Muestra navega por cinco siglos de expediciones desde hallazgo del Pacífico

  • Jesús García Becerril.

Jesús García Becerril.

Madrid, 28 sep.- El descubrimiento del Pacífico por Vasco Núñez de Balboa, del que el pasado día 25 se cumplieron cinco siglos, es el inicio de una singladura que, en forma de exposición, recorre las expediciones españolas, con América como eje central.

La Casa de América de Madrid expondrá desde el 2 de octubre mapas antiguos, brújulas, maquetas, armas de época y cuadros que permiten viajar en el tiempo y a través de los mares para ir de puerto en puerto en unas rutas que tuvieron mucho de exploración, pero también de proselitismo religioso, intereses comerciales e influencia política.

Núñez de Balboa llamó Mar del Sur a lo que descubrió hasta que la posterior expedición de Magallanes y Elcano (1519-1522) le dio el nombre de océano Pacífico.

A partir de ahí se sucedieron las expediciones y con Pedrarías Dávila se reconocería la casi totalidad de istmo de Panamá; Hernán Ponce y Bartolomé Hurtado recorrieron el litoral de Costa Rica y Nicaragua; Pizarro llegó a Perú; Pedro de Valdivia, a Chile, y Hernán Cortes a México, hasta completar durante el siglo XVI otras singladuras por la costa de California de otros marineros.

Pilar de San Pío, Carmen López Calderón y el vicealmirante José Manuel Sevilla son los tres comisarios de esta exposición, que estará abierta hasta el 2 de febrero y que durante los próximos meses se complementará con una serie de mesas redondas, debates y proyecciones cinematográficas.

Todas ellas destinadas a profundizar en "La exploración del Pacífico. 500 años de historia", que es el título de la exposición, y en las consecuencias que ha tenido.

La primera fue la apertura de nuevos mercados para las especias, hasta el punto de que los casi dos años y medio de la expedición Magallanes-Elcano fueron rentables, a pesar de las bajas personales, porque el único barco que volvió trajo consigo 533 quintales de clavo, como apunta a Efe el vicealmirante Sevilla.

La búsqueda de metales preciosos, de animales y plantas exóticas y de especias fue el motor de posteriores expediciones, pero con el tiempo fue cambiando la motivación.

Eso dio paso a personajes como fray Junípero Serra y su red de misiones en la costa de California y al agustino Miguel de Urdaneta, quien vivía retirado en un convento de México cuando aceptó embarcarse con otros frailes para propagar el cristianismo por Filipinas, recuerda José Manuel Sevilla.

Luego fue el tiempo de las expediciones políticas, que no sólo tenían como objetivo la conquista, sino también la posibilidad de espiar a otras potencias navales de la época e influir en sus territorios.

El siglo XVIII, el de "las luces", trajo consigo un afán por la ciencia, que todavía hoy se mantiene, como demuestra la acción del buque español Hespérides, que investiga en la Antártida, lo que permite cerrar el círculo de cinco siglos de exploraciones.

Otras, como la de Balmis (1803), tuvieron el loable fin de acabar con la viruela en América, aunque para ello se sirvieran de niños huérfanos llevados de A Coruña y a quienes se les inoculó para que hicieran de conejillos de Indias y trasladaran el virus y, con él, la vacuna.

Las expediciones tuvieron el mérito de acabar con los mitos sobre la existencia de monstruos marinos, de ríos de oro, de amazonas y de enanos con orejas grandes que les servían una de almohada y otra de manta.

Incluso hubo quien, como Álvaro de Mendaña, salió hacia la mítica región de Ofir en busca de las bíblicas minas del rey Salomón y sólo encontró sufrimientos y pérdidas humanas.

Y hubo quien labró su mito, como Pedro Fernández de Quirós, que en el siglo XVII dijo haber descubierto la tierra austral (en realidad llegó a una de las islas Hébridas), pero que en un libro de gran éxito en su época exageró el tamaño y riqueza de lo encontrado, hasta el punto de que pasaron casi dos siglos hasta que Cook le desmintió.

La muestra se ha organizado de modo que el visitante se percate de la evolución de la ciencia en general y de la navegación en particular, como apunta a Efe Pilar de San Pío, gracias a la presencia de los instrumentos de navegación y las maquetas de los barcos.

Una de las piezas más relevantes es el llamado "compendio astronómico" de Felipe II, una caja dorada que albergaba todo el saber del momento, con mapas de ambos hemisferios, brújula, astrolabio y cuadrante.

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