Ovadan Depe, el centro de tortura del régimen de Turkmenistán

    • Celdas de confinamiento en solitario, insuficientes raciones de comida, grandes fluctuaciones de temperatura forman parte del martirio que sufren los prisioneros.
    • Turkmenistán es el tercer país con menos libertades del mundo, según Reporteros sin Fronteras.
Ovadan Depe
Ovadan Depe

Rodeado por el desierto y a unos 50 kilómetros al noroeste de Asjabad se alza la prisión de máxima seguridad de Turkmenistán, Ovadan Depe, que sirve, según activistas, como centro de tortura contra la oposición de uno de los regímenes más opresivos del planeta.

Al menos 66 presos políticos, según datos de la organización "Crude Accountability", están encerrados en esta cárcel en condiciones "espantosas" junto a centenares de detenidos por incumplir las represivas leyes del país y varios presos comunes.

La mayor parte de los disidentes fueron condenados a largos periodos de confinamiento tras una serie de decisiones extrajudiciales, donde se les acusaba de estar relacionados con el intento de golpe de Estado de hace 12 años contra el presidente Saparmurat Niyazov, fallecido en 2006.

Desde que se pronunciaron las sentencias contra los prisioneros de conciencia, hace más de una década, los familiares de los reos no han vuelto a tener noticias de ellos.Una década sin sabe si están vivos o muertos

"No sabemos si continúan con vida o están muertos. El Gobierno nunca se ha pronunciado sobre los desaparecidos", señaló Kate Watters, portavoz de la citada organización con sede en Washington y que este año lanzó la campaña "Probar que están vivos", para conocer la suerte de los presos políticos de Turkmenistán.

Un informe publicado por "Crude Accountability" en septiembre denunció, a través del relato de antiguos presidiarios y "personal de la prisión", los métodos de tortura que sufren los disidentes y las graves violaciones de los derechos humanos que se cometen.

Celdas de confinamiento en solitario, insuficientes raciones de comida, grandes fluctuaciones de temperatura (desde los 50 grados máximos en verano a -20 en invierno) y frecuentes palizas forman parte del martirio que sufren los prisioneros, que son trasladados por los pasillos con capucha para que no sean reconocidos y la frase -"Traidor de la nación"- impresa en la ropa.

La represión, como denuncian los activistas, no termina en los reclusos, si no que el régimen también castiga a los familiares con el despido sin motivo de sus puestos de trabajo o la prohibición de salir del país.

Turkmenistán es el tercer país con menos libertades del mundo, según Reporteros sin Fronteras, apoyado en draconianas leyes que restringen el control de los medios y accesos a la información, reprime la libertad religiosa y política y amenaza a los defensores de los derechos humanos, entre otras medidas de opresión.

"Crude Accountability" insta al Gobierno a informar sobre el "paradero y destino" de los "desaparecidos forzados", pero no ha obtenido hasta la fecha "respuesta" de las autoridades locales.

La organización también reclama a la comunidad internacional una mayor presión contra el régimen turkmeno para que cumpla sus compromisos internacionales de respeto por los derechos humanos, en lugar de centrarse en alcanzar acuerdos para la compraventa de recursos energéticos, la principal entrada de divisa del país, que cuenta con las cuartas reservas mundiales de gas.

La llegada al poder del presidente Gurbangulí Berdimujamédov supuso una pizca de esperanza para la apertura del país, pero sólo se concretó en tímidas reformas económicas y se limitó a abolir algunas medidas adoptadas por su antecesor, quien cambió los nombres de los días y meses y prohibió el ballet, la ópera y el circo.

Las imágenes desde satélite aportadas por la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia muestran que la construcción de Ovadan Depe prosiguió tras la investidura del nuevo líder del país centroasiático, en 2007.

La expansión de las instalaciones penitenciarias supuso también el desalojo de una pedanía, a unos 5 kilómetros al noroeste de la prisión, donde hasta 2010 residían más de 100 familias.

"No ha habido ningún avance virtual en derechos humanos desde el 2006", sentencia Watters.

El Ejecutivo invitó recientemente a una decena de medios internacionales para mostrar los avances en la construcción de la ciudad olímpica de Asjabad, la última obra faraónica con un presupuesto de 5.000 millones de dólares (4.000 millones de euros), mientras muchos de sus ciudadanos viven en el umbral de la pobreza.

"El país debe abrirse poco a poco. Es un país relativamente joven. Hace unos años sería impensable que periodistas internacionales pisaran el país. Con la celebración de los Juegos Asiáticos de Artes Marciales (en 2017) deben rebajar las presiones e iniciar un proceso de apertura", comentó a Efe un miembro extranjero de una agencia encargada de organizar esta competición.

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