El doloroso regreso a casa de centenares de cristianos capturados por 'EI' en Siria

  • En agosto pasado habían sido capturados por los yihadistas en la estratégica ciudad de Al Quariatain, que fue devastada por las milicias. Ahora ha sido recuperada.

    Basam Dabas, uno de los secuestrados, ha conseguido regresar a sus raíces junto a decenas de familias, tras haber pasado días de espanto en los calabozos. 'El trato de los yihadistas no era propio de seres humanos', ha relatado.

No son solo un puñado de hombres a quienes arrebataron de sus raíces. Se cuentan por centenares y fueron capturados por Estado Islámico en Al Quariatain, Siria, durante los últimos tiempos. En 2012, al inicio de la Guerra Civil, las milicias se apropiaron de toda la provincia de Homs, donde vivían unos 20.000 habitantes.

En todo este tiempo, los yihadistas secuestraron y torturaron a casi 300 cristianos asirios, y a decenas de civiles de otras religiones, como los 170 musulmanes suníes que también cayeron en sus garras.

Hoy, tras todo un calvario de encierros, amenazas y penosa vida en los calabozos, esa población lentamente está emprendiendo su regreso a casa. Al Quariatain se sitúa en el centro de Siria. Supone una estratégica localización que conecta con Palmira, en la frontera de Líbano.

Uno de los rostros e historias más conmovedoras que sintetiza este regreso es la de Basam Dabas. A mediados del pasado año, fue capturado por EI entre las ruinas de una de las dos iglesias del monasterio de Mar Elian, donde iba a rezar.

Los fundamentalistas lo trasladaron por la fuerza a unos 90 kilómetros al este de su ciudad, en pleno desierto, donde permanecieron hacinados en un calabozo.

Según ha relatado a AFP, 'el comportamiento de los yihadistas con los capturados no era propio de seres humanos'. Dabas es ingeniero y tiene 55 años. 'Cuesta creerse que yo siga vivo', ha reconocido.

Después de 25 días de espanto, los detenidos fueron liberados. Dabas y muchos otros hombres primero escaparon a la localidad de Homs. Recientemente, tanto él como muchos de los demás cristianos volvieron a Al Quariatain.

Se encontraron con una ciudad fantasma, tapizada de escombros y con viviendas pulverizadas. Hoy el pueblo ha sido recuperado, tras una vasta ofensiva que permitió a las fuerzas prorrégimen sirio, con la ayuda de Rusia, hacerse con el control de Palmira, situada unos 100 kilómetros al nordeste de allí.

Los testimonios de los supervivientes del horror estremece: 'Me entristece ver esto, es muy doloroso. Esperemos que el ejército ruso y el sirio restablezcan la seguridad en la ciudad y podamos reconstruirla', ha afirmado Faisal Abdelrahim, otro civil contempló atónito el estado destrozado de la que fue su vivienda.

La situación no está controlada aún en la zona, y la tensión se sigue respirando en el aire. EI tiene posiciones a tan sólo 15 kilómetros de allí. Mustafa Shablak, un oficial del ejército retirado, regresó a la ciudad con su hermano. El resto de su familia se quedó en Homs, según recoge AFP. Es otro de los hombres que ha comprobado con sus propios ojos el estado lamentable del pueblo donde creció.

De acuerdo a los datos del Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, entre los secuestrados que han conseguido escapar del trato humillante y de las prisiones yihadistas, hay 11 familias enteras, además de 45 mujeres y 19 niños. Todos ellos habían sido acusados por EI de colaborar con el régimen de Bachar el Asad. La excusa de los milicianos para capturarlos fue considerarlos 'infieles que no pueden rendir pleitesía al Califato'.

Ahora, lenta y dolorosamente, las cosas intentan volver a la normalidad, aunque no será fácil. El infierno comenzó en mayo pasado, cuando un grupo de hombres enmascarados secuestró al clérigo Jacques Mourad, abad del monasterio de Mar Elian en Al Quariatain. El sacerdote jesuita Paolo Dall´Oglio fue también capturado en la misma región. Ahora, las cicatrices comienzan a cerrarse.

Las caracerísticas de Al Quariatain son singulares. En el siglo VII, los cristianos decidieron tras la llegada del islam que la mitad de los miembros de cada familia se convirtiera a la fe musulmana para proteger al resto de sus parientes. Por eso allí no resulta extraño que las familias cristianas y musulmanas compartan el mismo apellido. Después de tanta infamia, la reconstrucción de cientos de familias está en marcha, para reconciliarse con gran parte de sus vidas... y de la historia.Regreso a Palmira

Por otra parte, cientos de ciudadanos desplazados también han sido autorizados por el Gobierno sirio a regresar por unas horas a Palmira, dos semanas después de haber sido reconquista. Esta es una ciudad de fama mundial por sus antiguas ruinas.

El 27 de marzo pasado, el gobierno del presidente sirio Bashar al Asad, con apoyo aéreo ruso, reconquistó tras feroces combates esta localidad, inscrita en el lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, y la parte residencial y moderna de la ciudad.

Se estima que entre 50.000 y 70.000 personas vivían en esa ciudad antes de la llegada de EI y unas 15.000 durante la presencia de los terroristas en este territorio.

Hoy, la ciudad lleva las huellas de la guerra. Varias calles están cerradas debido a los cráteres que dejaron los explosivos, los techos de muchas casas se hundieron, y los muros tienen marcas de balas.

Mientras que los habitantes han inspeccionado lo que queda de sus hogares, artificieros rusos buscan durante estos días las minas y explosivos colocados por los combatientes del EI antes de huir de la ciudad.

Entre los testimonios de las personas que han vuelto por unos instantes a su lugar de origen, destaca el de Marwa, una niña de 6 años, quien encontró su oso de peluche y su muñeca Barbie entre las ruinas de su vivienda.

'No encuentro todos mis juguetes pero al menos encontré mi Barbie, mi oso de peluche, un collar y un cuaderno. Volveré para encontrar lo que falta', ha asegurado la menor, según recoge AFP.

'No hay nada como estar en casa. Es cierto que no hay agua ni electricidad, pero si nos autorizaran nos quedaríamos, sin importar los escombros, el polvo y el caos', ha explicado Hayat, la madre de Marwa.

Khodr Hammud, un jubilado de 68 años, también ha regresado a su casa. 'Las paredes, las ventanas y la puerta siguen allí, me basta para que mi familia y yo regresemos a Palmira. Le prometí a mi hijo Abdu que le traería los juguetes que tuvo que dejar', ha explicado.

Diego Caldentey
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