Kordofán: un pueblo tranquilo que de noche se convierte en primera línea de frente en Sudán

  • El amanecer en una pequeña localidad de Sudán del Sur comienza aparentemente normal: los gallos cantan, los niños lloran y los vecinos deambulan para saludarse unos a otros. Pero la normalidad pronto se rompe por el zumbido de un bombardero y el pueblo se choca contra la realidad: la guerra.

La UE urge a Sudán y Sudán del Sur a hablar en lugar de luchar
La UE urge a Sudán y Sudán del Sur a hablar en lugar de luchar
Tristan McConnell, Montañas Nuba (Sudán del Sur)

Nos metieron clandestinamente en Kordofán del Sur, la provincia de Sudán donde se encuentran las Montañas Nuba, por los rebeldes del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLA-Norte).

La gente aquí luchó junto a los rebeldes del sur (SPLA) durante una guerra civil de 22 años que terminó en 2005. El líder del SPLA, John Garang tenía una visión de un Sudán reformado pero unificado, en el que todas las tribus y religiones se llevasen bien juntas.

Pero cuando Garang murió en un accidente de helicóptero en julio de 2005, pocos meses después de la firma del Acuerdo General de Paz, su sueño murió con él: finalmente, el año pasado Sudán del Sur se separó para convertirse en la nación más nueva del mundo.

Mientras se alzaba la independencia del sur, el presidente de Sudán, Omar al Bashir, decidió eliminar a toda la oposición interna restante. Las elecciones de junio, en el estado de Kordofán del Sur, se manipularon a favor de Ahmed Harun, un leal a Bashir que, al igual que su jefe, es buscado por el Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra presuntamente cometidos en Darfur.

En los días posteriores a la elección, un intento de desarmar a los soldados Nuba en Kadugli, capital de Kordofán del Sur, se topó con la resistencia. El SPLA-Norte retomó las armas, y los bombarderos de Jartum comenzaron sus ataques diarios desde la base aérea de El Obeid, hacia el norte.

Sudán y Sudán del Sur siguen luchando, a veces diplomáticamente, a veces militarmente.

Más recientemente se enfrentaron por el campo petrolero Heglig. Los conflictos se debían a la demarcación de su frontera común, la división de los ingresos petroleros y la ciudadanía de los abandonados en los lados "equivocados" de la frontera.

Puede que el sur sea ahora otro país, pero en las Montañas Nuba y en otras partes rebeldes de Sudán, tales como Darfur al oeste o el Nilo Azul al este, el sueño de Garang de un nuevo Sudán todavía sigue vivo.

Fuimos en coche durante horas en la parte trasera de una camioneta pick-up camuflada a través de bosques de acacia, carbonizados por los incendios forestales, a través de llanuras salpicadas con afloramientos rocosos y, finalmente, por una vasta zona de sabana y colinas rocosas que brilla poderosamente en la estación seca y se vuelve de un verde exuberante con las lluvias.

Los otros únicos vehículos en el camino de tierra eran un par de ametralladoras montadas en un Land Cruiser, con los techos aserrados, algunas rancheras (o pick ups) del SPLA-Norte, unos pocos 4x4 manchados de barro para ocultarlos de los bombardeos y un par de camiones que parecían que habían salido de un montón de chatarra.

En una pequeña ciudad, unos niños jugaban en un tanque destruido, balanceándose en su cañón, mientras el sol se ponía detrás de ellos.

El amanecer en Kordofán del Sur comienza aparentemente normal: los gallos cantan, las charlas de la gente adormilada se hacen más fuerte y más animadas, los niños lloran. Los vecinos deambulan para saludar a los demás de la forma nuba, poniendo la mano derecha en hombro izquierdo de su amigo para luego darle la mano.

Pero la normalidad se rompe en la tarde por el zumbido palpitante de un Antonov que pasa. La gente deja lo que esté haciendo, encoje los hombros, mirando hacia el cielo o corriendo hacia las trincheras que ahor son excavadas en los pueblos y cerca de las casas comos si fuera lo más normal del mundo.

El calor ya estaba alcanzando los 45 grados centígrados cuando el general accedió a vernos.

Desde que empezó su rebelión en junio pasado, Abdulaziz Adam Al-Hilu ha sido un hombre buscado y mantiene sus bases temporales y bien protegidas. Es feliz concediendo entrevistas, pero pocos periodistas las hacen en su territorio de Sudán, y menos aún tienen la suerte de encontrarle allí.

Caminamos a través de un campo de hierba amarillenta tan seco que se rajaba y crujía bajo los pies. En la parte inferior de la ladera de una colina rocosa un estrecho camino serpenteaba hacia arriba, hacia un claro enmarcado por enormes pedruscos.

Era como estar en la nave de una catedral sin techo o, según Al-Hilu, en un búnker fortificado. "Esta pequeña colina es equivalente a 50 tanques", dijo.

Tenía que serlo, porque sobre el papel, las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF) son un enemigo tremendo, con más soldados, divisiones mecanizadas y una fuerza aérea.

Por el contrario, los rebeldes tienen armas y vehículos sustraídos de las fuerzas en retirada de las SAF, aunque algunos grupos, como el centro de pensamiento con sede en Génova Small Arms Survey, dicen que reciben la ayuda encubierta del Gobierno de Sudán del Sur.

Sin embargo, Al-Hilu, que recibió parte de su educación en EEUU y ha luchado contra Bashir parte de su vida, parece relajado.

Se acomoda en una silla de metal mientras se vierte el té en unos vasos con asa y se va pasando el azúcar. Es un hombre corpulento de 57 años de edad, con las mejillas marcadas por la viruela, un cuero cabelludo sin afeitar y un bigote canoso.

Carece de los habituales distintivos del líder africano –relojes gruesos, anillos de oro, múltiples teléfonos móviles- y en su lugar va vestido de forma modesta con un sencillo uniforme verde. Tiene el aire de un profesor universitario, no de un líder rebelde intentando derrocar al Gobierno de Jartum.

Pero eso es exactamente lo que Al-Hilu planea hacer.

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