Arrabal pone a dialogar a Wittgenstein con Stalin en su nueva obra

  • Fernando Arrabal primero puso a dialogar a Dalí con Picasso y ahora le ha tocado a Wittgenstein ponerse cara a cara con Stalin, a quien admiraba el filósofo vienés, en el nuevo libro de este dramaturgo que no para de crear "porque la vida es demasiado extraordinaria para no hacer cosas interesantes", dice.

Carmen Sigüenza

Madrid, 13 dic.- Fernando Arrabal primero puso a dialogar a Dalí con Picasso y ahora le ha tocado a Wittgenstein ponerse cara a cara con Stalin, a quien admiraba el filósofo vienés, en el nuevo libro de este dramaturgo que no para de crear "porque la vida es demasiado extraordinaria para no hacer cosas interesantes", dice.

Un obra dramática, un nuevo libro bajo el título de "El impromptu tórrido del Kremlin", publicado por Ediciones Antígona, y que hoy ha presentado el autor en Madrid en la librería La Central, ante un auditorio entusiasmado y entregado a un Arrabal pletórico y lúcido, haciendo gala de ser un símbolo de la vanguardia europea.

Afincado en París y recién llegado de Málaga -en octubre recogió el premio de las Letras Andaluzas-, el escritor, nacido en Melilla en 1932 pero criado en Ciudad Rodrigo (Salamanca), lo primero que dice en una entrevista con Efe es que ahora no para de recibir premios.

"A la vejez, viruelas -espeta-. También en Francia me acaban de dar el de la Sociedad de Autores, todos por unanimidad. Yo creía que escribía mejor antes, pero bueno...", añade este amante de las matemáticas y eterno provocador, que vuelve al registro del teatro para hablar de filosofía, del caos, el sexo, el poder, la culpabilidad o las relaciones familiares.

Pero, sobre todo, lo que asegura Arrabal que le ha llevado a escribir este libro es pensar en cómo artistas y pensadores tan importantes como Picasso, Neruda o el propio Wittgenstein pudieron sentir admiración incondicional por el régimen comunista de Stalin.

"Yo admiro a Stalin -sostiene- como poeta o como el amante del teatro que fue. Era raro, no era como Hitler, Franco o Mussolini. Pero no como hombre político, que fue un monstruo y nos habría matado a todos".

"Pero es terrible pensar cómo Wittgenstein, Picasso o Aragon, durante cuarenta años, se comportaron como esclavos soviéticos de Stalin, y cómo se pusieron al servicio de semejante causa", añade.

"No tenían ninguna necesidad -insiste el autor-. Me cuesta pensar cómo grandes artistas que han influido en mi vida y que ahora me gustaría tener cerca se pusieron al servicio de semejante causa".

Arrabal, que no para de intercalar anécdotas en sus declaraciones, cuenta cómo, cuando se iba a ver a Picasso a su casa, éste tenía un portero del gobierno soviético ("aunque era italiano", precisa) que llamaba a Moscú diciendo quién iba, y que cuando llegó a la casa Luis Miguel Dominguín llamó y al decir que era un torero le dejaron pasar.

"Pero ellos no sabían -precisa- que Dominguín era amigo de Franco", aclara el autor, mientras sonríe pícaramente.

Arrabal también habla en el libro de la castración y de la impotencia, un asunto que le viene al autor, dice, por el mito de Don Juan, de Tirso de Molina, una obra en su opinión "maravillosa".

Y es que tanto su libro anterior, "Dalí versus Picasso", donde Dalí pide al final a Picasso que le corte los testículos, como en "El impromptu tórrido del Kremlin", donde al final Stalin pide a Wittgenstein que le cape, tratan el tema de los hombres y su "falsa seducción".

Fernando Arrabal, que ha insistido en que quiere dejar todo su legado en España, también está de enhorabuena porque en abril se va a estrenar en el Teatro Español de Madrid una versión de su interpretación de la segunda parte del Quijote, bajo el título de "Pingüinas", dirigido por Juan Carlos Pérez de la Fuente.

También el Teatro Español participará en un nuevo montaje de su mítica obra "El arquitecto y el emperador de Asiria", que se verá en el Teatro San Martín de Buenos Aires gracias a un acuerdo de colaboración entre ambas instituciones.

Y cuando a Arrabal, uno de los referentes del movimiento surrealista de la Patafísica, se le pregunta por la situación de crisis, él cita a Quevedo como uno de los creadores más importantes pero más "miopes" cuando escribió: "Miré los muros de la patria mía".

"No se enteraba de nada, no puede haber muros, fue más ultra que los del partido de Jean Marie Le Pen", concluye.EFE

crs/ps

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