El peluquero que huyó de Irak perseguido por su fe cristiana

    • Juan Ghanim dejó su país cuando los islamistas radicales le pusieron una bomba en la puerta de su casa. Hoy vive en Madrid y analiza el avance del ISIS en Irak: "Ni chiíes ni suníes son hombres de paz".

    • No pudo trabajar como ingeniero agrónomo por ser cristiano, y más tarde le seguirían haciendo la vida imposible cuando abrió una peluquería. "Me dijeron: '¿Quieres vivir? Cambia de religión'".

Juan Ghanim, el peluquero iraquí que huyó de Irak perseguido por su fe cristiana
Juan Ghanim, el peluquero iraquí que huyó de Irak perseguido por su fe cristiana

Antes de sortear las bombas que estallaban en la puerta de su peluquería en Bagdad, Juan Ghanim había sufrido la marginación a la que el Estado iraquí le sometió por profesar públicamente su religión: la cristiana. Ingeniero agrónomo de formación, el Estado le cerró las puertas para trabajar por no abrazar la fe de Mahoma.

Porque en Irak detectar a los 'infieles' es tan sencillo como echarle un vistazo al DNI, en el que no sólo aparecen nombre y apellidos sino también la religión que se profesa. "Hacer estas distinciones provoca que estas sociedades sean cerradas y fanáticas", declara a Lainformacion.com. Sin posibilidad de ejercer su profesión, Juan no se dio por vencido y abrió una peluquería con la que poder mantener a su mujer y dos hijos.

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Aunque no era la vida que había soñado, Juan creyó que así también podría sacar adelante a su familia de una forma digna. Pero la tranquilidad que esperaba encontrar en su negocio nunca llegaría, pues los musulmanes más radicales -que allí son legión- no le perdonarían que colgara un crucifijo dentro de la peluquería, pretexto que utilizaban para atacar su establecimiento.

Precisamente, ahora las bombas que nunca se fueron forman parte del paisaje de un Irak azotado por el avance de los yihadistas del ISIS. Una guerra civil amenaza con desatarse en su país y Juan lo tiene claro: los chíies no son mejores que los suníes, o lo que es lo mismo: ambos son malos. "Están haciendo mucho daño a Irak, especialmente a los cristianos. No quieren la paz y cuanto más crecen más miedo tengo", reflexiona Juan, que a pesar de vivir en Madrid está en contacto permanente con la iglesia caldea de allí. En Irak la comunidad cristiana representa el 1,8% de la población. Hay que recordar que la Iglesia católica caldea tiene su propio patriarca (el actual llamado "patriarca de Babilonia") que está en plena comunión con Roma desde el año 1553.Peluquero en Argüelles

En realidad, en Irak también hay una comunidad católica latina de unos 3.000 fieles, sostenida por misioneros dominicos, redentoristas, carmelitas y salesianos. Asimismo, destaca la comunidad siro-católica compuesta por unas 75.000 personas repartidas entre la capital y el norte del país (Kirkuk y Mosul).

Desde hace tiempo, los cristianos están en el punto de mira de los muyahidines, que sólo tienen que detonar un terreno previamente minado contra los cristianos. Por ejemplo, uno de esos obstáculos es la prohibición de usar cualquier nombre cristiano, caso de Juan. "Es una prueba más de que no son gente tolerante", señala. A él le ofrecieron la posibilidad de abrazar la fe islámica. "Me dijeron: '¿Quieres vivir? Cambia de religión'. Mahoma les dice que tienen que dominar el mundo. No creo que en mi país abunden los que tienen sentido de la convivencia y la paz".

Por supuesto, dijo que no y siguió aferrado a la misma cruz que, a pesar de todos los pesares, seguía colgada en su peluquería. Su arrojo era ya un desafío intolerable para los bárbaros, que decidieron atacarle en el único lugar que les faltaba: su casa. Allí le hicieron estallar otra bomba y fue cuando Juan dijo 'basta'. Se marchó al Kurdistán iraquí, pero tampoco encontraría la paz. Esta vez la razón se llamaba Ansar al Islam, un grupo terrorista colaborador de Al Qaeda activo desde septiembre de 2001. Ante ese panorama la familia Ghanim emprendió la marcha hacia otra vida mejor. "No tenía sentido quedarnos más tiempo. Para estar igualmente acosados en un territorio que no era el nuestro, lo mejor era marcharnos".

Sin duda, la recompensa a tantas fatigas fue su llegada a España, país en el que descubrieron la calma tras una vida de obstáculos. Ahora Juan emplea su día a día entre las misas de la parroquia de Santa Teresa y San José y la peluquería del barrio de Argüelles en la que asegura a sus clientes que la de Irak no es una guerra de buenos contra malos.

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