Alemania-Francia, un partido que divide a un pueblo

De un lado, 120 alemanes y del otro, 24 franceses. Entre los dos grupos, la calle principal, que demarca la frontera. El jueves por la noche, durante la semifinal de la Eurocopa Francia-Alemania, va a ser "cada uno en su casa", asegura un habitante de Leiding, pequeño pueblo entre los dos países.

Entre la región de la Mosela francesa y la Sarre alemana, dos símbolos subrayan este particular sitio: una bandera alemana y una bandera francesa.

Del lado oeste, uno camina por Francia y la calle principal de Leiding, en la comuna de Heining-lès-Bouzonville, es llamada "calle de la Frontera". Del lado germano, el pueblo se llama Leidingen y a esa vía central la denominan "Neutrale Strasse" ("calle Neutra", en alemán).

Esta situación se remonta a 1815, cuando Leiding había sido cedida de forma entera a Prusia, que restituyó una parte a Francia en 1829.

Hoy, las vicisitudes de la historia de la región de Alsacia, de la Sarre y de la Mosella, han dado vuelta la página y con el trabajo del alcalde francés Barthélémy Lemal y su homólogo alemán Wolfgang Schmitt todo transcurre "bastante bien", asegura el primero: Francia maneja la luz mientras Alemania aporta el agua potable.

"Aquí está Europa", se ríe Marie-France Meloni, una francesa de 57 años casada con un italiano que trabaja en Alemania. Decepcionado por la eliminación de la Nazionale a manos de la Mannschaft en cuartos de la Eurocopa, la familia entera apoyará a la selección de Francia y mirarán el partido en casa el jueves, como todo el mundo.

Porque en Leiding no hay ni salón de fiestas, ni cafetería para transmitir el partido. Para los hinchas más futboleros, la cita es en Sarrelouis, en Alemania, a 13 kilómetros del pueblo, para observar el encuentro en pantalla gigante.

Después de los acuerdos Schengen que establecieron la libre circulación entre países, "una frontera existe aún... es el idioma", subraya Lemal, lamentando que los chicos de ambos lados "no se entienden desde que el dialecto (de allí) no se enseña más en la escuela".

El jueves por la noche, otra frontera se va a abrir, la futbolística, apunta la señora Meloni con tono de broma: "En general, si los alemanes ganan pasan en auto, tocan bocina, van hasta el pueblo francés al lado de ellos, pero si los franceses ganan, somos nosotros los que vamos al lado alemán a tocar bocina y manifestar nuestra alegría para burlarnos de nuestros vecinos".

Sylvain Tritz, de 48 años, será uno de los raros casos en colgar una bandera tricolor azul-blanco-rojo en su ventana, como lo hace cada vez que la selección francesa juega", explica este francés que trabaja como técnico en mantenimiento en la industria petrolera.

"Las noches de partidos, me equipo", declara, señalando su gorro y su bufanda con los colores de los Bleus. Su abuela era alemana, como la de muchos habitantes nativos de la región.

"Es sólo deporte, no es porque tengo vecinos alemanes que va a cambiar algo", apunta Sylvain Tritz.

En el trabajo, reconoce, el ambiente por el partido puede cambiar algo, porque hay colegas alemanes, como ocurre usualmente en la región.

El hombre aguarda por una victoria del equipo de Didier Deschamps, con un 3-0 como ideal, "porque ese marcador recuerda la victoria sobre Brasil" en la final del Mundial de 1998.

Pero el alcalde Barthélémy Lemal es mucho más optimista y pronostica una victoria de los Bleus "8-1", aunque promete que "no habrá ni tensión ni enfrentamientos en la calla de la Frontera".

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