Marjah es un campo de minas

  • La Operación Moshtarak ("juntos") emprendida contra el bastión talibán de Marjah en Afganistán llevará al menos un mes, según fuentes oficiales. Pero la población de la zona ya comienza a quedarse sin comida y muchos se han desplazado a una localidad cercana en busca de ayuda, mientras otros permanecen atrapados en sus casas rodeados de minas plantadas por los talibanes. Estos artefactos de fabricación casera y la desconfianza de la población son los principales problemas a los que se enfrentan las fuerzas aliadas en estos nuevos enfrentamientos.
Jean MacKenzie y Mohammad Ilyas Dayee | GlobalPost

(Lashkar Gah, Afganistán). La Operación Moshtarak, o la Batalla de Marjah, ha sido calificada como la operación decisiva de la guerra en Afganistán, al estilo de Stalingrado durante la Segunda Guerra Mundial. “[Esta operación] demolerá a los talibanes”, según los estrategas militares, y dará un vuelco a un conflicto que parece retrasarse irremediablemente. También se trata de la primera gran prueba a la que se enfrenta la nueva estrategia de Estados Unidos, con el destacamento principal de sus tropas en esta batalla junto a cinco brigadas de las fuerzas afganas y unos 4.000 soldados británicos. Se trata de una oportunidad para comprobar si el plan de “afganizar” la guerra en un plazo de 18 meses obtendrá sus frutos.

Pero después de tres días de combate, puede que los pocos y polvorientos metros cuadrados de terrenos agrícolas en medio de la provincia de Helmand no vivan conforme a todo el bombo publicitario que se le está dando a la operación. Unos portavoces militares han reconocido que se han encontrado con menos resistencia de la esperada; Gulab Mangal, el gobernador de Helmand, confirmó el domingo que los enfrentamientos han sido más bien esporádicos. “La situación aquí está calmada, no ha habido enfrentamientos encarnizados.”

Desde luego, los talibanes están en enorme desventaja: hay 15.000 soldados enfrentándose a, como mucho, 2.000 insurgentes. El portavoz talibán Qari Yusuf Ahmadi ha dicho que esto no es más que un singo de la “debilidad moral” del comando aliado y ha añadido que “las fuerzas internacionales y afganas han probado su cobardía”.

Los talibanes hicieron una “buena” entrada en escena al inicio de la batalla, derribando a un paracaidista en el área de Loy Charahi, en Marjah. Pero al final del primer día, ya estaban flaqueando. “La mayoría de los talibanes están abandonando Marjah, [porque] no pueden resistir [la ofensiva]”, comenta un miembro del consejo ciudadano de Marjah, que habla a condición de mantener el anonimato.

El reto de las bombas caseras

Los insurgentes han hecho lo que han podido para igualar el marcador. Los estadounidenses no ocultaron que Marjah era su próximo objetivo e incluso esparcieron panfletos por la zona durante las semanas anteriores al ataque, advirtiendo a los civiles y a los insurgentes que la batalla estaba cerca. Los talibanes aprovecharon el tiempo para sembrar la zona con “artefactos explosivos improvisados” o caseros (IED, por sus siglas inglesas).

Mulá Osmani, un comandante talibán de Marjah, ha alardeado de que no ha quedado apenas un palmo de la zona que no esté minado: “Hemos colocado explosivos en las carreteras y los puentes, los campos y el desierto, en cada una de las rutas donde la gente camina o cabalga. Hemos informado a todos los lugareños para que no abandonen sus casas, a no ser que haya una emergencia. Si necesitan salir, pueden ponerse en contacto con nosotros y les enseñaremos por dónde ir o inhabilitaremos la mina [correspondiente]”.

Ahmad Ahamdi, residente del área de Saipan en Marjah, asegura haber visto a los talibanes colocar minas cerca de su casa: “Han puesto 35 artefactos interconectados a tan sólo 200 metros de mi puerta. Aquí pueden morir muchos soldados”.

Algunas informaciones estiman que se han enterrado cerca de 70.000 minas y otros tipos de IED. La preponderancia de explosivos desde luego complica los movimientos de las fuerzas conjuntas contra los talibanes, según han reconocido los oficiales militares. Pero el general Sher Mohammad Zazai, comandante de la compañía Atal 205 está convencido de que con "seis grandes batallones del Ejército afgano y seis batallones de la ISAF [Fuerzas de Seguridad Internacionales, incluida la OTAN]" llevando esta operación de forma conjunta, “los talibanes no podrán sobrevivir a esta operación en ningún caso". Sí ha reconocido que "hay un reto grande en la zona: las minas, que podrían retrasar la operación”.

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Corazones y conciencias

El general Rahim Wardak, ministro de Defensa afgano, también ha dicho que la batalla tardará en llegar a su fin: “Esta operación llevará al menos un mes. No podemos hacer frente a todos estos retos, incluyendo las minas y los movimientos del enemigo, más rápidamente. Pero prometemos a la gente de Marjah que allanaremos el camino para que puedan llevar una vida en buenas condiciones”.

