Emilio Saracho y su manual para liquidar un banco en 108 días

  • "Dejó que fueran los mercados los que hablaran del Popular y cuando eso sucede la situación se hace incontrolable", dice un analista del mercado.
Emilio Saracho, presidente del Banco Popular.
Emilio Saracho, presidente del Banco Popular.

"Su principal error fue que dejó que fuera el mercado el que hablara del Popular en lugar del propio banco, y cuando eso sucede la situación se hace incontrolable". Durante los 108 días que Emilio Saracho ha permanecido al frente del Banco Popular, hasta la resolución del mismo arbitrada desde Bruselas y Frankfurt, sus apariciones han sido tan controvertidas como sus ausencias.

El primer mensaje de fondo que lanzó al mercado, a los clientes y a los accionistas el nuevo Banco Popular de la 'era Saracho', o de la era post-Ángel Ron, en la Junta de Accionistas del 10 de abril no lo lanzó él sino su consejero delegado Ignacio Sánchez-Asiaín y subrayó lo que el mercado esperaba -y los accionistas temían-: el nuevo equipo venía a auditar las cuentas de la entidad y después "el mercado decidirá cuál es el nivel de equilibrio y el valor del Popular".

Lo que Emilio Saracho dijo en esa Junta de Accionistas se ha recordado mucho estos últimos días y quizá no tanto por la cuestión - la necesidad de una ampliación de capital para estabilizar el problema de liquidez del banco- sino por las formas. El banquero, con 25 años de trayectoria en uno de los principales bancos de inversión del mundo, JP Morgan, se expresó en términos cuasi apocalípticos diciendo que la entidad "está abocada" a una ampliación de capital, como si su destino ya estuviera marcado.

Así lo interpretó el mercado, que desencadenó una caída del 25% en el valor de las acciones del banco. El castigo había comenzado, y ya no iba a parar.

El siguiente jalón del camino estaba situado en mayo, en la presentación de resultados del primer trimestre. El frío tono de auditor de su primera comparecencia pública mutó en un cálido optimismo en la segunda. Mientras desgranaba unas cifras que presentaban unas pérdidas de 137 millones de euros, unos aprovisionamientos extra de 496 millones y una fuga de depósitos de 800 millones de euros en un mes, el banquero anunciaba previsión de beneficios a final de año "si no hay extraordinarios" y glosaba el éxito del banco a la hora de retener depósitos.

"Se vendió muy bien su perfil a su llegada, pero la credibilidad se puede perder muy rápido y eso fue lo que le ocurrió", asegura un analista del mercado. "En ningún momento ha dado la sensación de tener una estrategia sólida o un plan a seguir".

Luego vino el silencio. El equipo de Saracho dijo que iba a valorar más de 40.000 activos dudosos en el balance del banco, pero nunca llegó a hacerlo; nada nuevo se dijo de esa eventual ampliación de capital y ni siquiera se lanzó una estimación de las necesidades de la entidad, y mientras los rumores de mercado sobre masivas fugas de depósitos, inminentes operaciones de adquisición o incluso una posible intervención pública campaban a sus anchas, el Popular solo parecía reaccionar a las informaciones periodísticas y para desmentir asuntos que se daban ya por descontados: el banco no estaba en riesgo de quiebra, no ha trasladado la necesidad de una venta inminente ni ha comunicado a otras entidades la necesidad urgente de fondos...

La inacción de la cúpula directiva ante el zarandeo público, y financiero, del banco ha llegado a convencer a empleados y accionistas de que Emilio Saracho y su equipo se sentían cómodos con el desplome de la acción, y que su objetivo era preparar la entidad para la operación que finalmente ha terminado produciéndose.

Otros han ido más allá y le han acusado de enemistarse en tiempo récord con empleados, accionistas, posibles compradores, reguladores y autoridades españolas y europeas. 

El último episodio del culebrón tampoco ha dejado en buen lugar a Emilio Saracho. Y no sólo porque fracasara en su misión de preservar algo de valor para el accionistas sino porque ni siquiera participó en la reunión que extendió el certificado de defunción del banco, una dimisión que va a marcar su trayectoria profesional.

En el mundo financiero no faltan voces que salen en su defensa, aunque como ocurre con las que lo critican desde el mercado prefieren hacerlo desde el anonimato. "Saracho es más una víctima que un responsable. Culparle de lo que le ha ocurrido al Popular es sencillamente una injusticia", asegura un profundo conocedor de los procesos de reestructuración de la banca española.

"El Banco Popular no tenía una crisis de liquidez, tenía un profundo problema de solvencia. Tal vez ha cometido algún error de comunicación por intentar ser transparente, pero para determinar la responsabilidad de lo que le ha ocurrido al Banco Popular hay que mirar a quién lo ha gestionado en los últimos años, a los supervisores y a los reguladores", remacha.

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