Ibrahim, Hamude, Mohammed... tienen entre 2 y 8 años y ya han recorrido medio mundo escapando de la guerra en Siria

  • No han conocido otra cosa que las bombas y la muerte a su alrededor. El próximo 20 de marzo se cumplirá un año del pacto migratorio de la Unión Europa con Turquía, y cientos de menores crecen lejos de sus hogares y con sus familiares muertos.

    Miles de refugiados varados en Grecia, e incluso entidades como Médicos sin Fronteras, denuncian que el mundo comienza a olvidarlos. Esta ONG ya llama a los chavales como la generación de 'niños invisibles' de Siria. Estas son algunas de sus historias.

Ibrahim cruzó el Egeo... y ha crecido con la guerra a su alrededor.
Ibrahim cruzó el Egeo... y ha crecido con la guerra a su alrededor.
Diego Caldentey

Las historias se repiten, cruzan y después toman caminos separados. Suponen una travesía larga, angustiosa y desesperada. Todo comenzó con las bombas y el silbido de balas a las puertas de sus casas. Después... lo que vino después... es un periplo de miles de kilómetros para escapar de la guerra de Siria. En breve (el próximo 20 de marzo) se cumplirá un año de la entrada en vigor del pacto migratorio de la Unión Europa con Turquía, pero los migrantes varados en campamentos de diversos puntos de Grecia y en otras latitudes, como en la frontera con Jordania, denuncian que el mundo ya se ha olvidado del tema de los refugiados.

En ese marco surgen las historias de cientos de menores que han recorrido miles de kilómetros escapando del espanto. Médicos sin Fronteras les llama 'la generación de niños invisibles de Siria'.

Solo en Grecia hay más de 60.000 migrantes que llevan trece meses atrapados en campamentos. Un diez por ciento son menores de 12 años. Más allá de las cifras, surgen historias de vida que apabullan. Como la del pequeño Mohammed, que con tan solo seis semanas escapó en 2015 del campo sirio de Yarmuk, un barrio de Damasco, la capital siria, donde había 18.000 civiles varados por el estrago de la guerra.

Hoy está por cumplir dos años y ha pasado casi todo el período de su corta vida entre campamentos y países, lejos de cuna. También asoma la historia de Hamude, de 8 años, que primero llegó a Austria tras un viaje aterrador de 16 días. Huyó de Alepo junto a su tío, cuando ya había perdido a sus padres. Después pasó por Alemania, hizo escalas en Hungría hasta llegar a Turquía. Cruzó el mar Egeo en barcaza y ahora sueña con reencontrarse con su hermano pequeño y otro tío otra vez en Alemania.

Su historia queda fantásticamente recogida en el documental 'Nacido en Siria', que narra el periplo de siete niños que huyeron de la guerra en su país para buscar refugio, a miles de kilómetros de sus casas, en algún punto remoto de Europa. El largometraje de Hernán Zin se estrenó hace un mes. Vale la pena mirarlo. Citando un fragmento de otro film, esta vez de Juan Antonio Bayona Bayona (el premiadísimo 'Un monstruo vino a verme') valen estas palabras para comprender el drama de los menores sirios que han realizado kilómetros y kilómetros para buscar un poco de paz en sus vidas: son niños "demasiado jóvenes para ser hombres".

Los casos de estas historias no merecen olvidarse, como claman los refugiados atrapados en Grecia por el cierre de las fronteras balcánicas y la entrada en vigor del pacto UE-Turquía. La mayoría de ellos piensa que el mundo ya dejó de tener posada la mirada en sus dramas, se sienten olvidados e ignorados y pugnan por pedir asilo en el país heleno como única opción.

Según cifras del diario El País, alrededor de 10.000 de ellos, entre los que destacan 2.000 menores (como bien podrían ser Mohammed y Hamude), acaban de ver aprobada la solicitud que presentaron en 2016 para quedarse finalmente allí. En la actualidad -sostiene el medio- siguen en Grecia 62.326 migrantes (14.410, en las islas).

Hay más casos de pequeños como el de Ibrahim, atrapado en un campo de refugiados en Berm, entre la frontera de Siria y Jordania. Natalia Thurtle, responsable del equipo médico de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el lugar publicó recientemente un desgarrador relato en el que denomina a las historias de Ibrahim, Mohammed y Hamude como parte de la generación de 'niños invisibles de Siria'.

La profesional narra que cerca de 75.000 personas continúan atrapadas en el mencionado campo de refugiados en Berm. Tras recordar el caso de Aylan Kurdi, aquel niño cuyo cuerpo fue encontrado en la playa (cuya imagen estremeció al mundo) la médico dice que hay decenas de Aylan, aunque muchos aún no hayan perdido la vida. Pero su futuro es tan incierto que el horizonte se torna terrible.

Los desplazados sirios que han buscado refugio en esta franja desértica tienen menos de la mitad del agua que requieren y, desde el 21 de junio del pasado año, han recibido un único suministro de alimentos desde una grúa.

"Ibrahim tiene seis años. No ha conocido otra cosa que la guerra a su alrededor. Cree que es lo normal, que así es la vida y sigue adelante de todas formas, como hacen los niños a menudo. Ibrahim y su familia llegaron al Berm en enero (del pasado año), escapando del hambre y el terror, con la esperanza de encontrar un lugar seguro. Y allí siguen desde entonces", cuenta Thurtle.

"Ibrahim tiene un hermano, Alí, de ocho años, y ambos tienen una predecible rivalidad. En este contexto hay pocas opciones de juego, varían entre perseguirse unos a otros y jugar al escondite en Berm. La madre de Ibrahim está sola. Su padre murió en un ataque aéreo, el precipitante principal de su huida al Berm. Su madre se esfuerza cada día en cuidar de Ibrahim, de su hermano y de la pequeña hermana de un año. Cuentan con muy pocos recursos, casi todo lo que tenían lo gastaron para llegar al Berm".

La historia de este chico es un permente éxodo hacia la nada. Sorteó controles rigurosos militares junto a su progenitora, vagó por Siria durante meses tras perder su casa, fue y volvió una y otra vez entre las fronteras...

"Lo más importante es poder localizar a niños como Ibrahim y brindarles atención", suplica la mujer. En su opinión, son víctimas que ya nadie ve y por las que nadie se indigna, cuando ya el tema de los refugiados parece haber dejado de hacer 'ruido'. Es un error imperdonable, que aún (tal vez) pueda comenzar a repararse.

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