Un viaje nostálgico por Bohemia en la última locomotora de vapor checa

  • Un viaje nostálgico con locomotora de vapor y rústicos vagones de madera, con el escenario de la Bohemia profunda y alguno de sus célebres castillos, es uno de los alicientes de la temporada turística en la República Checa.

Gustavo Monge

Praga, 6 ago.- Un viaje nostálgico con locomotora de vapor y rústicos vagones de madera, con el escenario de la Bohemia profunda y alguno de sus célebres castillos, es uno de los alicientes de la temporada turística en la República Checa.

Al llegar a la estación praguense de Smichov, donde espera un numeroso gentío, formado en su mayoría por familias, la máquina comienza a dibujarse en medio del vapor y se convierte en centro de las miradas.

Fabricado en la década de los 50 del siglo XX y con la serie 556.0, con sus cinco ejes de motor, es uno de los trenes de carga checoslovacos más emblemáticos por su aerodinámica y potencia.

De él se hicieron 510 unidades en la década de 1950, siendo el último superviviente de la era de la electrificación de las líneas ferroviarias, que concluyó en los años sesenta.

Entre los hitos de esta locomotora está el haber desplazado en 1951, por si sola, 1.400 toneladas de carbón en un trayecto con cuesta en las inmediaciones de Praga, cuando los parámetros de ese lugar establecían un máximo de 1.000 toneladas.

En 1958, en medio de una época obsesionada por demostrar al mundo las virtudes del régimen socialista, una "556.0" con su inconfundible estrella roja en el frente desplazó por terreno llano 5.100 toneladas de carbón en la zona de Ostrava.

Lo cierto es que con una velocidad máxima de 80 kilómetros por hora y potencia de 1.620 kW (2.200 caballos) este tren se convirtió en herramienta de transporte insustituible en Checoslovaquia y un orgullo del régimen.

Aunque viajar en tren de vapor no está exento de romanticismo, el hollín que despide su chimenea se convierte en arma arrojadiza al asomarse el pasajero a la ventana.

Hoy, en su camino desde Praga al castillo de los reyes en Krivoklat, el convoy va copiando el curso del río Berounka, y es saludado a su paso por canoístas, ciclistas, veraneantes y gentes de los pueblos que atraviesa.

Antes de adentrarse en el valle que lleva al castillo de Krivoklat, el tren hace una parada técnica en Beroun para aceitar las bielas y parte del complejo entramado de engranajes, mientras que los pasajeros aprovechan para almorzar.

Es una ocasión también de subir a la cabina y ver la caldera, el depósito de carbón -de 20 metros cúbicos-, el depósito de agua -de otros 35 metros cúbicos-, y sorprenderse del poco espacio, ya que ahí sólo caben maquinista, calderero, piloto y otro asistente.

Al no haber plataforma rotatoria en Beroun, la locomotora -colocada ahora en el otro extremo del tren- debe tirar en posición inversa, lo que no supone ningún problema para el maquinista, aunque dificulta algo la visibilidad y hace insustituible la labor del piloto, que conoce el terreno a la perfección.

Al llegar a Krivoklat, la gente vuelve a abalanzarse hacia la locomotora, y hacer las últimas fotos antes de subir al castillo y oír curiosas anécdotas.

Una de ellas son los 19 años de matrimonio secreto entre Fernando del Tirol -hijo del español Fernando de Habsburgo, rey de Bohemia (1526-1564)- y la burguesa Filipina Welser, alianza de la que Krivoklat fue testigo mudo.

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