Niña soldado en el Congo: "No me violaron porque ella me protegió"

  • El conflicto en la República Democrática del Congo deja secuelas a miles de niños cada año. La misión de la ONU allí cree que pese a los esfuerzos internacionales, 3.500 niños y niñas siguen trabajando para las milicias. La de Pascalina es una de esas historias, aunque tuvo mucha suerte. No fue violada por las milicias, por lo que ha conseguido no ser una paria.
El conflicto en la República Democrática del Congo deja secuelas a miles de niños cada año.
El conflicto en la República Democrática del Congo deja secuelas a miles de niños cada año.
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Heather Murdock, Goma (República Democrática del Congo) | GlobalPost

En las profundidades de la selva del Congo occidental, después de que su pueblo fuese arrasado, su madre asesinada y los soldados la forzaran a cargar con lo que se llevaron del saqueo, Pascaline tuvo un golpe de suerte. Fue en 2009, cuando al llegar al cuartel general de la milicia que la secuestró la mujer del comandante anunció que la chiquilla, de 16 años, pasaría a ser su sirvienta personal.

"Los soldados dijeron 'no, se supone que va a ser nuestra'", recuerda Pascaline. Pero la esposa del comandante insistió en que la quería a su servicio. "No me violaron porque ella me protegió".

Pascaline era la más joven de las seis mujeres que los soldados rebeldes se llevaron de su pueblo ese día. Tres de ellas fueron violadas, y a las otras dos las mataron lentamente con cuchillos por haberse enfrentado a sus captores.

Las autoridades dicen que es imposible decir cuántos de los miles de niños que sirven en las milicias rebeldes, los grupos armados y el Ejército regular de la República Democrática del Congo son niñas. En la selva las niñas secuestradas trabajan como cocineras, sirvientas, porteadoras, rastreadoras, soldados y esclavas sexuales. Si se escapan, lo hacen traumatizadas, sin casa a la que regresar y a menudo repudiadas por familiares y amigos.

Patrick-Cyrille Garba, del programa de desmovilización de niños soldados de las Naciones Unidas en Kivu del Norte, una problemática provincia del Congo, reconoce que resulta difícil rescatar a las niñas menores de edad de las milicias, porque los comandantes las mantienen ocultas por temor a que les acusen de abusos sexuales si las dejan hablar.

"Un comandante está mucho más dispuesto a liberar a niños que a alguien que podría decir cosas que podrían afectarle a él o a sus segundos", afirma.

Según Unicef, las niñas representan en torno al 20 por ciento de los 31.000 niños que se escaparon o fueron rescatados de grupos armados en el Congo en los últimos siete años. La agencia de la ONU para la protección de la infancia calcula que hay unos 3.500 niños y niñas todavía trabajando para las milicias, pero algunos observadores creen que son muchos más.

La guerra del Congo, la más sangrienta en el mundo desde la II Guerra Mundial, comenzó en 1996 después de que la guerra civil y el genocidio atravesaran las fronteras de la vecina Ruanda. Técnicamente se acabó con un acuerdo de paz en 2003, pero cinco años después la violencia no había cesado y se alcanzó un nuevo reparto de poder.

Los militares dicen que la guerra todavía continúa, con las milicias locales integradas en el propio Ejército y luchando contra fuerzas rebeldes de las vecinas Ruanda, Uganda y Burundi. Otras batallas son internas, entre comunidades enfrentadas. Con un subsuelo en el que se cree que hay minerales por valor de unos 17.000 millones de euros, muchas milicias sobreviven luchando por el control de las minas y las carreteras congoleñas.

Entre todo ese caos, y pese a los esfuerzos internacionales para alejarles de la guerra, los niños siguen siendo reclutados y secuestrados por las milicias.

La República Democrática del Congo "está dando marcha atrás en sus compromisos para poner fin al uso y reclutamiento de niños y niñas en el conflicto armado", afirma un informe de Unicef difundido en marzo.

Las agencias de cooperación siguen los casos de los niños que son reintegrados a la sociedad, pero muchos de ellos vuelven a ser reclutados o secuestrados por sus antiguos comandantes, indica la especialista de Unicef en protección infantil Jennifer Melton. Cuando liberan a niñas, afirma, resulta muy difícil devolverlas a sus comunidades porque todo el mundo, incluidos los trabajadores sociales, asumen que han sido violadas. Las familias de las víctimas se sienten avergonzadas por ello, y las niñas acaban estigmatizadas y apartadas socialmente.

"Definitivamente nos preocupan mucho más las niñas. Lograr cualquier tipo de reinserción de niñas es mucho más difícil, porque hay cosas que se presuponen".

Alliance, de 19 años, estudia cocina en el Centro Tumaini (que en swahili significa esperanza), una organización de Goma que enseña formación profesional a ex niños soldado, huérfanos, madres solteras y jóvenes que no pueden acceder a la escuela.

Cuando tenía 13 años Alliance fue secuestrada por las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda, el FDLR, una milicia formada en los años posteriores al genocidio ruandés, en el que 800.000 tutsi y simpatizantes hutu fueron asesinados en 100 días. En torno a dos millones de refugiados hutu huyeron al Congo, entonces Zaire. Al país llegaron cantidades sin precedente de ayuda humanitaria internacional y los militantes hutu se reagruparon, creando el FDLR con el objetivo de reconquistar Ruanda.

Tras ser golpeada dos veces al día por los milicianos durante tres meses, un día Alliance logró escaparse a rastras por el bosque mientras los soldados estaban luchando. Una vez lejos del campamento, ella y otra compañera de fuga corrieron a través de la jungla durante horas.

Finalmente lograron llegar a una carretera, en donde unos civiles las ayudaron a regresar a su aldea, en donde ya habían celebrado funerales en su honor. De nuevo en casa, Alliance dice que la hicieron sentirse como una paria. Su familia no quería pagarle la escuela, y sus antiguos amigos y vecinos decían que era "una mujer del FDLR".

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