Armas para salvar gorilas ... y mimos, muchos mimos

En el este de la República Democrática del Congo, los guardas forestales patrullan el parque de Virunga armados con kalashnikovs para proteger a los gorilas, unos amigos a los que miman como si fueran niños.

Los últimos gorilas de las montañas viven en los confines de Congo, Ruanda y Uganda.

Del lado ruandés y ugandés, los primates viven en seguridad, pero sus congéneres del parque nacional Virunga tienen menos suerte. Sufren los mismos peligros que los humanos: la violencia armada que devasta desde hace más de veinte años la provincia de Kivu de Norte, en el este del Congo.

Por eso los guardas recorren el parque armados con kalashnikovs y metralletas. "Cada mañana, salimos al bosque con el miedo en las entrañas, pero con valentía y entusiasmo por proteger a los gorilas", declara Innocent Mburanumwe, conservador del sector sur del parque, al frente de una patrulla.

Da resultado. Los turistas han vuelto al parque desde 2013 aunque sigue habiendo grupos armados que se dedican al comercio del carbón de leña y queman hectáreas, el hábitat de los primates.

Los grandes simios también son víctimas de redes de cazadores furtivos que buscan crías para venderlas como animales de compañía en Asia. Y para conseguirlas si hay que matar a los ejemplares adultos lo hacen.

Los guardas de Virunga pagaron un alto precio desde el comienzo de la primera de las dos guerras que destrozaron el país entre 1996 y 2003. "Alrededor de 130" de ellos han perdido la vida, recuerda Mburanumwe.

Gracias a su labor y al esfuerzo de las autoridades el número de gorilas de las montañas pasó en diez años de 200 a 880, según el último registro de julio, afirma.

En la jungla, una red de cámaras camufladas identifican a los que se aventuran sin autorización en el perímetro de protección de los gorilas. Las fotos de los sospechosos se cuelgan a la entrada de las iglesias y en los alrededores del parque.

Los habitantes locales y los líderes religiosos también participan en la "sensibilización" sobre la protección del parque de Virunga, catalogado por la Unesco como patrimonio mundial de la humanidad.

Y si necesitan cuidados veterinarios, allí están los guardias para dárselos.

En Rumangabo (50 km al norte de Goma, la capital de Kivu del Norte), el "santuario de Senkwekwe", un espacio cerrado de una hectárea y media, acoge a cuatro gorilas.

Dos son supervivientes de una matanza de gorilas en 2007 y a los otros los trajeron los lugareños cuando murieron sus madres, explica Mburanumwe.

Estos cuatro huérfanos -Maïsha, Matabishi, Ndakasi y Ndeze- responden cuando oyen su nombre y han creado vínculos afectivos con los guardas que los alimentan tres veces al día.

Aquí, los hombres y los animales juegan juntos y se miman. Los guardias se comunican con ellos emitiendo sonidos estridentes. "Nos ocupamos de los gorilas como de nuestros propios hijos", asegura con una sonrisa uno de ellos, André Muhindo Bauma.

En 2012, la muerte de Kaboko, uno de los huéspedes del "santuario", entristeció a todo el equipo, para el que "cada vida cuenta".

La clínica del santuario también ayuda a los gorilas de las mesetas, de los que se ocupa otro programa de conservación.

El gorila de las mesetas (o Grauer), una subespecie del gorila del Este, está "en peligro crítico de extinción", según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). También lo está el gorila de las montañas, la otra subespecie de la zona.

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