Robin Ficker, el ruidoso aficionado que atormentó a Michael Jordan y obligó a cambiar las reglas de la NBA

  • Durante 12 largos años Ficker se convirtió en la pesadilla de los equipos que visitaban el USAir Arena, el antiguo estadio de los Washington Bullets. Sus legendarias discusiones con Phil Jackson o Michael Jordan hicieron que la liga profesional de baloncesto estadounidense impidiese a los aficionados que se sientan detrás de los banquillos dirigirse a los jugadores.

A sus 68 años, Robin Ficker es un experimentado y reputado abogado de Washington DC. Ha participado en más de 25.000 casos e incluso ha sido candidato a las primarias republicanas para el Senado en tres ocasiones. Sin embargo, cuando sale de la oficina y se quita el traje, Ficker se convierte en el aficionado deportivo más apasionado, conocido y molesto 2013al menos para los equipos rivales2013 de Estados Unidos.     

Durante largos 12 años, Ficker martilleó con sus comentarios los oídos de todas las estrellas de la NBA que se enfrentaban al equipo de sus amores, los Washington Bullets. Entre 1985 y 1997 se sentó justo detrás del banquillo visitante en el USAir Arena, el antiguo estadio del equipo capitalino.

Su habilidad para sacar de quicio los contrarios era tal que en una ocasión, durante un partido contra los Jazz de Utah, el personal de seguridad tuvo que saltar a la cancha para evitar que el entrenador Frank Layden le agrediese. Ficker, 'ávido lector', según él mismo se defina, sabía cuál era el punto débil de Layden: acababa de ser nombrado el técnico peor vestido de la liga y, cada vez que se lo recordaban, enfurecía.

'No hay nada de malo en lo que hago', asegura el abogado 'forofo' en un documental que le ha dedicado la web deportiva Bleacher Report, en el que asegura que su única misión durante los partidos era 'desviar la atención de los rivales para que no se concentrasen en el partido'.

Para ello, se enteraba con suficiente antelación de cuál sería el siguiente equipo en visitar a los Bullets y estudiaba todo lo que se había publicado sobre sus jugadores y su técnico. 'Trataba de utilizar el humor para convertirme en el sexto hombre del equipo y mantener la ventaja de campo', confiesa.

Legendarias fueron sus discusiones con Phil Jackson, ex entrenador de los Chicago Bulls y Los Ángeles Lakers. En 1993, con ocasión de la final entre los Bulls y los Phoenix Suns, Charles Barkley, entonces estrella del equipo de Arizona y amigo personal de Ficker, le invitó al primer partido y le consiguió asientos justo detrás del banquillo en el que se sentaban Phil Jackson y Michael Jordan.

Ficker no tardó en comenzar su show. Primero sacó unas cartas y unos dados de gran tamaño para recordarle a 'Air Jordan' su desmedida pasión por el juego, aireada por los tabloides estadounidenses. Después la tomó con el entrenador de los Bulls.

Armado con un altavoz de mano, leyó extractos de 'Maverick', la autobiografía escrita por el Phil Jackson, en la que contaba con todo lujo de detalles sus gustos sexuales. El entonces entrenador del equipo de Chicago recordó el incidente en su segundo libro, 'Canastas sagradas: lecciones espirituales de un guerrero de los tableros'.

'Phil se volvió loco', recuerda Ficker entre risas. 'Le dije que, si no le gustaba escucharlo, no lo tendría que haber escrito'. El aficionado más temido de la NBA sólo pudo atormentar a los Bulls durante un cuarto de aquel partido. Acabó por ser desalojado.

Cambio de reglas

Aquel incidente hizo que David Stern, comisionado de la NBA, comenzase a plantearse la necesidad de establecer una normativa de buen comportamiento de los aficionados, sobre todo de aquellos que se sientan detrás de los banquillos de los jugadores.

En 1997 se aprobó la llamada 'regla Ficker', que básicamente prohíbe a cualquier espectador interferir en las conversaciones del entrenador con sus jugadores durante las pausas y los tiempos libres, precisamente la especialidad de Robin Ficker.

'Entonces, ¿por qué permiten a la gente que se siente junto al banquillo?, se pregunta el apasionado fan, para el que la Liga 'no puede decidir' qué es lo que los aficionados tienen que decir: 'si no, que los partidos se jueguen en un estudio de televisión'.

Al final de esa misma temporada, y aprovechando el cambio de estadio, los Washington Bullets 2013ya convertidos en Wizards2013 cambiaron los asientos de Ficker y le alejaron del banco visitante. Como protesta, devolvió sus abonos y, desde entonces, no ha vuelto a pisar una cancha de la NBA.

'Jamás bebí alcohol en un partido, no utilicé insultos ni empleé lenguaje racista o malsonante. Todos mis comentarios podrían haberse publicado sin problema en la portada de un periódico. Lo que sí tenía era acaloradas discusiones sobre algunos aspectos del juego', se defiende Ficker.

De hecho, recuerda cómo Wes Unseld, entrenador de los Bullets entre 1987 y 1994, aseguró en una entrevista de televisión que le gustaría 'que el resto de los 19.000 aficionados que llenan el pabellón fueran como Robin Ficker'.

De la canasta a la lucha libre

Frustrado por el trato que había recibido por parte de la NBA y de su equipo, el ruidoso aficionado que obligó a cambiar las reglas del baloncesto profesional estadounidense se pasó a la lucha libre, 'donde pelean dos de mis hijos'.

Su chorro de voz y sus ingeniosas frases se han mudado del parqué al tapiz de la lucha grecorromana. Ficker se ha convertido en el talismán del equipo de la Universidad de Maryland, que desde que cuenta con este particular seguidor ha participado en cinco finales nacionales y ganado dos campeonatos.

Además, el ex hincha de los Bullets no rehúye las preguntas sobre la actualidad de la mejor liga de baloncesto del planeta. Nadie se libra de sus incisivos comentarios, ni siquiera los últimos ganadores del anillo de campeón, los Dallas Mavericks. 'Dirk Nowitzki es la prueba viviente de que puedes hacer una gran carrera en la NBA incluso si no sabes saltar', asegura Ficker, al que le gustaría ser recordado como 'el aficionado que más ama al deporte'.

Roberto Arnaz
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