Estrella Roja, apoteosis y réquiem del fútbol yugoslavo

Hace un cuarto de siglo, en Bari (Italia), Dragan Dzajic se tapó los ojos antes del último lanzamiento de penal del Estrella Roja en la tanda decisiva de la final de la Copa de Europa 1990-1991, que ganó su equipo en la apoteosis del fútbol yugoslavo antes del baño de sangre que iba a vivir el país.

Después de un insípido 0-0 en aquel partido del 29 de mayo de 1991, Manuel Amoros, del Marsella, abrió la tanda decisiva con un tiro que envió a los guantes del arquero Stevan Stojanovic.

El portero, serbio kosovar, pudo levantar luego la copa, como capitán de aquel Estrella Roja. Igual que el bosnio Refik Sabanadzovic, el macedonio Darko Pancev, el croata Robert Prosinecki o el montenegrino Dejan Savicevic. Todo ello a las órdenes de Ljubko Petrovic, un entrenador totamundos que después de aquel éxito dirigió al Espanyol de Barcelona y luego al Peñarol de Montevideo.

Dzajic, arquitecto de aquel título europeo del Estrella Roja como responsable del diseño y la planificación técnica, recuerda 25 años despues el "agotamiento" de aquel partido.

Cuando el clamor del estadio San Nicola celebraba el acierto de Pancev en su lanzamiento, este mítico exjugador volvió a abrir los ojos y se abrazó con Petrovic. El título de 1991 se le había escapado como jugador en sus dos etapas en el equipo (1962-1975 y 1977-1978), como a todos los artistas yugoslavos, considerado durante un tiempo como "los brasileños de Europa".

Hacía cinco años que Dzajic programaba a aquella generación para conquistar el trofeo. "Ese era el plan", admite, pero con amargura por lo que vivió el país poco después con el conflicto bélico que destruyó Yugoslavia.

"El Estrella Roja trabajó durante mucho tiempo para llegar a la cumbre y cuando lo consiguió, el país desapareció", resume Dzajic.

En la víspera de la final de Bari, en otro estadio, el Kranjceviceva de Zagreb, la guardia nacional croata, embrión del Ejército nacional, organizó un desfile. El 25 de junio, Croacia y Eslovenia proclamaron su independencia.

Belgrado envió tropas. Después de meses de tensión y de muertes violentas, preludio de lo peor, el país multiétnico fundado por Tito explotó en guerras que hasta 1999 provocaron la muerte de 130.000 personas, en una gran parte civiles.

"Los jugadores no imaginaban que el país iba a desaparecer", recuerda Dzajic a la AFP. "Estábamos centrados en el deporte", apunta Stojanovic, aunque otros sí vieron venir el desastre que se avecinaba.

Stojanovic se acuerda de un directivo al que preguntó su opinión sobre una oferta del Amberes belga: "Me respondió que aquí ya no había nada. Que iban a pasar cosas muy feas. Que buscara trabajo fuera. Un equipo que construimos durante cinco años desapareció de la noche a la mañana".

"Teníamos proyectos, queríamos fichar a Davor Suker del Dinamo de Zagreb", que "evidentemente quería venir", recuerda Petrovic, que creía que el Estrella Roja podía "reinar dos o tres años en el fútbol europeo".

El club del que sigue siendo el máximo goleador ya no es ni la sombra de lo que fue. Como el estadio "Marakaná", que se enorgullecía de una capacidad para 100.000 personas.

Lejos de las cabalgadas fantásticas de Dzajic y de las de Dragan Stojkovic o de la fundación del club en 1945 por las juventudes antifascistas, los grafitis de las paredes del estadio evocan violencia: uno reclama "Justicia para Uros", un 'hooligan' encarcelado por haber herido gravemente a un policía, y otro muestra a un hincha radical encapuchado con un bate.

Una columnata de estilo 'neokitsch' domina el estadio. Es la casa de 'Arkan', Zeljko Raznatovic, asesinado en 2000.

Antes de ser un sanguinario jefe paramilitar, Arkan dirigía a los 'Delije', los hinchas de la Tribuna Norte y fichó entre ellos a varios milicianos que se encargaron de la depuración étnica en Bosnia, Croacia y Kosovo.

El Estrella Roja acaba de ganar su 27º título nacional, pero pocos parecen interesarse por ello en un país con estadios cada vez más vacíos y con un nivel futbolístico alejado del de sus mejores días.

"Ninguna empresa perdió tanto como el Estrella Roja con la desaparición del país", lamenta Dzajic, 85 veces internacional con Yugoslavia y hoy septuagenario rendido a la nostalgia.

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