Merkel se tira a la piscina, pero… ¿hay agua ahí abajo?

  • La canciller alemana ha perdido influencia en el primer año de su segundo mandato. Ha perdido parte de su talante tranquilo y ahora impulsa con fuerza sus planteamientos, como el fin del multiculturalismo, algo que algunos analistas creen un error y otros opinan que es lo mejor que puede hacer. Las elecciones de los estados federados del año que viene serán el mejor termómetro.
La canciller alemana ha perdido influencia en el primer año de su segundo mandato y ha empezado a cambiar su estrategia.
La canciller alemana ha perdido influencia en el primer año de su segundo mandato y ha empezado a cambiar su estrategia.
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David Wroe | GlobalPost

(Berlín, Alemania). Este fin de semana la canciller alemana Angela Merkel ha sorprendido con unas polémicas declaraciones afirmando que la Alemania "multicultural" de la que presumía el país en los años 80 ya no es posible. "Es un absoluto fracaso" el intento de integrar a los inmigrantes en Alemania, ha manifestado. Y ha añadido que los inmigrantes que no aprendan rápido alemán no serán bienvenidos (esto debido a que son muchos los inmigrantes -especialmente de la numerosa comunidad turca- que tras años en el país, siguen sin conocer el idioma).

En un considerable tono serio, ya aseguró a los votantes el mes pasado que este otoño sería "un otoño de decisiones".

La mayor economía de Europa está floreciendo y la tasa de desempleo ha caído a su menor nivel en 18 años. La confianza es fuerte y por el espejo retrovisor se percibe un encogimiento de la recesión. Pero nada de esto está ayudando a la líder de 56 años de la conservadora Unión Democrática Cristiana (UDC). Justo un año después de iniciar su segundo mandato, la coalición de gobierno ha despertado la ira de los votantes, por sus peleas internas y por su falta de rumbo.

La UDC consiguió un pacto de gobierno estable el año pasado con sus socios de coalición ideales: el Parido Democrático Liberal. Aún así, ambos partidos han chocado notoriamente durante este tiempo en temas relacionados con la sanidad, los impuestos y Afganistán.

Merkel, una líder que prefiere mantenerse al margen y moderar el debate en lugar de impulsar planteamientos ideológicos, se las está viendo y deseando para mantener a sus "tropas" alineadas.

Además, su tasa de aprobación ha caído un 7 por ciento en las últimas encuestas, situándose en un 41 por ciento. Tras años apareciendo invariablemente como el líder político más popular del país, ahora figura en el sexto lugar. La semana pasada, la nueva lista de las mujeres más influyentes del mundo realizada por la revista Forbes relegó a Merkel del primer al cuarto puesto, abandonando así el liderazgo de un ranking que había encabezado durante cuatro años seguidos.

Pero Merkel todavía no acepta su declive. Cuando dijo un "otoño de decisiones" no se trataba de retórica vacía, dicen los analistas políticos alemanes. Con elecciones en seis estados federados a principios del año que viene y sin más opción que lanzarse al ruedo, Merkel, que suele encarnar la cautela política, ya ha comenzado a asumir riesgos.

Moderada y pragmática por naturaleza, Merkel ha comenzado a dar un giro hacia la derecha en los últimos meses. Ha polarizado al electorado con una extensión de la vida operativa de las 17 plantas nucleares que hay actualmente en Alemania. Además, ha sacudido el apreciado sistema de bienestar alemán incrementando tan solo cinco euros al mes el subsidio a los parados de larga duración, después de que el alto tribunal declarase inconstitucional el sistema actual de cálculo de beneficios.

Pero sobre todo ha sorprendido su implicación en un complicado asunto doméstico: una costosa y controvertida nueva línea de ferrocarril en la ciudad sureña de Stuttgart. Tras una manifestación  en la que se produjeron enfrentamientos con la policía y hubo más de 100 heridos, Merkel se declaró a favor del proyecto cuando la nación aún estaba digiriendo las imágenes de los heridos con los cañones de agua y espray de pimienta de la policía. Según una encuesta, tres cuartas partes de los alemanes estaban a favor de los manifestantes.

"Este es el modo que tiene de demostrar que tiene convicciones, aunque sean impopulares... y que es una mujer fuerte", asegura Gerd Langguth, ex parlamentario del UDC y biógrafo de Merkel que ahora es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Bonn.

Al parecer, cuando el descontento de la ciudadanía llegó a un punto álgido en verano, Merkel decidió sentarse con sus compañeros de coalición y llegar a un acuerdo para tener una legislatura estable y permanecer unidos.

Merkel es la primera canciller mujer en la historia de Alemania y también su primer líder post-reunificación procedente del antiguo lado oriental. Como tal, representa una nueva era tras décadas de "clubes de hombres" occidentales en la política alemana.

"Los hombres tratan de convencer a la gente de que ellos tienen el poder. La señora Merkel busca más el consenso. Pero eso no se puede definir como tener menos poder. Ella nunca ha querido ser como Margaret Thatcher", afirma Langguth.

Esa postura convirtió a Merkel en una figura atractiva a la hora de resolver los problemas de la ingente clase media del electorado alemán, especialmente durante la crisis financiera. Pero para acallar las luchas internas en su partido y para ganar el apoyo de los conservadores, Merkel tiene que mostrarse ahora más dura, apunta Langguth.

Una de las consecuencias de esto, dicen los analistas, ha sido un alejamiento de los intereses europeístas en favor de las prioridades nacionales, algo que se pudo ver claro durante la crisis de la deuda griega. Merkel titubeó ante el paquete de rescate europeo para Grecia con la esperanza de evitar un castigo de los votantes en el estado clave de Renania del Norte - Westfalia. El retraso en esta decisión, dicen sus detractores, hizo que al final ese rescate resultase más caro.

"Ha aislado a Alemania en Europa. Ha perdido autoridad con su comportamiento en las semanas y meses de la crisis griega", asegura Ulrich Deupmann, director de la consultora política de Berlín Ideas.ag. "En marzo y abril nadie supo durante semanas qué hacía. Hubo una ausencia de liderazgo".

El giro hacia la derecha, dice Deupmann, es una imperiosa necesidad para Merkel. Dos tercios de los votantes aseguraron en una reciente encuesta que el gobierno carece de rumbo. Para la canciller resultaría mucho más fácil crear consenso con su propia coalición en torno a una agenda conservadora.

Pero los asuntos que ha elegido para ese consenso han sido hasta el momento muy arriesgados, opina Gero Neugebauer, de la Universidad Libre de Berlín. La ampliación de las nucleares tras un acuerdo secreto con las grandes compañías energéticas enfureció a muchos alemanes. "La gente quedó decepcionada, incluso los que apoyan a los conservadores", afirma Neugebauer. "El gobierno se equivocó al subestimar la resistencia del público".

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