Un español en Brasil calza a actrices, a bailarinas y payasos de media Europa

  • Manuel Pérez Bella.

Manuel Pérez Bella.

Río de Janeiro, 3 abr.- Rodeado de cientos de hormas de madera, recortes de cuero y vetustas máquinas de coser, el español Ernesto Nieto, emigrado a Brasil en 1959, regenta un pequeño taller de calzado artesanal que, desde Río de Janeiro, calza a actrices de telenovela, bailarinas de samba y payasos de circos de media Europa.

El taller de Nieto, ubicado en un edificio de estilo colonial en el céntrico barrio carioca de Praça da Bandeira, parece haberse detenido en el tiempo desde la época en que fue inaugurado por este gallego hace 57 años.

La forma artesanal de trabajar el cuero, de vaca, caballo y cerdo, es lo que distingue a este zapatero, que se enorgullece de hacer "algo que nadie más hace" en este siglo XXI.

Cerca de 270 pares de zapatos, de bailarina de samba, de flamenco, de claqué y de payasos, cuelgan en las paredes de pintura desconchada y se amontonan en las viejas estanterías, mientras que las hormas se arremolinan por el suelo junto al cuero descartado y las latas de cola, con su olor poderoso y penetrante.

Ernesto explicó a Efe que, gracias al boca a boca, comenzó a trabajar para gigantes de la televisión brasileña como Globo y Record, en especial para telenovelas y series de época, lo que le abrió las puertas de teatros, circos y salas de espectáculos de países como España, Italia, Francia y Alemania.

"Los zapatos de época son lo que más me gusta trabajar. Es un arte y lo estoy trayendo de vuelta. Es diferente de todo. Me emociono cuando los veo en pantalla y eso me anima aún más a hacerlos", afirmó.

Los zapatos del siglo XVIII o inicios del XIX son los preferidos para este español, nacido en Santiago de Compostela, que también recuerda con cariño haber elaborado botas de soldados romanos para adaptaciones de dramas bíblicos como "Moisés" y "David".

Los pedidos de las televisiones son siempre de diez pares como mínimo y a veces llegan a 30, lo que le emplea dos semanas de trabajo a él y a sus cuatro empleados, entre ellos Valdo, que está con él desde la apertura del taller, y José, que trabaja con Nieto hace dos décadas.

En su mostrador, Nieto exhibe varios pares de zapatos con un tacón de vértigo, plateados y detalles dorados, que ha fabricado para las bailarinas de samba del Plataforma, un famoso cabaré carioca.

Siempre guarda algún ejemplar de zapatos de payaso, unos de los productos por los que más reconocimiento ha ganado, y que también le exigen más dedicación, porque siempre son únicos, personalizados al gusto del cliente.

"Es un trabajo pesado. Es todo manual. Son dos días de trabajo por cada par. Se pone espuma dura en la punta, se reviste de cuero, se pega la suela y luego se cose a mano", relató.

Nieto hace de diez a doce pares de zapatos de payaso por mes, que vende a 400 reales (cerca de 170 dólares; 123 euros), aunque pueden llegar a tener de cuatro a cinco años de duración, "mucho más que los de plástico, que no aguantan nada".

El zapatero también vende a los Doctores de la Alegría, unos payasos que van a los hospitales de Río a animar a niños enfermos. "A esos les cobro más barato", aseguró.

El calzado de Nieto también desfila cada año en los fastuosos desfiles del Carnaval carioca, en los pies de los "mestres-salas" y portabanderas, que son las figuras más importantes de las escuelas de samba y, por ello, por los que puede cobrar más caro.

Mientras atiende a Efe, el negocio no deja de sonar, el teléfono suena con pedidos de nuevos clientes, la mayoría para zapatos de baile.

A un cliente de Sao Paulo que quería zapatos de claqué, Nieto le pidió que envíe por correo la silueta del pie, para hacer el calzado a medida. "Antes pedía sólo que me mandasen el número por correo electrónico, pero no sale bien", explicó.

Nieto tiene ya 73 años, pero no piensa en jubilarse, porque ama su trabajo, que le ocupa como mínimo doce horas por día, desde hace 57 años, cuando abrió el negocio en el mismo lugar que sigue hoy.

Antes de aprender el oficio, Nieto trabajó de estibador en el puerto de Río, adonde llegó de España en barco, con 17 o 18 años de edad.

Después de tanto tiempo, el zapatero se siente más cómodo hablando portugués que español, pero no olvida sus orígenes y firma sus zapatos artesanales con la etiqueta Nieto Spain.

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