Reunión extraordinaria del gobierno en Túnez para responder a contestación social

  • El gobierno tunecino celebró este sábado una reunión extraordinaria para ver qué hacer ante una agitación social inédita desde la revolución de 2011, pero no anunció ninguna medida inmediata de lucha contra el desempleo o la exclusión social.

El primer ministro, Habib Essid, se entrevistó con los titulares de Defensa e Interior antes de presidir un consejo de ministros. Tras ello ofreció una conferencia de prensa.

Túnez está "en peligro, pese a las cosas positivas que hemos realizado, en particular en lo relativo a la transición democrática", afirmó Essid.

"Las soluciones existen, pero hay que tener un poco de paciencia y optimismo", agregó.

Según el analista Selim Kharrat, "si el gobierno tuviera soluciones que proponer, lo hubiera hecho antes de que se iniciara la crisis. No hay que olvidar que su margen de maniobra es muy limitado", en particular en el plano presupuestario, agregó.

No obstante, "podría haber tomado medida poco costosas" contra la corrupción, pero "perdió una oportunidad de dar una señal positiva", estimó Kharrat.

"Los manifestantes reclaman trabajo, pero también dirigentes íntegros y al servicio de la población", recalcó.

Este sábado reinaba una calma relativa en las ciudades en las que se produjeron últimamente enfrentamientos con la policía, al calor de un movimiento de protesta contra la miseria y la exclusión social, constató la AFP.

En Kasserine, una localidad del centro de Túnez donde comenzó la movilización tras la muerte de un joven desempleado, la vida ha recobrado la normalidad.

En Sidi Bouzid, cerca de Kasserine, algunos estudiantes de secundaria incendiaron neumáticos, pero no hubo más incidentes.

Precisamente en Sidi Bouzid fue donde el vendedor ambulante Mohammed Bouazizi se prendió fuego en diciembre de 2010, desencadenando una revolución que en menos de un mes terminó con el régimen de Zine el Abidine Ben Ali y dio inicio a la llamada Primavera Árabe.

La tensión comenzó el 16 de enero en Kasserine, una ciudad de 80.000 habitantes, cuando un desempleado de 28 años, Ridha Yahyaoui, murió electrocutado tras subirse a un poste de alta tensión. El joven protestaba junto con otros por su retirada de la lista de una bolsa de trabajo de la función pública.

Las protestas se extendieron rápidamente, lo que demuestra la persistencia de la cólera ante la exclusión social, en un país considerado como el modelo de la Primavera Árabe y que sin embargo arrastra una situación económica difícil.

El viernes, en una alocución televisada, el presidente Beji Caid Essebsi consideró que la contestación es "natural", y pidió al gobierno elaborar un plan contra el desempleo, porque "sin trabajo no hay dignidad".

"No tenemos una varita mágica para darle trabajo a todo el mundo al mismo tiempo", dijo por su lado el primer ministro, que afirmó "entender" el movimiento.

En algunas ciudades se incendiaron comisarías de policía y hubo "saqueos" en un barrio popular de la capital.

El viernes, un total de 261 personas fueron detenidas por alteración del orden público y 84 por vulnerar el toque de queda, según el ministerio del Interior.

Ante la violencia, el gobierno decretó a partir del viernes un toque de queda nocturno. El presidente advirtió que las protestas no deben ser manipuladas por "manos malintencionadas", haciendo así una alusión velada a algunos partidos políticos y al grupo yihadista Estado Islámico, autor de tres atentados en el país en 2015.

El desempleo en Túnez alcanza una media de 15% a nivel nacional, lo que se duplica entre los diplomados en estudios superiores. Estas tasas son más altas en el interior del país.

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