Los habitantes de la Isla de Pascua se rebelan contra el extranjero

  • Los miles de visitantes que recibe cada año la isla están deteriorando el medio ambiente y generan inquietud entre sus habitantes, que ven amenazados sus trabajos.  Recientemente, los nativos han votado a favor de una reforma constitucional que controle la población de la isla.
Vista de los 'moai' de la Isla de Pascua (Stringer/Reuters)
Vista de los 'moai' de la Isla de Pascua (Stringer/Reuters)
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Pascale Bonnefoy | GlobalPost para lainformacion.com
Pascale Bonnefoy | GlobalPost para lainformacion.com

SANTIAGO, Chile-  Construidas hace siglos, se cree que las figuras son la representación de los antepasados o jefes indígenas de la Polinesia. De hecho, son sus descendientes quienes hoy habitan esta minúscula isla triangular a unos 3.200 kilómetros de la costa chilena. Pero los nativos están hartos de los cientos de inmigrantes que llegan a la isla en busca de fortuna. Estos inmigrantes, aseguran, están destruyendo el ecosistema, les quitan el trabajo y arruinan el legado histórico de sus antecesores.

Por este motivo están inmersos en una batalla para restringir el número de habitantes de la remota isla, que en lengua indígena se conoce como Rapa Nui.

Con más de 4.000 personas (en torno a la mitad de ellos no nativos, la mayoría chilenos) viviendo en 160 kilómetros cuadrados, los pascuenses sienten que ya son demasiados. El vertido de basuras, por ejemplo, ya se está convirtiendo en un problema muy serio, con desechos que se acumulan y basura que se expande en proporción a la población.

La situación se ha agravado especialmente en los últimos años, tras la apertura de grandes complejos hoteleros y el aumento del tráfico aéreo. La isla, poco acostumbrada a los crímenes violentos y homicidios, está viendo además cómo empiezan a aumentar los pequeños delitos, los robos y las drogas.

"El problema de base es que hay demasiados inmigrantes, que traen consigo malos hábitos o que son fugitivos, adictos a las drogas o delincuentes que buscan nuevas oportunidades para cometer crímenes. Hace un año dejaba mi casa abierta. Ahora ya no puedo hacerlo", dice Cecilia Rapu, una nativa a la que entrevistamos telefónicamente.

La atracción de los moáis

Se cree que la isla fue colonizada por inmigrantes polinesios en torno al año 300. Siglos más tarde, la comunidad empezó a construir altares y a esculpir grupos de estatuas con roca volcánica, los denominados moáis, representando a tribus determinadas. Los cientos de moáis que hay por la Isla de Pascua (que pesan entre 14 y 80 toneladas y llegan a medir 5 metros) constituyen su principal atractivo turístico.

La isla recibió su nombre occidental de un explorador holandés, que desembarcó en este enclave del Pacífico el Domingo de Pascua de 1722. Chile colonizó Rapa Nui en 1888, y una serie de expediciones europeas hicieron a la isla famosa por sus exóticos moáis. El turismo empezó a llegar con la construcción de un aeropuerto a principios de la década de 1980, aunque el verdadero flujo de visitantes no empezó a desembarcar hasta unos diez años después. Ahora, la isla recibe en torno  50.000 turistas cada año, que llegan a diario en avión o en barco.

La Isla de Pascua fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995.

Reforma contra los extranjeros

En el mes de agosto, en protesta por la invasión de foráneos, los isleños bloquearon a pista de aterrizaje del aeropuerto Mataveri. Durante 48 horas los rapanui demostraron que pueden paralizar la economía de la zona, que depende totalmente del sector turístico.

El gobierno envió una delegación para negociar sus demandas, y el 24 de octubre, en referéndum, más del 96 por ciento de los nativos votaron a favor de una reforma constitucional que controle la población de la isla. La modificación debe de ser aprobada ahora por el congreso chileno.


 "La gente viene aquí para hacer fortuna con el turismo y a competir en condiciones desiguales con los rapanui", dice José Letelier, un veterano residente de la isla y que, al igual que el 80 por ciento de los pascuenses, trabaja en el sector turístico.

Según él, los empleados del gobierno y los militares reciben salarios más altos que los nativos de la isla. Además, como son trabajadores desplazados, tienen exenciones fiscales, alojamiento gratis y transporte gratuito para importar coches y bienes. Los nativos sin embargo no se benefician de ventajas similares, y tienen que gastarse cantidades significativas para importar cualquier producto, asegura Letelier, un chileno continental casado con una rapanui.

Letelier, que es arquitecto, llegó a la Isla de Pascua a principios de la década de 1990 para trabajar en el desarrollo de obras públicas, y ha sido testigo de cómo se asfaltó la primera calle de Hanga Roa, el principal núcleo urbano. Por entonces, asegura, había unos 40 vehículos y unos 2.500 residentes en el pueblo, y todos se conocían o estaban emparentados de algún modo. Ahora, la población casi se ha duplicado y los coches se han multiplicado por 50.

El referéndum ha supuesto además la aplicación por primera vez en el país del Convenio 169 sobre pueblos indígenas y tribales de la Organización Internacional del Trabajo, en vigor en Chile desde septiembre, por el que se consulta a la población nativa sobre decisiones que les afectan directamente, tal y como establece el tratado.

La reforma constitucional propuesta plantea que, en caso de ser necesario, el gobierno pueda restringir la residencia o el traslado a la Isla de Pascua con el fin de proteger su medio ambiente. La propuesta no especifica si dichas restricciones se refieren a los turistas, a los inmigrantes, o a ambos.

Los que votaron en contra

Del total de 706 nativos participantes en el referéndum, los 26 que votaron en contra de la propuesta argumentaron que la ley es demasiado ambigua.

 "Yo voté en contra por miedo, porque la propuesta no está clara. No especifica si se refiere a los inmigrantes o a la población nativa. Solo dice que el gobierno puede decidir cuánta gente puede vivir aquí y cuántos se tendrían que ir , y eso nos incluye también a nosotros, los rapanui", explica Cecilia Rapu.

Lo que está en juego, aseguran los nativos, es su entorno natural y su patrimonio histórico.

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