Cinco ejemplos prácticos de cómo la Erasmus te puede cambiar la vida

  • Desde su nacimiento en 1987 más de 300.000 personas han disfrutado del programa Erasmus. España ha sido tradicionalmente el destino más elegido por los universitarios europeos para cursar parte de su carrera.

Nicola, Cècile y Lucía en sus actuales países de residencia
Nicola, Cècile y Lucía en sus actuales países de residencia
lainformacion.com

Justo cuando José volvía a España de su Erasmus en París, Lucía dejaba Madrid para conocer mejor el "estado de bienestar" en Trondheim. Unos meses después llegaba Nicola a la capital desde Bari y Javier volaba de Valladolid a Ferrara. Años después, en 2007, Cècile, con el referente de la película Una casa de locos, ponía el pie en Barcelona.

Todos rondaban los ventipocos, estudiaban en alguna universidad europea y tenían curiosidad por saber qué se encontraba más allá de las fronteras de su país. Son pequeños retazos de la historia que desde 1987 han escrito las más de 300.000 personas que hasta el momento han disfrutado de una beca Erasmus.

De Bari a Madrid

"Si no hubiese hecho la Erasmus mi vida sería más pobre, más provincial", asegura Nicola mientras acaba una de sus ilustraciones en su piso de Madrid. Tenía 23 años cuando en 2004 eligió la Universidad Autónoma para estudiar unos meses la carrera de Historia: "todavía hoy no tengo muy claro el porqué la elegí, pero desde luego aquélla decisión me cambió la vida".

Con especial cariño recuerda de aquélla época las noches de fiesta en el campus de Cantoblanco, los paseos por el retiro y las amistades que hizo: "Fue un año diferente, aprendí lo que significa ser extranjero y disfrutar de ello".

Aunque admite que una de los hechos que vivió con más intensidad fueron los atentados del 11 de marzo: "Fue impresionante, la estación se había convertido en una enorme mausoleo, había velas, fotos, flores por todas partes"

Al término de su Erasmus, en julio de 2004, una idea se hizo constante en su cabeza: "Siempre tuve la sensación de que volvería Madrid". Y así fue. En octubre de 2010 volvía a la capital, aunque admite que España no le está poniendo las cosas nada fáciles: "doy clases de italiano y expongo mis ilustraciones en locales, de momento me compensa estar aquí y esta ciudad continúa sorprendiéndome".

De Madrid a Trondheim

"Suena a topicazo pero la beca cambió mi vida completamente", asegura Lucía, hoy doctorando en un proyecto financiado por la Universidad de Noruega, "me hizo madurar mucho y a nivel profesional me posibilitó tener el trabajo que tengo ahora".

En 2003 esta joven burgalesa estudiante en Madrid de ciencias políticas y de la administración llegaba a Trondheim: "Elegí esa ciudad y no Oslo porque las capitales son menos auténticas", comenta mientras acaba un informe.

"Siempre me habían atraído los países escandinavos, quería vivir en un país completamente diferente al mío, pensé que allí no iba a haber muchos Erasmus españoles y que así podría conocer mejor el país y más en profundidad el funcionamiento del estado de bienestar".

Pese a que sus objetivos no se cumplieron del todo, "lo que menos me gustó fue la cantidad de españoles que encontré", Lucía define ese año como "irrepetible": "Hizo que me gustara más la carrera que estaba estudiando y que quisiera dedicarme al mundo académico. A nivel personal me hizo ser más abierta, y conocer otras realidades".

De Valladolid a Ferrara

"Un año inolvidable, el mejor de mi vida", así de tajante es Javier a la hora de describir su estancia en la ciudad italiana de Ferrara. "La elegí porque era de tamaño medio, el alquiler era más barato y se encontraba muy cerca de otras ciudades interesantes como Boloña, Venecia o Verona".

Tenía 22 años y estudiaba derecho cuando descubrió que la "hermana Italia" no era tan parecida a España como pensaba pero admite que una de las cosas que más le gustó fue sumergirse en su cultura y su idioma.

"La Erasmus me ha hecho ver las cosas de otra manera" afirma Javier que hoy trabaja en el ministerio. "Aprendí a vivir de forma independiente, relacionarme con gente de muchos países, conocer nuevos lugares, enriquecer mi currículum... Aunque si no hubiese hecho la Erasmus objetivamente mi vida sería la misma, subjetivamente es evidente que no."

De Saboya a Barcelona

"Elegí Barcelona por su arquitectura, su bullicio cultural y artístico, su mercado textil, y quizá, de manera inconsciente por la famosa peli La casa de los locos" comenta Cécile, orgullosa además porque consiguió una inmersión total en la cultura catalana: "No estaba ni con ingleses ni extranjeros, quería estar con gente de aquí".

Cécile se desplazó en 2006 a estudiar Historia del Arte en la Universidad de Barcelona, durante su Erasmus y después de superar la pesadez de los trámites los bloqueos, asegura que le invadió una "sensación de libertad, bienestar y maduración. Fue un año fascinante".

Pese a que el catalán se le hizo una montaña difícil de escalar al principio hoy se confiesa una enamorada de ésta: "Ahora lo entiendo, lo leo y tiene cada vez menos secretos para mí".

El gusto por la "extranjería" se había instalado en la joven francesa que después de Barcelona decidió probar con Irlanda, donde pasó siete meses. En 2008 tornaba a Barcelona. "Sabía que volvería, de hecho, cuando me despedí de mi compañera de piso le dije un "hasta luego".

"El hecho de quedarme en España extrañó a mi familia y amigos, más aún cuando llegó la crisis. Tengo 25 años y me he mudado unas 20 veces en mi vida. Desde simpre tengo esa necesidad de encontrar mi lugar, conocer mis calles, tener mis costumbres, y Barcelona fue mi oportunidad para sentirme en casa. Nunca he bebido de la fuente de Canaletas pero me quedé".

De Madrid a París

"Cualquiera que haya estado de Erasmus creo que dirá que su vida ha cambiado por ello", afirma José. En 2001 y con 22 años este madrileño, estudiante de ingeniería cambiaba Madrid por París: "era la primera vez que salía de casa y vivía solo" explica.

Los motivos que llevaron a José a París fueron de naturaleza más burocrática que personal: "por cuestiones de mi escuela, acabé en Francia sin tener ni idea de francés cuando yo había hecho todo los trámites para ir a Alemania", un hecho que hizo que su Erasmus se convirtiese en una carrera de superación.

"Después de unos primeros meses muy complicados por el idioma, el ritmo de los estudios y la falta de amigos; te vas haciendo poco a poco con la situación, consigues pequeñas victorias como ir a comprar y no tener que repetir 20 veces lo que quieres porque te entienden, hacer exámenes sin que al corregirlos te muestren una cantidad de faltas de ortografía enorme e, incluso, conseguir echarte algún amigo francés con el que todavía guardo amistad".

Pese a que después volvió a Madrid la "filosofía Erasmus" se le quedó impresas: "Creo que el principal cambio que experimentó mi vida fue ver cómo aunque las cosas cuesten al principio, acabas teniendo una recompensa".


Practicopedia: Cómo es eso de irse de Erasmus

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