Educar el carácter es clave para tratar a la ‘generación blandita’

  • La baja tolerancia a la frustración se ha convertido en uno de los factores de infelicidad más frecuentes entre jóvenes y adolescentes.

    Padres y educadores deben preocuparse especialmente por entrenar a los niños en el dominio de su voluntad y la resistencia a los contratiempos.

Cada vez los jóvenes muestran más dificultades para superar las frustraciones de la vida.
Cada vez los jóvenes muestran más dificultades para superar las frustraciones de la vida.
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Los educadores y psicólogos llevan lo llevan comprobando desde hace años: los jóvenes toleran cada vez peor la frustración. Hablamos de frustraciones tan distintas entre sí como los malos resultados académicos, los desengaños amorosos, las peleas con los amigos o las prohibiciones paternas.

Los efectos de esta debilidad afloran en la adolescencia o incluso a edades más tempranas en manifestaciones graves que van desde la depresión, la violencia contra los padres o incluso contra sí mismos, a través del suicidio. El último caso ha sucedido en Murcia, donde se ha suicidado una chica presuntamente sometida a acoso escolar.

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Pero, ¿hasta qué punto no son los adultos los últimos responsables de estas desgracias al no haber dotado a los jóvenes las herramientas para soportar inevitables contratiempos de la vida?

La periodista especializada en Educación, Eva Millet, autora de libro ‘Hiperpaternidad’, cuenta cómo los niños de hoy han aprendido a no levantarse del suelo cuando se caen, acostumbrados a que la mano del padre o madre les levanten sin que ellos tengan que esforzarse en ello.

Un padre de familia cuenta cómo vio a un niño arrojar varios helados en la playa porque, después de probar uno, no le gustó el sabor, y los padres le fueron comprando uno tras otro helado de distintas clases hasta hallar el que gustaba al pequeño.El peligro de crecer sin obstáculo

Los niños que han crecido sin enfrentarse a muchos obstáculos no han aprendido a superar los que les esperan en el futuro. De ahí que cada vez sean más los directivos de empresas que manifiestan su sorpresa por la baja tolerancia a las críticas de los subalternos más jóvenes. O los profesores universitarios que se ven a la insólita tesitura de recibir las protestas de una madre o un padre cuyo hijo ha suspendido un examen.

Pero, ¿a qué se debe que las las últimas generaciones choquen de frente contra los inevitables contratiempos de la vida? El experto en educación y autor de ‘La educación del carácter’, explica que se debe ayudar al niño a dominar su voluntad con la repetición de actos destinados a ese fin. “Esta consolidación de la voluntad admite una sencilla comparación con la fortaleza física”, explica. “Unos tienen más fuerza de voluntad que otros, pero sobre todo influye la educación que se ha recibido y el entrenamiento que uno haga”.

Dado que la voluntad no se puede fortalecer de un día para otro, Aguiló propone que este autodominio se ejercite con una tabla de ejercicios, emulando la gimnasia. Y pone varios ejemplos: “Ahora hago esto porque es mi deber; y luego esto otro, aunque no me apetece, para agradar a esa persona que trabaja conmigo; y en casa cederé en ese capricho o en esa manía, en favor de los gustos de quienes conviven conmigo; y evitaré aquella mala costumbre que no me gustaría ver en los míos; y me propongo luchar contra ese egoísmo de fondo para ocuparme de aquél; y superar la pereza que me lleva a abandonarme en mi preparación profesional”.

Nótese que los educadores inciden en que la formación del carácter trasciende el plano meramente académico. Existen otras dimensiones de la vida llenas de contratiempos. La profesional es una de ellas, pero también existen otras no menos importantes como la sentimental o las relaciones sociales.

Los psicólogos han lanzado la voz de alarma por los casos de chantajes emocionales e incluso sexuales entre parejas jóvenes. Resistir ese tipo de actitudes a edades tempranas, como el famoso “si no te acuestas conmigo es que no me quieres”, evita problemas mucho mayores en el futuro.

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