Niños sirios regresan a las aulas tras expulsión del EI de Manbij

En el primer día "normal" de escuela desde hace dos años, un grupo de alumnos de Manbij grita en el patio, haciendo caso omiso de los grafitis del Estado Islámico, expulsado de esta ciudad siria hace casi dos meses.

Para ellos, se trata de un día excepcional pues es su primera vuelta a las aulas normal tras haber vivido dos años bajo el yugo del grupo yihadista.

"Estamos felices de haber vuelto a la escuela y esperamos venir todos los días", asegura Ghefrane, una niña de 9 años, con coleta y suéter rosa claro.

Ghefrane regresó a la escuela Bayram, que el EI había denominado "Abdallah Azzam", nombre del fundador del yihadismo mundial.

El grupo extremista había prohibido la enseñanza tradicional, priorizando los cursos de religión, y había pintado en los muros que rodean el centro su bandera negra y blanca.

"El EI no nos dejaba ir a la escuela [...] Echábamos de menos a nuestros profesores y lo que nos enseñaban, así como nuestros libros de texto", confía a la AFP.

Los yihadistas se apoderaron de Manbij a principios de 2014 e impusieron allí su interpretación radical del islam.

Cerraron cientos de escuelas en la ciudad y en sus alrededores en noviembre de 2014, dejando sin clases a 78.000 niños durante dos años, afirmó el coordinador del departamento de educación de la ciudad, Hasan Harun.

Pero el pasado agosto, combatientes kurdos y árabes agrupados en las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) y apoyados por Estados Unidos retomaron la ciudad.

Inmediatamente después, Harun y su equipo se pusieron manos a la obra para establecer un inventario de las escuelas que podían recibir alumnos de nuevo.

De los 390 centros de enseñanza de Manbij y sus alrededores, 192 reabrieron este año y 59 están siendo reformados.

El resto de las escuelas siguen estando controladas por el EI, afirma Harun.

"El comienzo del año escolar fue realmente magnífico. Allá donde iba la gente me preguntaba: ¿Cuándo reabrirán las escuelas?", indica Harun, sonriendo. "Todo el mundo estaba muy entusiasmado".

Harun guarda malos recuerdos del breve reinado del EI, asegurando que algunos de sus colegas fueron decapitados, acusados de "colaboración con el régimen".

En la escuela Bayram, durante el recreo, los niños corren por el patio con un balón de fútbol desinflado o se divierten jugando con las piedras.

Dentro, una veintena de escolares patalean en sus bancos mientras dos jóvenes maestros les explican que tendrán que recuperar en diez meses todo lo que no aprendieron en dos años.

Radiante, la pequeña Rana al Hussein, de 9 años, está sentada en primera fila, con una pequeña pila de libros en su pupitre.

"Cuando la gente de Dáesh [acrónimo árabe del EI] estaba aquí, no estudié. Sólo vine al colegio dos o tres días y después paré", dice.

"Se me partía el corazón, de verdad, cuando veía que utilizaban nuestras escuelas para almacenar minas", agrega, explicando que quiere convertirse "en médico para ayudar a la gente".

"Lo más triste era ver a los niños intentando aprender un oficio o jugando al balón en la calle, pues no tenían otra cosa que hacer", señala Tarek Al Sheij, profesor de la escuela Bayram.

Si bien los docentes están contentos de volver a las aulas, saben que tienen mucho por hacer. Los libros y el material escolar escasean y los niños están tan retrasados se han tenido que agrupar en la misma clase a alumnos de diferentes edades.

"Como pueden ver, algunos estudiantes apenas recuerdan el alfabeto", subraya Hassan Othman, un profesor de una veintena de años.

"Cuando cerraron las escuelas y tuvieron que quedarse en casa, los profesores tenían la sensación de que todo lo que habían enseñado (...) se había olvidado", cuenta Hassan.

"Así que pueden imaginarse lo que hemos sentido cuando [las escuelas han abierto]. No hay una sensación más agradable".

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