Kosovo al borde del caos por unos pastizales

Unas tierras de las montañas inhabitadas de Rugova amenazan con sumir a Kosovo en el caos. La oposición tacha de traición la decisión de dárselas a Montenegro.

El pequeño Estado balcánico, que declaró su independencia de Serbia en 2008, concluyó en agosto de 2015 un acuerdo con su vecino para delimitar una frontera. Es una de las condiciones puestas por la Unión Europea para expedir visados a los kosovares, algo crucial para esta nación de 1,8 millones de habitantes, la mayoría de ellos albaneses.

Como consecuencia del acuerdo, tiene que ceder alrededor de 8.000 hectáreas con pinares, riachuelos y pastizales.

De primeras, esto no parecía plantear dificultades entre los dos países, que mantienen relaciones cordiales desde que Podgorica fue uno de los primeros en reconocer la independencia de Kosovo, para gran pesar de Serbia.

Pero la ratificación en el parlamento kosovar se posterga una y otra vez, en un contexto violento con manifestaciones, lanzamiento de gases lacrimógenos durante las sesiones parlamentarias por parte de diputados de la oposición o de granadas arrojadas por la noche contra el edificio o la televisión pública.

Entre los numerosos temas susceptibles de desembocar en conflicto en la región pocos geopolíticos hubieran incluido esta frontera difusa que nunca había dado problemas desde su instauración durante el Congreso de Berlín en 1878.

"Este acuerdo es el de la capitulación. Piden al parlamento que ratifique esta traición", protesta el diputado Albin Kurti, del partido Vetëvendosje, principal formación opositora al presidente Hashim Thaçi. Tanto es así que cree "probable" un conflicto por este asunto "de aquí a cuatro o cinco años".

Nadie cambiará de nacionalidad. Los pastores seguirán recorriendo las montañas de Rugova sin tener que preocuparse de las demarcaciones. Pero parte de los terrenos, propiedad pública, de catorce aldeas pobladas por albanes podrían acabar siendo montenegrinos.

Zymer Demëbogaj, de 65 años, un pastor de la aldea de Boge está indignado: "Damos nuestras tierras y nuestros recursos a Montenegro", la nueva frontera llega "a la puerta de nuestras casas".

Arif Demaj, que afirma tener 95 años, denuncia "un acuerdo sin sentido" e insiste en que todos los topónimos de la región son albaneses. "En todos mis años de vida no he visto un solo policía o soldado montenegrino patrullar o montar guardia en este territorio que ahora les damos", se ofusca el anciano mientras se coloca bien el turbante blanco tradicional.

Las tumbas albanesas pueden acaban en zona del vecino eslavo, "abandonadas del otro lado por Thaçi e (Isa) Mustafa", su primer ministro.

En opinión del politólogo Adrian Collaku, la oposición, que exige que la frontera sea trazada por una corte de arbitraje internacional, se mueve sobre todo por intereses políticos y quiere "derrocar al gobierno". Es una forma de deslegitimar a Thaçi, artífice de la independencia y al frente de Kosovo desde hace casi 20 años.

El primer ministro de Montenegro, Milo Djukanovic, asegura que su país no quiere "tomar ni un m2 de territorio de Kosovo", pero insta a su vecino a ratificar el acuerdo, como ha hecho él.

Rechazarlo "sería fatal en Kosovo", advierte Hashim Thaçi, que aspira a arrimar a su país a la Unión Europea. Le resultará difícil arrancar el acuerdo de los dos tercios de los 120 diputados.

Al frente de un país enfermo por corrupción, con un alto índice de desempleo y que todavía no ha normalizado sus relaciones con Serbia, Thaçi podría verse obligado a convocar elecciones anticipadas.

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