Sin embargo, los ciudadanos de Marjah, atrapados entre talibanes, minas y los violentos ataques de los militares, no están de humor para tener paciencia. “El gobernador dijo que no habría bombardeos aéreos, pero hay aviones soltando bombas en este mismo instante. La situación es terrorífica. Podrían morir docenas de civiles”, se queja Zahir Jan, un ciudadano de Marjah.

En el asalto inicial sobre Marjah, hubo 60 helicópteros implicados, según fuentes afganas. Y no tuvo que pasar mucho tiempo hasta que surgieron las primeras bajas civiles, con el lanzamiento de dos misiles dirigidos a lo que pensaban que era un refugio de insurgentes matando a 12 miembros de una misma familia. El uso del tipo de misiles empleado en el incidente está suspendido hasta que una investigación aclare lo sucedido.

Abdul Rahman Saber, miembro del consejo ciudadano de Marjah y antiguo jefe de Policía en Helmand, asegura que la Operación Moshtarak ha llegado justo a tiempo: “La gente estará contenta si la operación tiene éxito y si todas las promesas de reconstrucción y desarrollo se cumplen. Pero si no es así, esto será un desastre”.

Los ciudadanos atrapados en sus casas se están quedando sin comida, según Saber, algo que podría convertirse en un verdadero problema si la operación se prolonga varias semanas.

Otra dificultad creciente son los desplazamientos provocados por el combate. Más de 900 familias han huido de Marjah a Lashkar Gah, a unos 24 kilómetros, donde están creando problemas a los recursos de la Media Luna Roja. “Comenzamos proporcionando asistencia a 750 familias”, explica Ghulam Farooq Noorzai, jefe del departamento de refugiados de Helmand. Ahora hay colas de gente en el centro de Lashkar Gah esperando comida, mantas y otros materiales de emergencia.

Aunque Ahmadullah Ahmadi, jefe de la Media Luna Roja en Helmand, insiste en que la organización está preparada para “dar asistencia a 2.000 familias” y añade que “en dos días incluso iremos a Marjah a ayudar aquellos que no han conseguido llegar a Lashkar Gah”. Pero Sharifullah, que se presenta a sí mismo como uno de los desplazados de Marjah, no ha conseguido obtener ayuda. “Llevo aquí desde esta mañana, pero no tengo a mi madre y a mi hermana conmigo. No pude sacarlas de Marja, tampoco mis bienes. Los talibanes no me dejaron. Y ahora me dicen que sólo están dando asistencia a los que vienen con mujeres y niños. No es justo.”

Los talibanes alternan bravuconadas con un desprecio sobre toda la operación. “Sinceramente, Marjah no es tan importante para nosotros”, ha asegurado su portavoz, Qari Yusuf Ahmady. “Mis amigos y colegas están en la zona. Tenemos más de 2.000 combatientes voluntarios. No nos rendiremos fácilmente. Pero eso no quiere decir que Marjah signifique todo para nosotros. Si Alá quiere, dejaremos Marjah. Tenemos un lugar en los corazones de la gente en todas partes.”

Pero muchos ciudadanos de Marjah no lo ven así. Uno de ellos, que prefería no facilitar su nombre, asegura que “ya no queremos a los talibanes [aquí], pero no queremos a nadie que traiga enfrentamientos” y añade: “únicamente queremos algo de paz y desarrollo”.

Los datos sobre las víctimas mortales son difíciles de comprobar, pero los informes preliminares aseguran que durante los dos primeros días de la operación murieron 27 talibanes. El ministro de Defensa afgano ha reconocido un par de heridos en su Ejército y ha habido víctimas entre las fuerzas de la ISAF, aunque no se han confirmado oficialmente.

Después de la batalla

Con una victoria militar prácticamente asegurada, tanto los ciudadanos de a pie como los militares están mirando ya hacia la fase post-operación. El general McChrystal ha convertido la lucha por ganarse la confianza de la población la piedra angular de su estrategia contra los insurgentes. Pero la presión para que muestre resultados pronto es grande: Barack Obama ya anunció que las tropas estadounidenses comenzarían a abandonar Afganistán en julio de 2011.

Ésta podría ser una de las razones para el énfasis puesto en que la Operación Moshtarak, que significa “juntos” en Dari, esté liderada –según McChrystal- por los afganos. El Gobierno afgano tiene un batallón de oficiales de policía listos para garantizar la seguridad tras la operación, según el ministro de Interior, Hanif Atmar, que ha declarado: “Ayudaremos a los líderes tribales en operaciones de búsqueda y facilitaremos el camino para un buen gobierno”.

“Buen gobierno” es una forma breve de referirse al fin del alto grado de corrupción y abusos que han marcado la suerte de muchos ciudadanos afganos en manos de su propio Gobierno. Han oído muchas promesas durante años y ahora se mantienen escépticos; no confían en que esta vez sea diferente. Según el autor y analista Felix Kühn, durante una conferencia en Londres la semana pasada, la gente del sur de Afganistán está tan alienada desde Kabul como puedan estarlo desde Washington o Bonn y afirma que “el Gobierno central [afgano] es inexistente en el sur de Afganistán”.

Aziz Ahmad Tassal ha contribuido a la elaboración de este artículo desde Kabul (capital de Afganistán).

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