La eterna confrontación entre hombre y mujer vista por Giacometti

  • Concha Carrón.

Concha Carrón.

Madrid, 11 jun.- La eterna confrontación entre hombre y mujer es el tema sobre el que gira toda la obra de Alberto Giacometti, aunque el reconocido escultor y pintor suizo se preocupó de plantear sus estilizadas figuras en bronce no como piezas aisladas, sino como un espacio abierto a todo tipo de experiencias.

Bajo esa premisa, "Terrenos de juego" ofrece en las salas de exposiciones de la Fundación Mapfre, una retrospectiva de Giacometi (Borgonovo, Suiza, 1901-Coira, Suiza, 1966) que recorre toda la obra del artista, desde sus primeros trabajos surrealistas hasta sus grandes figuras de "Hombre que camina" y "Mujer Grande", realizadas inicialmente para la plaza del Chase Manhattan Bank de Nueva York.

La muestra, coproducida por la Fundación Mapfre y Hamburguer Kunsthalle de Hamburgo y repartida en dos plantas, reúne 190 piezas entre esculturas, pinturas, dibujos, grabados y fotografías, cedidas por 32 prestigiosas colecciones internacionales públicas y privadas como la Kunsthaus Zürich, la National Gallery de Washington, el MoMA de Nueva York, la Tate de Londres o el Centre Georges Pompidou, entre otros.

Annabelle Görgen-Lammers, comisaria de la exposición junto con Pablo Jiménez Burillo, director del Instituto de Cultura de la Fundación Mapfre, ha asegurado hoy que la "tensión entre hombre y mujer" recorre toda la muestra, desde sus tempranas y "frágiles" esculturas surrealistas, con claras influencias de las culturas de África y Oceanía, hasta sus últimas obras.

Además, la muestra, que ha sido vista en Hamburgo por más de cien mil personas, ofrece desde la perspectiva del terreno de juego de Giacometti "piezas únicas" que el gran público no relaciona con el artista, según Görgen-Lammers.

Así, de su primera época son sus cabezas planas, como "Cabeza mirando", sus objetos sin pedestal, concebidos para jugar con ellos, o sus esculturas horizontales de principios de los años 30, concebidas como maquetas de lugares, entre las cuales destaca "Maqueta para una plaza".

Estas obras recuerdan, por su tamaño y forma, los tableros de juego, en los que el escultor juega con la ubicación de los elementos sobre las plancha que los une, como también se constata en los dibujos preparatorios de Giacometti, en los que se aprecia su continua exploración entre la distancia y los objetos.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el artista cambia radicalmente de estilo y comienza a elaborar sus series de estilizadas esculturas en bronce agrupadas, de las que la exposición muestra una buena representación sobre planchas de bronce concebidas como lugares urbanos y espacios naturales.

De esa época proceden sus series de litografías sobre la capital francesa, como "París sans fin", y sus emblemáticas esculturas con movimiento, una de las cuales fue vendida en subasta en 2010 por la astronómica cifra de 104,3 millones de dólares.

Su pequeño taller, de 18 metros cuadrados y ubicado en un complejo de barracas de Montparnasse, aparece representado en la muestra en un cuarto independiente con las mismas dimensiones que el real, en un intento por recrear este espacio físico y mental tal y como lo concebía Giacometti.

"No era más que un agujero, pero cuanto más tiempo permanecía en él, más grande se volvía", decía el artista sobre este espacio que él concibió como su verdadero terreno de juego, el lugar de interacción del arte y la vida en el que detalla la visión del espacio y la ubicación de todas las cosas.

Así, el taller aparece retratado, con el artista o sin él, por muchos de sus amigos, como Robert Doisneau o Ernst Scheidegger, aunque no son estas las únicas fotografías de la muestra, en las que también aparece retratado por Henri Cartier-Bresson, Erhard Wehrmann o Patricia Matisse.

Su esposa, Annette, y su hermano Diego, sus dos mejores modelos, aparecen en óleos, litografías, bustos y cabezas, en una obra en la que el hombre que camina aparece en la obra de Giacometti como la contrafigura de la hierática frontalidad de la mujer.

Para el final de la muestra se dejan dos de sus esculturas de bronce más representativas y de mayor tamaño, "Hombre que camina" y "Mujer Grande de pie", destinadas inicialmente a la explanada del Chase Manhattan Bank de Nueva York, un "sueño" del artista desde hacía treinta años, y que finalmente no llegaron a exponerse por considerar quien las había encargado que no se ajustaban a lo encargado.

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