El doloroso ocaso del 'jogo bonito'

Cabizbajo y con el rostro desencajado. Así se fue Neymar del Mané Garrincha después de una nueva noche de desilusión, el mismo semblante de un Brasil inseguro y vulnerable, en crisis mucho antes de la humillación por el 7-1 y con un futuro en ocaso y sin remedio efectivo para levantarse.

El '10' se marchó cubriéndose el rostro con su verdeamarela, la misma que fue gloriosa en tiempos de Pelé, Garrincha, Zico, Romario y Ronaldo, pero que ahora luce sin brillo y sin la magia de su embrujo, que la llevó a ganar cinco títulos mundiales y la convirtió en una marca registrada de talento y orgullo.

Brasil se quedó sin estrellas, sin fútbol, sin resultados.

No los perdió ahora con la inexpresiva y tibia selección olímpica que arrastra la presión de ganar una inédita medalla de oro en Juegos Olímpicos, perdió sus formas y la concepción futbolística cuando alguien decidió archivar el manual del 'jogo bonito'.

Ahí estaban los conceptos y los caminos para ganar en el fútbol, como lo hicieron en el Mundial del 70 o incluso en el 2002 con la rigidez táctica de Scolari, pero con el 'Fenómeno', Ronaldinho, Rivaldo, Kaká, Cafú y Roberto Carlos como intérpretes de lujo.

Ni qué hablar de sus dirigentes, inmersos en el escándalo de corrupción en la FIFA y sin derecho a levantar la voz, una crisis institucional y deportiva que estalló en medio de la tormenta política que dejó a la presidenta suspendida Dilma Rousseff al borde del juicio político.

Esa es la pregunta que circula entre la torcida. ¿Quién salva a Brasil? ¿Neymar?

El Mané Garrincha explotó con el 0-0 ante Irak: "¡Martaaa... Martaaa... Martaaa!". No había peor lugar en el mundo para el 'menino' que Brasilia en ese momento. La torcida le cayó al '10' con todo el rigor, soltando una rabia acumulada de frustraciones.

"Pedimos disculpas a los aficionados, al pueblo de Brasilia que llenó el estadio para acompañar al equipo, pero no conseguimos darle una respuesta", dijo un lacónico Rogério Micale para explicar lo sucedido ante los iraquíes, que reventaban en emoción por la hazaña de sacar su arco sin fisuras.

Brasil se acostumbró a sepultarse entre fracasos. Dunga llevó a la 'canarinha' a ganar el último título importante: la Copa de las Confederaciones de la FIFA en 2013, un año antes de la tragedia del Mundial, dos años de la horrorosa participación en la Copa América de Chile, tres años antes de sus decepcionante Copa América Centenario.

El país que reinventó el fútbol y se puso a bailar con el balón no se reconoce en el estilo gris y sin gracia que por ahora tiene a la seleçao sin boleto para el Mundial de Rusia-2018 -sexto en la clasificatoria sudamericana-, un presente que la torcida comienza a acostumbrarse.

"Algo está pasando en el fútbol brasileño, duele reconocerlo", se limitó a decir el 'Fenómeno' Ronaldo, devenido en comentarista de la televisión y uno de los últimos grandes exponentes del 'jogo bonito'.

Brasil está obligado a ganar contra viento y marea el miércoles. Dinamarca, líder del Grupo A con 4 puntos, no será tarea fácil, y como Sudáfrica o la misma Irak, podría aprovecharse del nerviosismo que rodea al equipo y fulminarla con un nocaut doloroso.

Las tormenta se posó sobre Brasil.

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