El drama de miles de desaparecidos en Siria: "Ni siquiera sabemos si sigue vivo"

    • Saeed cuenta cómo se llevaron a su padre de casa mientras Khaled cuenta las torturas que según él sufrió en una prisión secreta.
    • El régimen sirio usa las desapariciones sistemáticamente para presionar a las familias de activistas y manifestantes, según los expertos.
Alfonso Daniels

Muhammad Yassin, de 66 años, comía con su esposa en su casa del suburbio de Daraya en Damasco. Era un mediodía en mayo pasado, cuando de repente escuchó a alguien golpear fuerte en la puerta. Nada más abrir, irrumpieron varios hombres armados de la temida mujabarat (servicios secretos sirios), quienes registraron cada habitación, llevándose a Yassin a la fuerza a pesar de las súplicas desesperadas de su esposa.

Era la tercera vez que arrestaban a Yassin, quien antes había pasado varios meses incomunicado a pesar de no haber sido acusado de nada nunca. "Siempre defendió las protestas pacíficas y participó en una concentración contra el régimen a inicios del año pasado, pero sufrió un paro cardíaco mientras huía de los partidarios del Gobierno y desde entonces nunca pudo salir a la calle", comenta a lainformacion.com su hijo Saeed, de 34 años.

"Le torturaron en prisión, le golpearon la cara, la planta de los pies, le aplicaron descargas eléctricas. Hace tres meses supimos por alguien que fue liberado que estaba en una celda con 60 otros prisioneros sin suficiente comida y que no se sentía bien. No podemos traerle medicinas y las autoridades nos ignoran, ni siquiera sabemos si sigue vivo", añade Saeed a través de Skype desde Arabia Saudí, donde vive exiliado junto a su hermano mayor. Él también fue arrestado y torturado antes de ser liberado y escapar del país.

Yassin es uno de miles de desaparecidos forzados sirios a manos de las fuerzas de seguridad sirias, denuncian activistas de derechos humanos, aunque nadie sabe la cifra exacta. Según Nadim Shehadi, experto sobre Siria en el instituto Chatham House de Londres, el régimen sirio usa las desapariciones sistemáticamente para presionar a las familias de activistas y manifestantes, aunque los arrestos muchas veces son indiscriminados, lo mismo que hicieron hace años en el norte de Líbano durante la ocupación siria.

"El regimen sirio siempre ha usado desapariciones para imponer su control: arrestan a alguien, la persona desaparece, la familia comienza a buscarla, a veces logran encontrar a su pariente y después comienzan las negociaciones para su liberación. Esto normalmente incluye que la gente deje de participar en las protestas o luche contra el gobierno", afirmó Shehadi a lainformacion.com.

Organizaciones de derechos humanos afirman que cada vez es más difícil documentar estos casos, ya que hay unos 2,5 millones de desplazados en el país. Denuncian que muchos de los desparecidos son torturados y a veces ejecutados en prisiones secretas. Y advierten de que esta crisis es comparable a lo ocurrido en Argentina durante la represión militar a fines de los años 70 e inicios de los 80 donde entre 9.000 y 30.000 personas desaparecieron.

En Siria, sin embargo, las masacres casi diarias que ocurren a lo largo del país han hecho que esta crisis hasta ahora pasara a un segundo plano. Las autoridades intentan además desesperadamente restar credibilidad a estas denuncias, llevando a algunos detenidos a hablar frente a las cámaras de la televisión estatal siria para afirmar que estaban siendo bien tratados.

Uno de los que apareció en televisión fue Baraa Hussein, de 38 años, arrestado durante los primeros meses de la revolución. Su crimen: agarrar un altavoz y cantar eslóganes de protesta en una manifestación multitudinaria frente a la sureña ciudad de Deraa. Durante la protesta la gente preguntó a los militares si dispararían contra ellos. Un oficial sirio lo negó rotundamente.

Poco después los soldados dispararon contra la gente con artillería antiaérea, provocando decenas de muertos y más de mil heridos. Baraa logró escaparse con un grupo junto a su hermano Khaled, de 19 años, refugiándose en el sótano de un edificio a medio construir. Horas después -asegura Khaled- se rindieron y fueron trasladados en autobús hasta una de las temidas prisiones secretas que el régimen mantiene en la zona.

"No paraban de golpearnos en el camino, teníamos los ojos vendados, nos decían que éramos terroristas y responsables de la masacre, estábamos aterrorizados", comenta Khaled a lainformacion.com desde Damasco, prefiriendo ocultar su nombre real y el de su hermano por temor a represalias.

Finalmente, les trasladaron a otra prisión más grande en Damasco –cuenta Khaled– donde dijeron a su hermano que debía confesar por televisión que era un terrorista. "Al principio se negó, pero vimos cómo partieron la cabeza con una bombona de gas de uno de nuestros compañeros que también se había negado, así que no le quedó otra que aceptar", añade Khaled en un inglés fluido.

Después se llevaron a su hermano y apareció a los tres días con los dientes rotos, la cabeza destrozada y el pelo rapado. Fue la última vez que Khaled le vio. Meses después Khaled fue liberado, no así su hermano. En noviembre pasado su padre logró visitarle en prisión. Tuvo sólo tres minutos para verle, siempre bajo vigilancia, y apareció con las manos ensangrentadas. Su paradero es desconocido hasta hoy en día.

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