Inauguran una estatua de Messi en Buenos Aires al grito de ¡no te vayas!

Leo Messi rompió a llorar. Y no pudo más. Ese penalti lanzado con rabia, con pasión a las nubes, era mucho más. Era para él la última oportunidad de combatir a un país que califica al mejor jugador del mundo como pecho frío. El mismo jugador que ha llevado a Argentina a cuatro finales. Nacidos para ser segundos, titulaban los medios argentinos. Pero ¿dónde estaría Argentina sin Messi?

Esa es la pregunta que se hacen ahora los argentinos cuando el genio ha dicho basta. Se acabó. No puede más. Ahora, el mismo Maradona que dijo que no era un líder, que le ha bajado del pedestal cada vez que ha estado cerca de lograr algo grande con la albiceleste, porque quiere él ser el único que tenga ese honor, dice ahora que no debe irse. Tal vez sea tarde.

El jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, inauguró una estatua del jugador del Barcelona y se mostró seguro al destapar el monumento de que van a convencerle para que continúe jugando en la albiceleste.

Solo dos días después de que el delantero del Barcelona pusiera fin a su etapa con la selección, después de perder la final de la Copa América Centenario contra Chile, la capital lo homenajeó con un monumento en el Paseo de la Gloria, una calle donde figuran estatuas de los grandes deportistas del país.

"Es muy oportuna la inauguración de su estatua, es la única manera de pedirle que vuelva y nos ayude a ganar el Mundial", destacó Rodríguez Larreta, al tiempo que pidió a todos los porteños que se fotografíen con la reproducción de Messi y que suban las imágenes a las redes sociales para pedirle que rectifique.

Tal vez Messi recapacite porque como señala en una emotiva carta una profesora argentina, en la vida no es todo ganar. 

Después de reconocer la humildad del jugador, Larreta descubrió la figura, que se a une a la de los deportistas Manuel Ginóbili, Guillermo Vilas, Gabriela Sabatini, Luciana Aymar, Hugo Porta, José Meolans, Pascual Pérez, Juan Manuel Fangio y Roberto de Vicenzo, que reposan en la zona de la Costanera Sur porteña.