Los políticos belgas hacen hueco a los nazis

  • La crisis política en Bélgica no cesa, y por sus fisuras se cuelan debates que nadie esperaba. El último capítulo está protagonizado por los nacionalistas flamencos, que han querido que se debata en el Parlamento una amnistía para los belgas que colaboraron con los nazis.
La crisis política en Bélgica no cesa, y por sus fisuras se cuelan debates que nadie esperaba.
La crisis política en Bélgica no cesa, y por sus fisuras se cuelan debates que nadie esperaba.
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Paul Ames, Breendonk (Bélgica) | GlobalPost

El guardia de las SS, Fernand Wyss, tenía un saludo especial para los nuevos prisioneros que llegaban al campo de concentración de Breendonk: "Este es el infierno, y yo soy el diablo". No era un fanfarrón holgazán. Durante sus años en ese campo al norte de Bruselas, el fornido ex boxeador se hizo famoso por pegar, torturar y asesinar a muchos prisioneros.

Wyss no era, sin embargo, uno de los alemanes con uniforme negro que se encargaban de controlar Breendonk. Era belga, un compatriota de las casi 3.500 personas que fueron enviadas allí, para sufrir y morir en la lúgubre fortaleza entre 1940 y 1944.

Después de que el país fuese liberado en 1944, unos 400.000 belgas fueron acusados de colaborar con los ocupantes nazis. Algunos, como Wyss, fueron ejecutados. Otros fueron encarcelados, multados o privados de sus derechos civiles.

Setenta años más tarde, ese legado de la colaboración con los nazis se ha convertido en el nuevo motivo de disputa entre los políticos francófonos y flamencos de Bélgica, profundamente enfrentados.

Las disputas políticas entre los dos grupos lingüísticos mantienen a Bélgica sin un Gobierno totalmente operativo desde hace un año, tras las elecciones del 13 de junio de 2010. Y las relaciones parecen haberse tensado aún más después de que un partido nacionalista flamenco haya propuesto una ley en el Parlamento para amnistiar a los colaboradores de los nazis y compensar a sus descendientes.

En el pasado, propuestas de ese tipo se habrían rechazado de antemano, pero este año, con el país paralizado por la disputa lingüística, los principales partidos flamencos del norte han aprovechado su mayoría en la cámara alta del parlamento para asegurar que la ley será debatida.

"En algún momento tendremos que ser adultos y estar preparados para discutir estas cosas y quizás también olvidarlas, porque es el pasado", ha asegurado el ministro de Justicia, Stefaan De Clerck, del partido Cristiano Demócrata y Flamenco. "Tenemos que olvidar ciertas cosas; es necesario para restablecer la sociedad".

El respaldo de los flamencos al debate sobre la amnistía, junto con los comentarios del ministro, ha generado indignación entre los políticos francófonos y los judíos en Bélgica.

"Para nosotros en la comunidad judía, al igual que para los veteranos de los movimientos de la resistencia y quienes fueron deportados, no se puede plantear una amnistía. Nuestra respuesta es: no, no y no, en cualquier idioma", afirma Henri Benkoski, primer vicepresidente del Comité de Coordinación de las Organizaciones Judías en Bélgica.

"Realmente nos preocupa y nos defrauda el que estos grandes partidos hayan hecho esto por motivos electorales, para ver quién da más entre los nacionalistas. Es asombroso y escandaloso", lamenta.

Durante la II Guerra Mundial miles de flamencos de habla holandesa y valones de habla francesa arriesgaron sus vidas luchando con la Resistencia contra la ocupación nazi de Bélgica. Sin embargo, también hubo muchos otros, de los dos grupos lingüísticos, que ayudaron a los nazis. Según la historiadora Chantal Kesteloot, menos de un uno por ciento del conjunto de la población habría colaborado con los ocupantes.

Los extremistas nacionalistas flamencos recibieron a los nazis con la esperanza de que ellos pondrían fin a lo que percibían como la dominación de Flandes por parte de la minoría belga francófona. Entre los francófonos, el movimiento Rexista dio fervoroso apoyo a Adolf Hitler, reclutando 25.000 voluntarios para la Legión Valonia, que luchó con Alemania en el frente ruso. Supuestamente Hitler le dijo una vez al líder de los rexistas, Leon Degrelle: "Si tuviera un hijo, me gustaría que fuese como usted".

Tras la liberación del país, las autoridades belgas persiguieron con mano dura a los colaboracionistas. Casi 250 fueron fusilados, y decenas de miles fueron encarcelados. Unos 4.000 millones de francos belgas (unos 65,5 millones de euros según la tasa de cambio de la época) fueron incautados a colaboradores convictos.

Si bien la colaboración con el régimen nazi es condenada ampliamente por los francófonos belgas, la actitud al respecto en Flandes ha cambiado. Muchos creen que un estado belga vengativo fue injustamente severo con los nacionalistas flamencos que no eran nazis convencidos pero que trabajaron con las fuerzas ocupantes con la esperanza de avanzar en la independencia de Flandes.

"En Flandes se pueden invocar numerosas circunstancias atenuantes para justificar la colaboración", afirma la propuesta de amnistía presentada por el partido Interés Flamenco. "La represión que prevaleció tras la II Guerra Mundial fue sin medida y sin fin... un pretexto utilizado para golpear al movimiento flamenco".

Cuando la propuesta de ley llegó ante el Senado belga el mes pasado, los partidos Socialista, Liberal y Cristiano Demócrata flamencos se sumaron a los partidos nacionalistas para pedir su debate parlamentario. Tan sólo el Partido Verde flamenco votó junto a los políticos francófonos para rechazar el debate.

Este giro en los partidos políticos mayoritarios puede tener su explicación en el creciente apoyo electoral que están teniendo los nacionalistas, divididos entre la línea dura del partido Interés Flamenco y los más moderados de la Nueva Alianza Flamenca, la fuerza más votada en la región de Flandes en los comicios del año pasado.

"En el lado flamenco este ha sido siempre un tema sensible, porque tiene una vertiente de herencia política", afirma Kesteloot, especialista del Centro para la Investigación Histórica y la Documentación sobre la Guerra y la Sociedad Contemporánea. "Pero ha habido un cambio. Nos encontramos ahora en una situación en la que todos los partidos temen parecer insuficientemente flamencos; que les vean como malos flamencos les puede costar caro".

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