Canberra renuncia a abandonar la isla de Macquarie en el Pacífico austral

Australia renunció finalmente, presionada por los investigadores, a abandonar la isla de Macquarie, un territorio perdido en el extremo sur del océano Pacífico austral donde está instalada desde 1948 una base científica australiana permanente.

La División Antártica Australiana (AAD, por sus siglas en inglés) había anunciado en septiembre el cierre y el desmantelamiento de esta base, a causa de la decrepitud de las infraestructuras, los elevados costes de su renovación, los riesgos de contaminación medioambiental y el peligro de sumersión.

Pero, tras las presiones de investigadores y científicos, el ministro australiano de Medio Ambiente, Josh Frydenberg, anunció el viernes un presupuesto de 50 millones de dólares australianos (más de 37 millones de dólares) para construir en Macquarie una "nueva estación de investigación de tecnología punta".

Territorio filiforme de 34 km de longitud por 5,5 km en su franja más ancha, la isla de Macquarie, clasificada en el Patrimonio Mundial desde 1997, está situada a 1.500 km al sur de Tasmania, a medio camino entre Australia y el continente antártico.

"La nueva estación será la más moderna de este tipo en todo el océano Austral", dijo en un comunicado, precisando que será "pensada para tener un impacto medioambiental mínimo".

"La isla de Macquarie es un importante punto de observación global para las investigaciones científicas, sobre todo para el seguimiento meteorológico del hemisferio sur y para recabar datos climáticos", añadió.

La isla acogió por primera vez una expedición científica en 1911, cuando los hombres dirigidos por el explorador Douglas Mawson (1882-1958) en la histórica expedición a la Antártida se quedaron dos semanas.

Desde 1948 la presencia humana fue sin interrupción. Unas 15 personas viven de forma permanente en la base, y pueden llegar a ser unas 30 durante el verano austral.

El ministro confirmó que la base actual iba a ser desmantelada y que la nueva estación estaría totalmente operativa en 2021-2022.

En septiembre, el AAD había explicado que la suspensión de la presencia permanente tenía que ser "una medida adicional para minimizar el impacto humano en la isla".

Descubierta en 1810, la presencia humana en la isla durante más de 200 años ha modificado considerablemente su ecosistema, afirma por su parte la Unesco, a raíz de la explotación comercial de pingüinos y focas, y tras la introducción de especies exteriores, como gatos, conejos, ratas y ratones.

El gobierno australiano multiplicó en estas últimas décadas los programas de erradicación, lo que ha tenido como consecuencia en algunos casos reforzar otras especies nocivas al eliminar los predadores.

Pero abandonar un territorio colonizado por el hombre durante tanto tiempo hace que sea difícilmente sostenible, advierten científicos y ecologistas.

"La isla es vital para los estudios sobre el clima, el ozono, pero la seguridad de su biotopo también es crucial", explica Jenny Scott, de la Universidad de Tasmania.

"Se han gastados grandes sumas (de dinero) en programas de erradicación y mi preocupación era que todo esto se perdiera por una presencia incontrolada del hombre", explica la investigadora, que estudia desde hace 30 años la flora y los paisajes de la isla.

"Sabemos a que velocidad las ratas pueden proliferar de nuevo. Estoy muy contenta de que estas preocupaciones se hayan tenido en cuenta", concluyó.

Para muchos detractores del proyecto de cierre de la base, una presencia humana limitada en la isla es capital para controlar la evolución de su fauna y flora, y para vigilar los barcos de pesca y de turismo que quieren acercarse.

"La isla de Macquarie es uno de los mayores santuarios de vida salvaje del mundo, con miles de pingüinos, focas y albatros", declaró el viernes el exjefe de los Verdes australianos, Bob Brown.

grk/jac/cr/es/pa

Mostrar comentarios