Adou acabó en una maleta porque a su padre le faltaban 56 euros al mes para traerlo a España

  • La historia del 'niño de la maleta', descubierto en mayo de 2.015 por la guardia civil en el puesto fronterizo de El Tarajal (Ceuta). La subdelegación del Gobierno de Gran Canaria consideró que ganando 1.250 euros al mes Alí no podía traer a su segundo hijo de Costa de Marfil.

    El drama de la migración: Casi dos años después de la llegada a Europa de Adou, la familia todavía no ha podido reunirse. Vive con su madre y su hermana mayor en la periferia de París, su otro hermano continúa en África y el padre, Alí, está en Bilbao a la espera de juicio. 

Adou
Adou
Editorial Planeta
Iñaki Etxarri

"Salut, je m'apelle Adou". 7 de mayo de 2015, 12,14 horas, los guardias civiles de servicio en el puesto fronterizo del Tarajal, en Ceuta, no salen de su asombro. El scanner acaba de descubrir, como si de una ecografía se tratara, a un niño intentando entrar en España dentro de una maleta. Los miembros del Instituto Armado abren inmediatamente la maleta y un niño de ocho años, sonriente dice en perfecto francés: "Hola, me llamo Adou".  

"Mi padre quiere que sea médico, pero yo quiero ser futbolista como Messi y jugar en el Barcelona o en el Paris Saint-Germain... Hacía años que quería reunirme con mi padre, mi madre y mis hermanos en España, pero no nos lo permitían. Estar dentro de un equipaje es increíble, sí, pero quiero que se sepa por qué acabé entrando en Europa metido en una maleta".

Palabras del pequeño, que hoy vive con su madre Lucie y su hermana Miriam en la periferia de París. Su otro hermano, Michel, sigue en África, su padre, Ali, vive en Bilbao, trabajando de manera esporádica y a la espera de juicio acusado por la Fiscalía de "tráfico de personas".El niño de la maleta

Esta es la historia de Adou Nery Ouattara, nacido el 27 de septiembre de 2007 en Abiyán (Costa de Marfil).  'El niño de la maleta'. Una historia de amor y desgarro. Una imagen que se convirtió en una radiografía perfecta de la desesperación. Y todo por algo que a nosotros nos parece tan normal como que una familia viva unida... El drama de la migración africana, de la familia Outtara, de Adou, contado por el periodista Nicolás Castellano. 'Me llamo Adou'. La verdadera historia del niño de la maleta que conmovió al mundo.

"Realmente me llamo Adou Neri Ouatara. Nací en Adbijan, la capital de Costa de Marfil, y quiero que lean mi historia y la de mi familia", cuenta el niño en el primer capítulo del libro (Editorial Planeta), que fue presentado ayer en Madrid.

"Un sueño que todavía no se ha hecho realidad"

Una presentación en la que su padre, Ali, contaba que "el sueño de estar todos juntos todavía no se ha hecho realidad... pero espero que falte poco para ello". Y es que han pasado ya doce años desde que, en el año 2.005, empujado por la desesperación "de la guerra y la pobreza", Ali saliera de la capital costamarfileña, Abiyán, en busca del 'dorado europeo'. Un dorado que, de momento, no ha sido tal.

Cuando trató de cruzar la forntera europea dentro de una maleta, Adou tenía ocho años. Ahora, con 9 años, va a clases por la mañana en su localidad de la periferia parisina. Es hiperactivo y juega en los alevines  del FCM Aubervilliers y quiere ser como Drogba, el mejor futbolista de la historia de Costa de Marfill o como su ídolo: el barcelonista Lionel Messi. En verdad, le gustan todos los deportes, como el skate o el baloncesto. Y es que su primer balón de basket se lo regalaron cuando estaba esperando en Ceuta la prueba de ADN que confirmara que Alí era su padre.Un "error garrafal"

El autor del libro, Nicolás Castellano, atribuye a un "garrafal error" administrativo que el pequeño acabara en esa maleta rosa. Su padre, Alí, tenía todos los papeles en regla y había conseguido traerse a España primero a su mujer, Lucie, y luego a su hija mayor, Mariam, de 9 años. Cuando le llegó el turno a Adou, la Administración rechazó su recurso.

"Tal y como denunció la Oficina del Defensor del Pueblo, la Delegación del Gobierno no aplicó correctamente la ley porque los padres del niño marfileño sí cumplían con los requisitos", afirma Castellano.Faltaban 56 euros....

La Subdelegación del Gobierno en Las Palmas rechazó su petición alegando que Ali, que entonces tenía un trabajo estable y una vivienda en España, vivía en Fuerteventura, no disponía de recursos suficientes para mantener a toda la familia. La diferencia entre sus ingresos, ganaba 1.250 euros al mes, y la exigencia oficial era, en su caso, de 56 euros, pero el periodista denuncia que el propio reglamento de la ley de extranjería española "pide que se aminore la exigencia de medios económicos en los casos en los que el interés superior del menor lo requiera", como el de Adou, cuya abuela, quien le cuidaba en Costa de Marfil, había fallecido.

Tras fracasar por la vía legal, el padre de Alí recurrió a unos traficantes y dejó a su hijo en manos de unos desconocidos a los que pagó 5.000 euros para introducir al pequeño en España. "Él no se arrepiente de haber intentado reunirse con su hijo, pero sí de confiar en unas personas que pusieron su vida en peligro", afirma Castellano.

Los agentes del puesto del Tarajal que pasaron por el escáner la pesada maleta que arrastraba una joven marroquí acumulaban más de 20 años de servicio, pero nunca habían visto algo tan terrible, un niño en una maleta. "Hola, me llamo Adou", les dijo en francés cuando abrieron el equipaje. Iba descalzo y sin pantalones y uno de los agentes le compró ropa y zapatillas.

