero ya era en vano. Las tropas otomanas comenzaron su matanza.  "El grito '¡Se ha perdido Constantinopla!' se repitió como un eco por las calles de la ciudad. Desde el Cuerno de Oro y desde sus costas, cristianos y turcos veían las banderas turcas ondear en las altas torres de Blachernas, en las que sólo unos minutos antes habían ondeado El Águila Imperial y el León de San Marcos".

El emperador Constantino XI (casualmente, se llamaba igual que el fundador), sabiendo que su imperio se acababa, se quitó las enseñas imperiales y se entregó a la lucha acompañado de un español llamado Francisco de Toledo. Nunca se encontraron sus cadáveres.

Hubo combates cuerpo a cuerpo durante todo el día, pero ya era inútil resistir. "Señales luminosas que anunciaban la entrada de los turcos por las murallas circularon por todo el ejército turco", dice el historiador. Luego comenzó el saqueo. "El sultán Mehmet esperó hasta la tarde [del día siguiente] para hacer su entrada triunfal a la ciudad, cuando terminasen los excesos de las matanzas y saqueos y se hubiese restablecido un cierto orden". Paseó por los restos de la ciudad y sonrió.  "Estaba satisfecho de que el emperador hubiese muerto. Ahora ya no era sólo sultán, sino heredero y poseedor del antiguo Imperio Romano".

La noticia de la caída de Constantinopla partió el sábado 9 de junio en tres navíos que pusieron rumbo al puerto de Candía, en Creta. “La consternación se extendió por toda la isla”. Escribe Runciman. “No hubo ni habrá jamás suceso más terrible”, anotó un escritor del monasterio de Agarathos.

[Pinchar aquí para leer la segunda parte de la caída de Constantinopla: explota el Renacimiento]

[Documental del canal Historia sobre la caída de Constantinopla]

[Segunda parte de la caída de Constantinopla: explota el Renacimiento]

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