Las dos caras del muro (ya construido) entre México y EEUU

El muro de Trump entre Estados Unidos y México ya existe. Lo empezó Bill Clinton y nadie lo ha parado desde entonces... ni derribado. La frontera se extiende por 3.200 kilómetros a través de cuatro estados: California, Nuevo México, Arizona y Texas.

Existen vallas, tierra, hierba, ríos...que detienen las vidas e historias de quienes tratan de cruzar.  Se agrupa viejos teléfonos móviles entre las vigas. Bolsas de plástico con pasta y cepillos de dientes. Ropa deshilada. Son los objetos de los 'sin nombre'. El muro de Trump lleva años siendo un realidad para muchas familias que viven divididas en los límites fronterizos y hay quien se comunica a través de él.

Es una de las fronteras más transitadas del mundo que registra cifras de infarto. Un millón de cruces legales de personas al día, 300.000 automóviles y 15.000 camiones de carga, según cifras de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, la mayor cifra del planeta. La dura cara de este fenómeno la ponen los cientos de miles de personas que ponen rostro a esta tragedia.Aidé viajó desde El Salvador embarazada 

César tiene cuatro días. Los mismos que lleva en Estados Unidos. Su madre, Aidé, de 18 años, viajó más de una semana desde su casa de El Salvador hasta la frontera embarazada de ocho meses. Quería huir de la violencia en su país refugiándose en Nueva York, donde vive su madre y sus hermanas. En el camino, se subió a tantos buses que ni recuerda y atravesó en una balsa el Río Grande, que separa México del estado de Texas. Se enfrentó al calor, a las serpientes y a los traficantes y ladrones que merodean por la zona. 'Fue bastante arriesgado porque ya me faltaban pocos meses para dar a luz y aún así decidí venirme', explica a la BBC.

A su llegada, los agentes migratorios estadounidenses la retuvieron durante seis días. Cuenta que se sintió tan estresada que se le aceleró el parto y tuvieron que trasladarla al hospital de Mission. Después, la llevaron a un albergue temporal creado por la Iglesia del Sagrado Corazón en la ciudad de McAllen, en Texas.

La historia de Aidé es la de decenas de inmigrantes que cruzan la frontera en busca de una vida mejor embarcándose en un viaje que no les asegura el éxito: aunque consigan llegar a la frontera, en Estados Unidos corren el riesgo de ser deportados a sus países.Jocelyn viajó sola y fue explotada sexualmente

Jocelyn es un nombre ficticio pero su historia no lo es. El suyo es el relato de una niña guatemalteca que viajó sola a la frontera de Estados Unidos con México. Sus padres, que trabajaban de forma ilegal en Estados Unidos, pagaron a unos 'coyotes' 2013 o 'polleros', según la jerga 2013 para que la llevaran a la frontera con la idea de reagruparse, pero la niña se quedó en el camino. Con sólo ocho años fue explotada sexualmente hasta que logró escapar y cruzó por fin la frontera a la altura de Río Grande. Su caso es dramático, pero al menos pudo contarlo. Otros niños como ella cayeron en manos de las mafias que trafican con órganos y perdieron la vida, aprovechados y vendidos por partes como carne de vacuno.

Los peligros de la travesía y la impunidad de las mafias son precisamente los argumentos de las autoridades norteamericanas para persuadir a los inmigrantes, a menudo desinformados por las organizaciones criminales, que crean en sus víctimas una ilusión de pase libre a los Estados Unidos aunque el viaje sea, en la mayoría de los casos, de ida y vuelta.Zelaya huyó de la muerte y de ser un niño de la calle

'Nací en Honduras, en San Pedro Sula, la capital mundial de la violencia. De niño, crecí en la extrema pobreza. Fui testigo de la muerte de mi hermano en los brazos de mi madre porque no teníamos dinero para llevarlo a un hospital.', declara con angustia y después de trece años, José Luis Zelaya, un joven inmigrante que tuvo que huir de su país por miedo.

'Teníamos un padre violento, un hombre alcohólico que golpeaba a mi madre en público, que me golpeaba a mí y me impidió acceder a la educación, que, literalmente, me separó de mi madre. Mi madre huyó de él con mi hermana menor, pero él me retuvo. Me obligó a quedarme para que pudiera proveerle alcohol. Mi madre emigró a Estados Unidos y yo me quedé en Honduras durante unos dos años sin ella. Finalmente, mi padre me echó de casa y me quedé sin hogar'.

Zelaya siguió recordando su historia en el programa de noticias de Democracy Now!: 'Me convertí en un niño de la calle. Hurgaba en los tachos de basura para encontrar algo que comer. Lustraba los zapatos de la gente en los parques. Vendía caramelos en los semáforos. Limpiaba parabrisas para mantenerme. Pero la realidad es que Honduras es un país muy peligroso. Una vez, estaba jugando al fútbol y hubo un tiroteo callejero y terminé recibiendo dos tiros, uno en cada brazo, y fue ahí que tomé la decisión de que tenía que huir'.

José tenía un pedazo de papel con el número de teléfono de su madre, que comenzaba con '713', el código de área de Houston. Sólo con ese dato y con apenas trece años de edad, se embarcó en un viaje infernal hacia el norte para reunirse con su madre. Se estima que unas 500.000 personas viajan en trenes de carga desde América Central, y a través de México, con la esperanza de llegar a la frontera con Estados Unidos.Las detenciones son una décima parte que en los 90

Según los propios datos de la Patrulla Fronteriza, las detenciones a migrantes en la frontera son en la actualidad una décima parte de las que se registraban en los años 90. Si en el año 2000 fueron interceptadas 616.000 personas cruzando clandestinamente, el número cayó a 63.400 en el 2015: el nivel más bajo desde principios de los setenta. Esto supone una media de 19 aprehensiones por cada agente fronterizo, la segunda tasa más baja de cualquier año registrado.

Aunque el número total de migrantes que llegaron a la frontera aumentó ligeramente durante el 2016, la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos aclaró que se debe al creciente flujo de llegadas de niños no acompañados y familias procedentes de Centroamérica.

Son los rostros humanos a un lado del muro. A ellos, hay que sumar el enorme impacto medioambiental ya que se construirá a través de reservas naturales, zonas de alto valor ecológico y lugares sagrados para los pueblos indígenas de los dos lados de la frontera.

S.Campo
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