Corte de París se dispone a dictar sentencia sobre acusados de genocidio ruandés

Una corte de París dictaminará este miércoles, después de dos meses de juicio si dos exalcaldes ruandeses participaron en el genocidio de los tutsis en su localidad de Kabarondo en abril de 1994.

Es la segunda vez que la justicia francesa se pronuncia en un caso relacionado con el genocidio ruandés, que se cobró 800.000 muertos, principalmente tutsis, durante cien días en 1994.

El primer caso fue, en 2014, el del excapitán del ejército Pascal Simbikamgwa, condenado por la justicia francesa a 25 años de cárcel.

El fiscal Philippe Courroye pidió contra ambos exalcaldes la cadena perpetua, afirmando que ambos fueron "supervisores" y "verdugos activos".

Los interesados, Tito Barahira, de 65 años, y Octavien Ngenzi, de 58, se defendieron explicando su impotencia ante un caos que no vieron venir, en una comuna rural en la que tutsis y hutus vivían "bien".

"No fui capaz de protegerlos" pero "no soy culpable del genocidio", repitió Ngenzi.

Sus abogados han defendido en su favor "la duda razonable" que emerge de unos testigos que durante el proceso incurrieron en contradicciones.

La acusación pidió en cambio a los jurados que vieran "la coherencia del conjunto" que se desprende de los testimonios de los supervivientes para condenar a los dos ruandeses, detenidos en Francia y juzgados en virtud de la competencia universal de las jurisdicciones francesas.

Se trata de un proceso excepcional con casi 250 horas de debates filmados, audiencias interminables, unos cien testigos, más de 30 toneladas de documentación e incluso un cambio de presidente durante el juicio.

Tras más de ocho semanas de debates, se ha ido vislumbrando un genocidio entre vecinos, en las colinas aledañas donde en otras épocas los habitantes trabajaban juntos. Un crimen lejos de los centros de poder, al contrario del proceso de Simbikangwa, un hombre influyente en la capital.

Según el cura de la iglesia de Kabarondo, Oreste Incimatata, más de 2.000 personas murieron en un solo día, el 13 de abril de 1994, en el templo, donde se habían refugiado campesinos tutsis esperando encontrar un refugio.

La masacre, a base de machetes, granadas y morteros, duró más de siete horas.

El sacerdote cuenta cómo se acostumbró "a ver a los hombre caer" y recuerda a "bebés pegados al pecho de su madre muerta".

Como en otras zonas de Ruanda, donde las matanzas empezaron poco después del atentado contra el presidente hutu Juvenal Habyarimana el 6 de abril de 1994, masacres y ejecuciones se sucederán en Kabarondo.

La acusación ve en los alcaldes el motor de la maquina del genocidio. Ngenzi es un "oportunista", Barahira "pétreo", que "negó la existencia del genocidio". "Ngenzi es el alcalde, el dirigente", Barahira "un oficial del machete".

La defensa intentó suavizar la imagen de un Barahira sanguinario, visto por múltiples testigos entre los asesinos. Un hombre "al final del camino", que está en tratamiento por diálisis tres veces por semana

El veredicto se espera durante la jornada.

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