"El hombre que iba a traer a Adou me llamó desde el otro lado de la frontera de Ceuta, desde Castillejos", explica Alí, "me dijo que esperara junto a la frontera a mi hijo... La historia luego ya es conocida..."El padre fue detenido

Tras las pertinentes pruebas de ADN, su padre fue detenido. Su madre se enteró por las noticias de que habían encontrado al pequeño en una maleta y arrestado a su marido. Adou fue trasladado a un centro de menores de Ceuta hasta que pudo reunirse con su madre, y Alí pasó un mes en prisión. Aún está pendiente de juicio acusado de tráfico de menores.

"España y Europa son una tierra de acogida", dice Alí, quien no tiene nada más que apalabras de agradecimiento para los guardias civiles que descubrieron Adou en la maleta. "Ayudaron al mi hijo. Lo trataron con mucho cariño y cuando vieron que yo era su padre, que la persona que le estaba esperando en la frontera, era su padre, a mí también me ayudaron". Adou y su madre buscaron el anonimato en Francia

La familia volvió a romperse apenas cinco meses después. Adou sufría porque le llamaban "el niño de la maleta" y la gente le paraba por la calle y le pedía fotos. Finalmente, Lucie y los niños se fueron a vivir a París con un pariente lejano para distanciarse de todo y porque allí ella podría trabajar y tendría ayudas sociales.

Tuvieron que dejar atrás a Alí, al que se le ha retirado el pasaporte hasta que no se celebre el juicio. Él vive ahora en Bilbao, donde tiene unos amigos, y hace chapuzas de vez en cuando. Le gustaría encontrar trabajo, habla cinco idiomas y en Costa de Marfil era profesor de francés. "espero que pronto podamos reunirnos toda la familia", confía Alí.

De momento, a Adou le gusta más el fútbol que estudiar y como su madre apenas estudió, llama a su padre por teléfono para que le ayude con los deberes. Lucie trabaja de vez en cuando cuidando a personas mayores, y en ocasiones se pregunta si mereció la pena salir de Costa de Marfil para haber terminado, de nuevo, separados.

Aún no hay fecha de juicio y Alí Ouattara se lamenta de lo cerca y lo lejos a la vez que está de conseguir su objetivo de que toda la familia esté reunida, una meta con la que partió de Costa de Marfil hace ya 17 años. El fiscal pidió 3 años de cárcel en 2015 si él se declaraba culpable, pero se negó y no ha vuelto a tener noticias. Perdió su empleo en Canarias y acabó mudándose a Bilbao, donde ahora reside y donde espera pueda algún día vivir junto a él su familia.

"Ahora estamos casi juntos. Creo que lo vamos a conseguir. El niño está desarrollándose muy bien, jugando al fútbol, estudiando. Él sabía lo que quería aunque era muy pequeño, estar con su madre", ha señalado el padre de Adou. Castellano añade que de hecho, el niño, "que ha sabido procesar de forma muy inteligente esta historia", se pregunta por qué no entienden algo tan sencillo los políticos en Europa.Cada año, 100.000 solicitudes de reagrupación

Sin embargo, conforme recuerda el periodista, "cada año hay unas cien mil reclamaciones de reagrupación familiar en nuestro país y un alto porcentaje de denegaciones". "En estos tiempos en que el relato intenta hacer creer que hay que tomar medidas para restringir la llegada de la gente, debemos reflexionar sobre si seguimos tragándonos ese discurso o apelamos a los nombres, los apellidos y las historias familiares que tienen motivos iguales que los nuestros para desplazarse", ha sentenciado.La legislación española sobre la reagrupación

"La gran reflexión que hay que hacer es qué ocurre en la legislación española con la reagrupación familiar para que se tenga que acudir a estas vías desesperadas", afirma Castellano, para quien "las directivas europeas, cada vez más restrictivas, están alimentando a las mafias". "Hablamos de este caso porque había una foto impactante, pero miles de familias pasan por situaciones parecidas", añade. 

El libro, en fin, sirve para denunciar la arbitrariedad de las leyes de Extranjería que regulan la reagrupación familiar, que condenan a miles de familias migrantes a separarse de sus hijos durante años o si no para siempre debido a los exigentes requisitos para llevarlo a cabo.

En el caso de Adou es todavía más llamativo, porque su padre, emigrado a España, cumplía con todos los criterios que exige la legislación de nuestro país para que un emigrante pueda traerse a un hijo menor y, sin embargo, tuvo que acudir a una red de traficantes para realizar el lícito proyecto familiar de reunir a todos su hijos con su madre y su padre.Lo conocimos por el niño de la maleta, pero se llama Adou. @NikoCastellano nos narra su azarosa historia @Planetadelibros pic.twitter.com/pbzRBlx8xp— Loreto Gutiérrez (@loretgutierrez) 1 de marzo de 2017

"Estamos acostumbrados a ver de todo. El dolor es rutina, el placer es rutina, el asombro es rutina", escribe Luis García Montero en el prólogo de este libro. De vez en cuando alguna imagen especialmente dura nos golpea la conciencia. Pero incluso en esos casos, el sentimiento no dura demasiado. Tiene razón García Montero cuando dice que "la piedad fugaz caracteriza nuestra vida líquida". Sin embargo -quizá por aquello de que la muerte de un hombre es una tragedia y la de mil, una estadística- conviene retener algunas historias individuales, como la de Adou, de Nicolás Castellano, anclarlas en la memoria para que la terrible tragedia humana no se diluya en la frialdad de las cifras.

 

  

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