¿Generación perdida? El drama del paro juvenil se extiende por Europa

  • La Unión Europea destinará más de 20.000 millones a impulsar medidas que favorezcan el empleo entre los más jóvenes. El drama ha superado las fronteras españolas (donde uno de cada dos menores de 25 años que quiere trabajar está en paro) y afecta ya al 22% en la UE de 27 miembros. ¿Está incubándose en el Viejo Continente una generación perdida?
Bruselas enviará un grupo de expertos a España para reducir el paro juvenil
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Álex Medina R.
Álex Medina R.

Grecia se hunde, el Reino Unido amaga con romper la Unión, los bancos no saben cómo limpiar sus balances y los mercados exprimen la deuda soberana... Pero la última cumbre comunitaria abordó un plan especial contra el desempleo juvenil, que redistribuirá unos 22.000 millones en medidas urgentes.

¿Tan grave es la situación? ¿Se puede hablar de generación perdida en toda Europa, tal y como ya se acuñó el término durante la Gran Depresión tras el crac del 29?

Antes de generalizar, España es un caso fuera de cualquier catalogación cuerda, con una tasa de paro del 48,7% entre los menores de 25 años, la peor del mundo desarrollado (como siempre nos recuerda la OCDE): de los 5,2 millones de parados, casi 900.000 han nacido aquí.

El problema es que la UE de 27 miembros acarrea ya una cifra de paro juvenil preocupante del 22,1% al cierre de 2011, según los datos difundidos ayer mismo por Eurostat. El porcentaje no se relaja demasiado si se quitan a los nuevos estados miembros, dado que en la eurozona el dígito queda en el 21,3%.

Uno puesto detrás de otro, son 5.493.000 los europeos de menos de 25 años que desearían trabajar, pero no lo consiguen. Justo antes de que la crisis financiera se llevase los buenos tiempos por delante, la UE presentaba una tasa de desempleo joven del 15%.

Así que hemos empeorado siete puntos y no todos son culpa de España. Otras naciones como Bélgica, Irlanda, Francia, Italia, Reino Unido o Suecia superan el 20% de paro entre los menores de 25 años. De oeste a este, el desempleo se extiende por todo el continente y casi no deja supervivientes en el camino.

Alemania, como en casi todo en esta segunda parte de la crisis, es la excepción. Con unas tasas instaladas en la media comunitaria hace un lustro, su desempleo juvenil es ahora del 7,8% gracias a la generalización de los mini-empleos.

Y el ejemplo alemán sirve para introducir otro punto al debate de la generación perdida. Ya no es sólo un problema de no encontrar un empleo, sino que el acceso al mercado laboral se produce en condiciones más precarias, con menores salarios en proporción. Al final, eso repercute en el desarrollo de la carrera de los jóvenes.

O, como dice la Organización Internacional del Trabajo en su último informe sobre tendencias en el mercado laboral entre los jóvenes, "existe un vínculo comprobado entre el desempleo juvenil y la exclusión social. La incapacidad de encontrar empleo genera una sensación de inutilidad y ociosidad entre los jóvenes, y puede elevar los índices de criminalidad, problemas de salud mental, violencia, conflictos y consumo de estupefacientes".

Eso, desde un punto de vista social. La escalada de consecuencias en un ámbito estrictamente económico son más trágicas, si cabe: "La ociosidad entre los jóvenes es costosa. No contribuye al bienestar económico del país, al contrario: la pérdida de ingreso en la generación más joven se traduce en una falta de ahorros así como una pérdida en la demanda global".

Concretamente, los jóvenes que no pueden ganarse la vida "tienen que ser mantenidos por sus familias, lo que disminuye la cantidad de dinero que queda para gastar e invertir a nivel del hogar". Al final, "las sociedades pierden lo que han invertido en la educación y los gobiernos no reciben contribuciones en sus sistemas de seguridad social".

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