¿Por qué a los ingleses ya no les compensa hacer negocios con Europa?

  • El Reino Unido no quiere que la Unión Europea dañe a su sistema financiero. El nuevo tratado comunitario del que pretende desmacarse Londres supondría unos costes muy elevados para una economía sustentada por el sistema bancario. Por ejemplo, La City soportaria dos tercios de la recaudación total de un nuevo impuesto a las transacciones financieras. Pero no es el único ejemplo.
Cameron debe rebajar las tensiones en la coalición británica
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Álex Medina R.

Si un inglés, con ese acento que impone aunque venga de un estibador, dice que huye de Europa por una cuestión de principios, uno casi acaba por creérselo. Sin embargo, en la decisión del Reino Unido de alejarse del nuevo Tratado comunitario (que pretende más medidas de control económico) no hay nada de atentado contra su mentalidad económica y sí mucho de que Europa ya no es tan rentable para las islas.

Porque de rentabilidad va la cosa. En estos momentos, el Reino Unido representa el 36% de la industria financiera de la Unión Europea (Alemania, que es el segundo en importancia, no llega ni al 13% y España ronda el 6%) y el 61% de las exportaciones internacionales de servicios bancarios.

Todo esto se traduce en unos ingresos anuales para las arcas públicas inglesas de unos 62.000 millones de euros al año o, lo que es lo mismo, el 11,2% de su recaudación de 2010, según los datos proporcionados por PwC. También aporta más de 40.000 millones de euros de superávit a la balanza comercial del país.

En definitiva, aquello de que La City (entendiendo como tal a todo el sistema financiero inglés a través de su símbolo londinense) es la puerta de entrada a Europa para quien quiera invertir en el Viejo Continente ha sido durante varias décadas una verdad absoluta y una buena razón para pertenecer a la Unión.

Si de paso mantienen su propia moneda, presumen de la independencia de su Banco Central y, según los propios datos de Londres, Estados Unidos mantenía una inversión directa de 190.000 millones de euros a finales de los 2009 (de la que un tercio viene por la vía financiera), no había ningún inconveniente en ser socio comunitario.

Pero al potente sector financiero británico le ha entrado los temblores desde el estallido de la crisis financiera allá por 2008. Las cuentas no salen y busca culpables en todas partes. Para empezar, se cifra en 49 las proposiciones (en distinto grado de desarrollo) de Bruselas que atentan directamente contra su modelo económico.

O al menos así lo hace Open Europe, un think tank con doble sede en Londres y Bruselas que sienta a su mesa a los directivos más influyentes de La City.

Esta organización coloca en el centro de la diana de las afrentas la imposición de un recargo fiscal a las transacciones financieras (lo que se ha denominado la tasa Tobin).

En total, Bruselas calcula que la recaudación total por este impuesto ascendería a entre 24.300 y 80.900 millones al año, dependiendo de los porcentajes que se apliquen a los distintos productos. Como el Reino Unido supone casi dos tercios de los movimientos de este tipo, su aportación sería de entre 17.500 y 58.200 millones.

No hace falta decir mucho más de por qué el primer ministro, David Cameron, se opone a formar parte de esta tasa.

No obstante, hay más razones, como expone Open Europe, además de las 49 propuestas de la Comisión. Aquí de lo que se trata es de capitalismo y pragmatismo económico puro y duro: en 1990, la Unión Europea acaparaba el 27% de la producción anual de riqueza; en 2002 aún mantenía el 25%... pero en 2016 ya habrá bajado al 18%.

Aunque eso es economía en líneas generales. En el mundo de las finanzas, que es lo que verdaderamente le importa a La City, la degradación es más escandalosa. Allá por 2005, las cinco mayores economías de Europa (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España) acumulaban el 27% de los activos bancarios del planeta. Para 2050 apenas sumarán el 12,5%, en previsiones de PwC.

Por su parte, los países del bloque BRIC sumaban en 2005 el 7,9% de la capacidad financiera y su poder escalará al 32,9% en la mitad de siglo.

Así que los negocios han cambiado y no está claro de que al Reino Unido le favorezca seguir con la puerta abierta a Europa. Es más: Londres podría sufrir el impacto de que toda Europa cobre una tasa financiera (incluso sin aplicarla ellos) si no se separa claramente de sus socios continentales.

Desde su propia mentalidad, plasmada en las conclusiones de este exclusivo think tank, los británicos no entienden que sostengan la bandera del negocio financiero en Europa y tengan tan poco poder de decisión. Recuerdan que Francia, por ejemplo, veta todo lo relacionado con la agricultura y que España puede impedir acuerdos de pesca como Alemania los relacionados con la industria del motor.

¿Por qué ellos, que generan dos tercios del flujo financiero europeo, no tienen apenas poder de decisión para bloquear medidas que van contra su naturaleza? Si a este agravio comparativo (no dicen nada sobre su independencia monetaria y su histórica aversión a todo lo europeísta), se le suma la constatación de que los negocios están cambiando en el mundo y que la corriente ya no pasa por Occidente, la espantada británica era lo más lógico.

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