Nervios en el independentismo catalán por la factura política del atentado

  • La lucha contra el terrorismo implica sobre todo una clara defensa del Estado de Derecho, que pasa por un claro respeto por la Constitución y el respeto a la ley.

    Cabe la pérfida pretensión de querer ganarse con todo esto a una policía autonómica –cuyo objetivo primordial es garantizar la legalidad- de cara a celebrar un referéndum.

Nervios en el independentismo catalán por la factura política del atentado
Nervios en el independentismo catalán por la factura política del atentado
José Luis Roig

“Señoría, no exagere”, le dijeron los Mossos d’Esquadra a Sonia Nuez Rivera, titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Amposta, cuando comentó que las bombonas de gas podían estar preparadas “para una acción terroristas”, durante la inspección ocular del chalet que saltó por los aires en Alcanar.

A pesar de ello, y de otras actuaciones policiales discutibles producidas antes y después de los atentados de Barcelona y Cambrils, el Parlament de Catalunya concedió cuatro días después las medallas de honor a los Mossos, los servicios de emergencia, la Guardia Urbana de Barcelona y a la Policía Local de Cambrils, en reconocimiento a su “esfuerzo y valentía”.  Se quedaron al margen de este premio que huele a exaltación oportunista y a lavado de imagen político, la Policía Nacional y la Guardia Civil, que han estado marginados en todo momento.

Seguro que las policías catalanas y los servicios de emergencia cumplieron con su obligación e hicieron lo que tenían que hacer durante aquellas fatídicas horas. Pero sus jefes políticos han estado más preocupados todo este tiempo en dar una imagen de autosuficiencia que avivara, durante esos críticos días tras el atentado, la idea de que la independencia no sólo es necesaria sino posible, y que España nos sobra. Aunque utilizar una desgracia para hacer patriotismo sectario es un atrevimiento peligroso por no decir algo más grave.Un premio para ¿ganarse a los Mossos?

También cabe la pérfida pretensión de querer ganarse con todo esto a una policía autonómica –cuyo objetivo primordial es garantizar la legalidad- de cara a celebrar un referéndum ilegal.

A pesar de las imágenes de forzada unidad que se vieron los primeros días, con Rajoy y el Rey junto a Puigdemont, también se ha vivido en paralelo un esfuerzo político para que la imagen del proceso secesionista no se viera perjudicada en su esencia y consistencia. Con este objetivo la Generalitat ha actuado en todo momento como si el Estado español ya no existiera en Cataluña.

Los comunicados todos en catalán, o en varios idiomas, ninguna presencia de otras policías nacionales, corrección a las declaraciones del ministro del Interior, protestas porque en los homenajes que se hacían en otros países se ponía la bandera española o sonaba el himno nacional, además del anuncio extemporáneo de Puigdemont de que la hoja de ruta del independentismo sigue vigente, todo para que nadie piense que la desgracia del atentado puede frenar la quimera separatista.

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Sin embargo, la realidad que se impone es distinta. Dime de qué presumes y descubriré tus debilidades. En el independentismo catalán hay nerviosismo porque temen que este atentado yihadista pase una importante factura social y política. Social, porque los catalanes a pesar del simbólico y circunstancial grito de “No tenim por”, tienen el mosqueo y el recelo en el cuerpo, y lo tendrán -y lo tendremos- durante largo tiempo. Por el contrario, el 11 de septiembre y el 1 de octubre están muy cerca como para pensar que estos lamentables hechos no influirán en una gran mayoría de catalanes que puede soñar con la independencia, pero no a cualquier precio.El atentado pasará factura

En lo político el atentado también pasará su factura. El presidente Carles Puigdemont deberá replantearse algunas cosas para estar a la altura de las nuevas circunstancias y de los nuevos problemas que debe afrontar Cataluña. La lucha contra el terrorismo no se termina poniendo unos bolardos o ampliando la plantilla de Mossos. La lucha contra el terrorismo implica sobre todo una clara defensa del Estado de Derecho, que pasa por un claro respeto por la Constitución de 1978 y la legalidad vigente.

Ni Puigdemont ni Junqueras ni nadie en su sano juicio puede reivindicar las virtudes de la democracia y el Estado de Derecho en Cataluña, mientras por otro lado urde estrategias para violar esa legalidad y fomentar la secesión. No se puede condenar la violencia y una hora después saltarte la ley a la torera.

Los próximos días seguiremos viendo y oyendo escenificaciones en favor de la independencia, pero el nerviosismo ya está muy presente en los dos principales partidos, ERC y PDeCAT. Este último ya ha anunciado que romperá con sus socios radicales de la CUP, de inspiración bolchevique, tras el 1 de octubre porque están hartos de ellos y de sus estrafalarias locuras.

Cada vez parece más claro que en Cataluña llega la hora del sálvese quien pueda. Es decir, llega la hora de unas elecciones autonómicas que mitiguen el fiasco del proceso independentista y clarifiquen la realidad política.

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