El caso de Erin Brockovich se repite en Pensilvania

  • Aguas contaminadas, problemas de salud y unos pozos de extracción en el que se cree que es el segundo mayor yacimiento de gas del mundo. Este cóctel de factores enfrenta a los habitantes de Pensilvania con las empresas y autoridades de la zona. Aunque el Gobierno estatal admite violaciones medioambientales, no está tomando medidas para evitarlo.

'Este lunes vino la niebla, había un camión junto al pozo de gas abajo en el valle. Podías ver la niebla saliendo de allí. Al atardecer condujimos por la carretera y parecía que hubiera bolas de algodón en el aire, el olor era insoportable', cuenta Carol Jean Moten, una mujer afroamericana de 52 años en la pequeña localidad rural de Rae en el suroeste de Pensilvania. Ha vivido toda su vida allí y cuenta que hay tanta contaminación, que tiene que usar agua embotellada hasta para bañarse.

Muchos habitantes de la zona, como Moten, denuncian la polución del aire y los acuíferos desde que decenas de empresas de energía aterrizaran en masa en este lugar hace un par de años, invirtiendo miles de millones de dólares. Recuerda al caso de aguas contaminadas por actividades industriales que destapó una audaz Erin Brockovich y cuya historia acabó en las salas de cine de medio mundo con Julia Roberts emulando a la heroína. Aunque en el caso de Pensilvania, de momento, no ha habido ninguna sentencia inculpatoria de por medio.

Estamos en el corazón del 'Marcellus Shale', una formación de roca a más de mil metros de profundidad que se cree contiene el segundo mayor yacimiento de gas natural del mundo tras el campo Pars entre Qatar e Irán. Este área está accesible desde hace solo pocos años gracias a nuevas tecnologías de extracción.

A las colinas cubiertas de frondosos bosques y pastizales y granjas pintorescas, ahora se añaden depósitos pintados de verde junto a pozos de gas, tuberías y enormes torres perforadoras. Aún así, el tema sólo saltó a primera plana hace poco cuando se supo que el director estatal de Seguridad Nacional, James Powers, contrató a una firma privada para espiar a grupos contrarios a las explotaciones de gas, información que presuntamente transmitía a las empresas de energía provocando su dimisión.

Problemas de salud

'Estamos recibiendo quejas de salud de gente que atribuyen a las perforaciones de gas molestias como dolores de cabeza, nauseas, agravación de asma, a veces sangrado de nariz. Algunos granjeros también denuncian la muerte de animales. Podrían ser miles de personas las afectadas, pero todavía desconocemos la extensión real del problema', afirma a lainformación.com Conrad Dan Volz, prominente experto en salud pública de la Universidad de Pittsburgh.

'Hace dos años apenas había infraestructura del gas en esta zona. Desde entonces se han perforado más de 2.000 pozos de gas en Pensilvania y en el futuro se espera que se perforen hasta 7.000 cada año. Esto ahora es el Lejano Oeste, la mentalidad del Lejano Oeste en el este de Estados Unidos', opina. 'El Gobierno federal realmente debe de intervenir para controlar lo que está ocurriendo', añade.

Manipulación química sin control

Los activistas anti-gas acusan a las empresas de contaminar el aire y los acuíferos, la mayor fuente de agua potable del estado. Aseguran que hay filtraciones del gas y las sustancias tóxicas usadas durante la fracturamiento hidráulico o 'fracking'. Durante este proceso de extracción se inyectan millones de litros de agua a alta presión junto a arena y productos químicos, algunos tóxicos, provocando miniterremotos que liberan el gas.

Las empresas están exentas de revelar los productos químicos usados en este proceso. Éste es el llamado agujero legal Halliburton o 'Halliburton loophole', introducido en la ley de energía aprobada en 2005 en EEUU e impulsada por el ex vicepresidente y antiguo directivo de Halliburton, Dick Cheney. Su antigua empresa inventó este proceso de extracción. La firma está investigada además por presuntos fallos en el diseño del pozo de BP Deepwater Horizon que provocó el peor vertido de petróleo de EEUU en el Golfo de México.

Tal es la preocupación, que el estado de Nueva York -al noreste de Pensilvania- introdujo una moratoria de prospecciones de gas Marcellus en su territorio hasta no aclarar el impacto del 'fracking' sobre el agua. No así Pensilvania, cuyas autoridades admiten haber descubierto unas 500 violaciones medioambientales en el estado, incluyendo la filtración de gas metano en el agua corriente de una decena de casas el año pasado en una localidad en el noreste del estado. Pero quitan hierro a estos problemas recordando que toda industria pesada conlleva riesgos y aseguran que la industria se está desarrollando correctamente.

Ron Gullas, ex trabajador del sector petrolero de 55 años de edad, que compró una granja en los '90 cerca de donde vive Moten, no está convencido. Hace ocho años firmó un acuerdo de alquiler con la empresa Range Resources, pionera en la extracción de gas, que después perforó cuatro pozos incluyendo el segundo pozo Marcellus en su propiedad, un acuerdo del cual se arrepiente.

'He tenido problemas desde que llegaron. Tengo un pequeño lago donde pescaba, pero de repente el agua se volvió negra y todo se murió. También el agua del grifo cambió, cuando te lavabas los dientes te quedabas con un sabor metálico en la boca', comenta Gullas. 'Hasta hoy el agua huele mal, eso no pasaba antes', añade furioso junto a los depósitos de gas situados en una loma que domina su granja. Echa en cara a las autoridades estatales que ignoren su caso.

La culpa es de todos y de nadie

Matt Pitzarella, representante de Range Resources, reconoce que ha habido accidentes, pero asegura que eran casos excepcionales. Recalca además que la industria ha creado miles de puestos de trabajo en la zona hasta ahora económicamente deprimida, pagando verdaderas fortunas en concesiones y alquiler de tierras a algunos granjeros del lugar.

'El problema es que estamos en el lugar donde nació la industria del carbón y aquí la gente teme que seamos el segundo devenir del carbón hace un siglo atrás', afirma. 'El Estado hizo un estudio el año pasado que mostraba que el 43% de los pozos de agua del lugar no cumplían los requisitos de calidad recomendados, pero ahora se nos culpa a nosotros de todo'.

Alfonso Daniels, Pensilvania (EEUU)
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