Los trapos sucios de Corea del Norte, al descubierto por la metedura de pata de un chófer

Hay veces que por muchas medidas que se tomen, un pequeño fallo humano tira por traste todos los esfuerzos. Es lo que le ha sucedido a Corea del Norte en la ruta guiada que preparó para que los periodistas extranjeros, desplazados allí para cubrir el lanzmiento del cohete, no se llevaran una mala imagen del régimen comunista.

Fue la metedura de pata de un chófer, una curva mal tomada, la que echó abajo el escenario de ensueño elegido por la propaganda oficial. De repente los periodistas se encontraron con el rostro de la pobreza, calles llenas de baches y edificios de hormigón que se desgajaban ante los ojos de los corresponsales.

"Tal vez es un camino equivocado", trató de excusarse uno de los guardaespaldas asignados a la expedición, tratando de salvar los muebles de un régimen, el de la familia Kim, que lleva gobernando el país con mano de hierro desde 1984.

Sin perder un segundo, los reporteros armaron sus cámaras y se dispusieron a dar testimonio gráfico de los trapos sucios norcoreanos. Para evitarlo, los conductores de los tres autobueses que formaban el convoy dieron la vuelta y tomaron, ahora sí, la ruta prevista, cambiando la desoladora imagen por la de un impecable edificio de mármol blanco. Una casa de la música donde Kim Jong Il protagonizó una de sus últimas apariciones públicas.

"Espero que los periodistas aquí presentes cuenten sólo la absoluta verdad", pidió el anfitrión a los profesionales. "La verdad sobre cuánto nuestro pueblo extraña a nuestro camarada Kim Jong Il y la fortaleza de la unidad entre el pueblo y el liderazgo, que vigorosamente ejecuta las instrucciones de los líderes para construir una gran, próspera y poderosa nación", matizó, por si se les ocurría contar otra verdad diferente.