Repsol: un error histórico con el modelo de compañía en juego

  • La guerra por la presidencia de Repsol YPF va mucho más de los sueños de grandeza de Luis del Rivero y llega hasta el corazón de la estrategia de la petrolera, cuya estrategia a largo plazo difiere con los intereses cortoplacistas y ahogados por la liquidez de Sacyr y La Caixa.
Enrique Utrera

El tiempo dará y quitará razones, pero tiene toda la pinta de que la deserción de los tres consejeros de Sacyr Vallehermoso en la convocatoria extraordinaria de Repsol del viernes es, por dos grandes razones, un error de mucho calado.

Uno, y es lo de menos, porque contraviene todas las normas de lo políticamente correcto. Normalmente, uno acude cuando le llama el jefe, aunque no se le reconozca como tal. Para empezar, la imagen que proyecta la compañía –cotizada y global- deja mucho que desear.

Y dos, y es lo de más, porque es incomprensible que Luis del Rivero acepte por su cuenta y riesgo el papel de malo de la película–ya veremos a cambio de qué- cuando el escenario estaba preparado para lo contrario: que Antonio Brufau dijera sin ambages “aquí estoy yo” al empresario murciano.

Mezclen los dos argumentos en la coctelera, pónganle dos gotitas de impavidez made in La Caixa y tendrán un brebaje con sabor a guerra abierta con dos grandes damnificados a partir de ya: Repsol y todos sus accionistas.

Poli bueno, poli malo

¿Qué hace el jefe de Sacyr Vallehermoso disfrazado otra vez de enfant terrible, como ya hiciera en BBVA y más aún en Eiffage, con el resultado que de sobra conocen? Sorprendente la incontinencia de Del Rivero, que otra vez saca la pistola el primero. Aunque ni al más ingenuo le asaltan las dudas sobre quién cierra y abre puertas en este proceso mucho más allá del valor de las participaciones accionariales.

Manda La Caixa, que como los toreros buenos está dejando a su compañero de cartel el lote de toros más desagradable. Peligroso juego éste del poli bueno, poli malo, con Brufau frente al foco, ratificado en sus funciones pero no en el cargo, con una Junta de Accionistas en abril por delante de rompe y rasga.

Pero, ¿Y la compañía?Del Rivero, Brufau, Carceller, Abelló, Fainé, Loureda... El listado de nombres que adorna la batalla final por la petrolera pesa tanto, tiene tanto morbo, que empieza a ocultar de forma preocupante que lo que está en juego es un estilo de gestión, una forma de hacer las cosas. Dicho de otra manera, hay un riesgo extraordinario de congelar primero y de cuestionar después durante ya veremos cuánto tiempo la foto fija de lo que hoy es Repsol.

¿Y qué es? Reduciéndolo mucho muchísimo, una apuesta que requiere 30.000 millones de euros de inversión hasta 2012, que es cualquier cosa menos cortoplacista y que, por extensión, no es precisamente la propuesta más sexy que podría recibir un inversor que tenga tiesa la cuenta corriente y unos cuantos agujeros que tapar. Como Sacyr... y como La Caixa, que como cualquier hijo del vecino está haciendo la ruta de la crisis de aquella manera.

¿Quién piensa en Repsol?

Para entendernos, la estrategia de reposición de reservas, que tan buenos resultados ha dado a Repsol en 2009, no es sin embargo un camino de rosas: los descubrimientos requieren de desarrollos y fuertes inversiones a largo plazo y, en mucha menor medida, algunos de ellos se ubican en zonas de dudosa estabilidad jurídica. Dos ingredientes difíciles de digerir si de lo que se trata es de sostener el beneficio. O lo que es lo mismo, el dividendo. Y con eso no se juega.

Porque otra cosa bien distinta es si la estrategia de Brufau es buena o mala. Cuestionarla cuando los éxitos se han sucedido durante 2009 sería una boutade en tiempos de bonanza; hacerlo ahora es incluso una necesidad, cuando la deuda aprieta y nuestro sector financiero se enfrenta a su año más difícil.

Brufau sabía que se jugaba los galones cuando en noviembre le metió mano al dividendo. Ahora, tras el consejo del viernes, ha ganado una batalla que jugaba con las cartas marcadas, pero está igual de lejos que hace 48 horas de una victoria definitiva.

Su estrategia, tan alejada de la de la creación de valor permanente que a más de una compañía cotizada ha terminado por pasar factura, la va a mantener hasta el último momento. Queda por saber cuál es la alternativa, porque el libro de ruta actual de Repsol es incompatible a corto y medio plazo con los crecimientos de dos dígitos.

En un ambiente bélico, lo que está en juego es el modelo de negocio de una compañía estratégica. Sería deseable que las necesidades que impone la crisis económica no primen más que el sentido común. Es una cuestión de interés nacional.

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