Los impresionistas rusos tienen por fin su propio museo en Moscú

Poco conocidos fuera de su país y poco valorados por el poder soviético, los impresionistas rusos, en boga actualmente en su país, tienen ahora su museo en Moscú, que abrió sus puertas este sábado en una antigua fábrica de caramelos.

"Hasta ahora solo los iconos de Andréi Rubliov y las obras de la vanguardia de (Kazimir) Malévich o de (Vasili) Kandinski eran mundialmente conocidos. No obstante, entre esos dos periodos hay un movimiento artístico por descubrir", explicó a la AFP la conservadora del museo Yulia Petrova.

La exposición permanente reúne unas 70 obras de pintores rusos de finales del siglo XIX y de principios del XX, como las de Konstantín Korovin, Piotr Kontchalovski o Valentín Serov. Se basa en la colección del mecenas y coleccionista ruso Boris Mintz, que invirtió 20 millones de dólares en este proyecto.

El arquitecto británico Aidan Potter, autor del nuevo edificio circular de líneas ultramodernas, erigió el museo en el lugar de un antiguo depósito de azúcar y harina de la famosa fábrica de golosinas soviética Bolchevik.

Para él, "el impresionismo ruso, tan romántico y colorido, mostró una parte de la identidad rusa".

Esta instalación se ve como una burla a la historia. Los bolcheviques, que introdujeron el realismo soviético en el arte, excluyeron el impresionismo de las escuelas de pintura hasta el deshielo político de los años 1960.

Algunos ilustres impresionistas rusos, como Valentín Serov, el autor de "Niña con melocotones", viven actualmente un auge de su popularidad.

Pero "en los países occidentales, las obras impresionistas rusas están curiosamente infravaloradas, y cuestan a menudo diez veces menos que las de sus vecinos franceses", constató la conservadora del museo.

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