El crucero, otra vía para salir de Siria

  • Cientos de sirios salen a diario en crucero del puerto libanés de Trípoli hacia las costas turcas, oficialmente de viaje para descubrir las grandezas del Mediterráneo, pero en realidad muy pocos regresan.

La mayoría son personas que pusieron pies en polvorosa en busca de una vida lejos de la guerra en Siria.

Aquí no se ven imágenes de indocumentados hacinados en embarcaciones vetustas. Los viajeros pertenecen a la clase media y tienen pasaporte (los sirios no necesitan visado para entrar en Turquía).

Una vez en los puertos de Mersin o Tasucu, en el sur de Turquía, tendrán que pagar un precio exorbitante a traficantes si se arriesgan a ir a Europa, como ya hicieron cientos de miles de compatriotas.

Abu Yehya, llegado de Damasco con su mujer y sus dos hijos, y tres maletas grandes como equipaje, afirma sin convicción que "va a Turquía a visitar a la familia".

Cerca de ellos, un grupo de jóvenes llegados de Homs se parten de la risa. "La situación es tan buena en Siria que nos permitimos hacer turismo antes de regresar a casa", ironiza uno de ellos, Tareq.

"Estamos todos aquí para huir a Europa", reconoce después en tono serio. "Huiré a Grecia aunque me exponga a morir", añade Tareq en el muelle del puerto de Trípoli, el segundo de Líbano después del de Beirut.

"Probaremos suerte. No tenemos nada que perder porque la muerte nos acecha en nuestro país", explica uno de sus amigos.

La línea de cruceros se lanzó en 2010, o sea un año antes del comienzo de la guerra, con dos viajes por semana. Luego pasó "a cuatro trayectos por día", contó con "28.000 pasajeros sólo en agosto contra 54.000 en todo 2014", informa el director del puerto, Ahmad Tamer.

En el muelle abundan los coches con matrícula de las ciudades sirias costeras de Latakia y Tartús.

Los habitantes del litoral, controlado por el régimen sirio de Bashar al Asad, se fueron a Líbano cuando Turquía cerró el puesto fronterizo de Kasab (oeste) debido a los combates entre el ejército y los rebeldes.

"El 90% de los pasajeros son sirios", recalca la seguridad general libanesa.

De las mil personas que embarcaron sólo unos 50 libaneses harán el viaje de vuelta.

Los libaneses ocupan los camarotes, "los sirios duermen en el puente del barco o en sillas de plástico", confiesa uno de los pasajeros. "A bordo se limitan a hablar de su futuro y de la vida en Alemania", el destino preferido de los migrantes.

Las 13 horas de recorrido hasta Tasucu cuestan 170 dólares frente a los 270 dólares que valen siete horas de trayecto en el navío que tiene Mersin como destino.

Antes del viaje, los pasajeros esperan horas, porque los servicios de seguridad han reforzado los controles después de la incautación de pasaportes falsos.

Un responsable de la Unión Europea estimó en septiembre que "la próxima gran ola" de migrantes hacia Europa podría llegar de Líbano, que acoge a más de un millón de refugiados sirios.

En la costa, los refugiados desprovistos de pasaporte prueban suerte en barcas fletadas por traficantes de personas pese a las patrullas policiales.

"Algunos traficantes timan a los refugiados, cogen su dinero, les piden que se junten en una playa y nunca vienen", afirma a la AFP una fuente de seguridad.

Um Mohamad se fue del campo de refugiados palestinos de Yarmuk, a las puertas de Damasco, con sus hijos pequeños. Pero no pudo embarcar porque no disponía de los 4.000 dólares exigidos por el traficante. "Envidio a las familias que consiguieron llegar a Alemania", dice. "Lo intentaré de nuevo".

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