Expertos alertan de que el cambio climático degrada el suelo del planeta


La secretaria general de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo, Irene Ortiz; el ingeniero agrónomo y catedrático emérito de la Universidad de Lleida Jaume Porta, y el director del Servicio de Conservación de Recursos Naturales del Departamento de Agricultura de EEUU, Michael Robotham, advirtieron este jueves, en un encuentro informativo en Servimedia, sobre los efectos del cambio climático en la conservación del suelo.
Con motivo de la designación de 2015 como Año Internacional de los Suelos por parte de la ONU, los expertos pretenden concienciar a gobiernos y ciudadanos sobre la importancia de conservar el suelo y los problemas asociados a su degradación.
Este fue de hecho el objetivo de la FAO (Organización para la Agricultura y la Alimentación) cuando propuso a Naciones Unidas declarar 2015 Año Internacional de los Suelos, con el fin de alertar sobre la pérdida de suelo a escala planetaria y difundir buenas prácticas para su conservación. La destrucción de suelo está detrás de fenómenos como las migraciones y la guerra.
Según Porta, la riqueza de un suelo depende “de la cantidad de materia orgánica que puede contener”, y ello varía en función del deshielo (en los polos), de un aumento o una disminución en las temperaturas, del régimen de lluvias y nieves, etc. Por eso es importante estudiarlo, prosiguió, así como evitar las prácticas que “ya sabemos que lo destruyen”.
Entre estas prácticas figuran la urbanización en terrenos fértiles próximos a las ciudades, la utilización de suelo agrícola para la industria, el abuso del regadío, la deforestación, los incendios, la contaminación, etc.
Se sabe que el 25% de los regadíos de todo el planeta están “salinizados” por carecer de un buen drenaje que filtre los minerales del agua, y también que en España hay embalses que han perdido el 70% de su capacidad por colmatación. Estas son algunas consecuencias más de la degradación del suelo, así como el descenso en la producción agraria o la falta de agua.
Entre las buenas prácticas que este año internacional quiere difundir destacan la protección de los terrenos agrarios más fértiles, la construcción (residencial o industrial) en terrenos ya usados antes que “extender las ciudades”, el empleo de técnicas de regadío eficientes, la selección del suelo en función de sus características y del empleo que se le quiere dar, etc.
Ortiz lamentó la “falta de sensibilidad” que existe en España sobre este asunto, y achacó dicho desinterés al hecho de que “un suelo tarda mucho en degradarse”.
Un agricultor no percibe hasta 20 años después el efecto de unas lluvias torrenciales en su cosecha, y los vecinos de una zona residencial nueva en una ciudad tampoco se dan cuenta del daño causado hasta la siguiente generación. “Por eso nadie toma medidas”, afirmó.
Sin embargo, sí es posible mejorar la situación y se refirió a los avances conseguidos en Estados Unidos desde los años 30. En este país hay zonas de gran riqueza agrícola cerca de ciudades “donde no se puede construir”, y cuentan con un mapa nacional completo del suelo de todo el territorio, que empezaron a confeccionar en 1924.
Por el contrario, en España carecemos de estos datos, que solo existen, y de forma muy parcial, en Cataluña, Navarra y Galicia.

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