La hora de la verdad para Deschamps como entrenador

La ola de bajas y la polémica por las acusaciones de racismo sacudieron la preparación de la Eurocopa para Didier Deschamps, que ha podido sobreponerse a todos los contratiempos y ha guiado a Francia a semifinales de la Eurocopa, donde se mide el jueves a Alemania, en su posiblemente mayor examen hasta ahora como entrenador.

El técnico de 47 años puede repetir ahora en los banquillos su condición de talismán como jugador, donde estuvo en los títulos del Mundial-1998 y la Eurocopa-2000.

Dos años después de la derrota en cuartos de final (1-0) ante Alemania en el Mundial de Brasil, Deschamps quiere una revancha.

El once que alineará el jueves en el Velodrome de Marsella está muy lejos del que tenía en mente a principios de año. Pero entonces no sabía la cascada de lesiones y de bajas por asuntos extradeportivas a la que iba a tener que resistir.

Llegando a semifinales, los Bleus han cumplido ya la misión fijada por el presidente de la Federación Francesa, Noël le Graét, pero Deschamps no quiere detenerse ahí.

Una victoria ante Alemania no sólo ayudaría a vengar la vieja derrota del Mundial-1982, un trauma histórico del fútbol francés, sino que perpetuaría su propio mito: el de un jugador reconvertido a entrenador acompañado por la buena suerte y que termina siempre cayendo de pie.

"Se dice que Didier tiene mucha suerte, pero no tiene nada que ver. Son las circunstancias las que se dan así", estima en declaraciones a la AFP Patrick Battiston, que en la derrota de 1982 ante los alemanes terminó en camilla tras un fuerte golpe del arquero rival.

¿Buena suerte? Lo cierto es que Francia se ha plantado en las semifinales sin tener que jugar ante grandes selecciones, sino ante equipos de segunda fila (Rumanía, Albania, Suiza, Irlanda, Islandia) y Alemania llega a la cita de semifinales con varias bajas, que le restan teóricamente posibilidades.

Pero más allá de la fortuna, Deschamps ha demostrado una capacidad brillante para esquivar los rayos en mitad de la tormenta.

El escándalo del chantaje con un vídeo sexual que provocó la imputación y veto para la Eurocopa de Karim Benzema fue un ejemplo. Después tuvo que hacer frente al control positivo de Mamadou Sakho y a las bajas por lesión (Varane, Diarra, Mathieu). Deschamps no se desvió del objetivo y del norte que se fijó cuando tomó las riendas del equipo en 2012: ser campeón de Europa en casa.

Su táctica para resistir ha sido no entrar en las polémicas.

"No quiero entrar en ese debate. Estoy concentrado en la competición", afirmó a la AFP el pasado 2 de junio, justo después de las incendiarias declaraciones de Benzema, que le acusaba de haber cedido a las presiones "de una parte racista de Francia" para no seleccionarle.

La casa de Deschamps en Bretaña fue incluso objeto de una pintada con la palabra "Racista".

"¿Cómo queréis que no le afecte? ¿Por qué no lo dice? Por pudor, quizás", admitió su adjunto, Guy Stéphan, al diario L'Équipe.

El exmediocampista del Marsella, con el que ganó en 1993 la única Liga de Campeones de un club francés, se ha acostumbrado en cuatro años al frente de los Bleus a caminar por una cuerda haciendo equilibrios.

Fue elegido como pacificador. En 2010, la célebre huelga de entrenamiento en Sudáfrica había hecho temblar los cimientos del equipo nacional y en la Eurocopa-2012 todavía había réplicas de ese terremoto. En esa cita continental de hace cuatro años, Francia llegó a cuartos de final.

Deschamps tuvo muchos problemas para clasificar al equipo al Mundial de Brasil, con un 3-0 épico en la vuelta del repechaje ante Ucrania, ante quien había perdido 2-0 en Kiev. Una prueba más de que siempre resiste.

En Brasil-2014, los cuartos de final fueron el techo, perdiendo 1-0 ante Alemania.

Su carácter de competidor se forjó sobre todo en Italia (1994-1999 en la Juventus) y su popularidad está en un punto alto. Su contrato llega hasta el Mundial-2018, pero el balance de esta Eurocopa se presenta muy importante para el rumbo de su carrera a partir de ahora.

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