Los niños en Siria viven aterrados, agotados y muchos intentan suicidarse

Aterrados, agotados e intentos de suicidio, así viven los niños en Siria
Aterrados, agotados e intentos de suicidio, así viven los niños en Siria

“Siempre estoy enfadado, todo el tiempo.” “Tengo miedo de ir al colegio y que un avión nos bombardee.” “Estoy enfadado porque el niño de mis vecinos está en el hospital, le alcanzó una bomba y está herido.” ¿Qué pasa si todos estos años pasan y no llego a ser nada? No es justo.” Quienes pronuncian estas desgarradoras palabras son las generación pérdida de Siria, los millones de niños y niñas que viven en el miedo diario a los bombardeos y los ataques aéreos. Son ya seis años de conflicto en el país. Los pequeños, los más vulnerables, sufren las secuelas psicológicas del conflicto que a largo plazo aumentan el riesgo de suicidios, problemas cardíacos, diabetes, abuso de sustancias y depresión.

Los ataques destruyen sus hogares, les matan a ellos y a sus familia. Vivir durante años así afecta a su salud mental de forma severa y provoca daños psicológicos que podrían ser irreversibles si no reciben ayuda inmediata. Así lo revela un estudio de Save the Children sobre salud mental realizados entre niños refugiados sirios que han mostrado niveles sobrecogedores de trauma y angustia. El informe Heridas Invisibles (puede consultarlo aquí) revela que muchos niños sirios están en riesgo de vivir en un estado de estrés tóxico, la forma más peligrosa de reacción al estrés que puede darse cuando los niños experimentan el peligro de una forma tan dura, frecuente y prolongada sin suficiente apoyo por parte de personas adultas.Los niños sienten pena y tristeza...dos de cada tres ha perdido a algún ser querido 

Los niños menores de 12 años, que han pasado la mayor parte de sus vidas en medio de la guerra, son especialmente conscientes de los ataques aéreos y los bombardeos y el peligro inminente que entrañan. Además de asustarles, los menores cuentan cómo el impacto de los ataques libera otras emociones como rabia y tristeza. La mitad de los niños tienen sentimientos constantes de pena o tristeza y el 78% experimenta estos sentimientos en algún momento del día. A raíz de las entrevistas se calcula que dos de cada tres niños han perdido a un ser querido, sus casas han sido bombardeadas o han sufrido alguna lesión.Una educación hecha añicos

Zainab, de solo 11 años, vive en una tienda con su familia en un campamento para desplazados sirios. Pese a su corta edad, sus palabras reflejan una madurez impropia de su corta edad. “Siento que he visto tantas cosas terribles. Necesitamos volver a la escuela para poder estudiar y tener una educación. Hay personas, como mi hermano, que han renunciado a todo y han olvidado todo lo que sabían. Le preguntas cuánto es uno por dos o uno más uno y no lo sabe. Muchos niños no saben ni las letras del abecedario, todo se ha esfumado. Les ha afectado la violencia. Perdí dos años de colegio y mi hermano ha crecido sin estudiar a penas. ¿Qué pasa si me hago vieja y sigo así y pierdo todo mi futuro? Quiero estudiar y crecer y también enseñar a mis hijos. Quiero ser profesora”, se pregunta la pequeña.Uno de cada tres niños está sin escolarizar 

Los niños de 12 años y más son perfectamente conscientes de que sus posibilidades de una vida mejor están íntimamente ligadas a poder terminar sus estudios. Hoy día, la tasa de matriculación en Siria está entre las más bajas del mundo, con casi uno de cada tres niños en edad escolar sin escolarizar. Además, 1,35 millones de niños y niñas  corren el peligro de abandonar la escuela. En las provincias de Alepo y Quneitra, hasta el 90% de los niños han abandonado la escuela. Se están revirtiendo décadas de progreso educativo.Signos de angustia 

Firas, padre de Saeed asegura que “mi hijo se despierta asustado en mitad de la noche. Se despierta gritando. Así es cómo está afectando a los niños. Tiene malos sueños y se despierta llorando y a veces sale corriendo a la calle. Tiene pesadillas debido a la guerra y a los bombardeos aéreos. Porque tiene miedo. Asesinaron a un niño delante de él y empezó a soñar que alguien venía a asesinarle a él. Un niño que ha presenciado una decapitación, ¿cómo no va a tener miedo?” 

El 89% de las personas adultas dijeron que los niños sufren sentimientos de miedo persistentes, mientras que el 80,5% declaró que el hecho de estar rodeados de violencia conducía a niños y niñas a ser cada vez más agresivos, pelearse y gritar a sus amigos o acosar a otros niños. Varios menores afirmaron querer vengarse de la violencia infligida sobre ellos y sus familias

Esta tensión constante en la infancia se manifiesta de diferente formas: aumento de casos de niños y niñas que mojan la cama, micción involuntaria en público, dificultades al hablar o pérdida total del habla, aumento de la agresividad, abuso de sustancias, autolesiones e incluso intentos de suicidio entre menores de tan solo 12 años.

El 80% de las personas adultas señalan que el hecho de estar rodeados de violencia conduce a niños y niñas a ser cada vez más agresivos, pelearse y gritar a sus amigos o acosar a otros niños. Varios menores afirmaron querer vengarse de la violencia infligida sobre ellos y sus familias.

"Me enfado cuando muere alguien de mi familia o mis amigos. Me duele el pecho y no puedo respirar, así que me quedo solo, porque no quiero gritar ni golpear a nadie”, asegura le joven Saif de 17 añosFamilias desgarradas

Lo que más enfada a los adolescentes es el hecho de que la violencia se ha llevado a sus seres queridos. Además de los familiares y amigos que han muerto, insisten en el miedo que tienen a los arrestos y las detenciones, ya que desde el inicio del conflicto han desaparecido decenas de miles de personas. Otros temen la separación familiar cuando tienen que huir de los combates a toda prisa y dejar atrás sus hogares.

Esta pérdida y alteración en sus familias puede llevar a altas tasas de depresión y ansiedad en los niños. La enorme cantidad de víctimas en Siria ha dejado un número desconocido de niños y niñas huérfanos. El 77% de las personas adultas dice conocer a niños que han perdido a su padre, madre o ambos.   “Lo más estresante y aterrador para los padres era salir de casa y no encontrar a nadie de su familia al volver. Eso le pasó a alguien que conozco", concluye Hesham, maestro de escuela sirio, que vive con su hija Nour, de dos años, en un campo para desplazados en Siria.

Mostrar comentarios