La mutilación genital femenina en África, una cuestión económica y cultural

  • La lacra de la mutilación genital femenina, que puede acabar con la vida de las niñas a las que se les practica, está vinculada a la falta de formación, pero también a la economía de muchas mujeres que las deben de continuar practicando para ganarse la vida y poder sobrevivir.

Aurelio Martín

Segovia, 23 mar.- La lacra de la mutilación genital femenina, que puede acabar con la vida de las niñas a las que se les practica, está vinculada a la falta de formación, pero también a la economía de muchas mujeres que las deben de continuar practicando para ganarse la vida y poder sobrevivir.

Esta es la teoría que sostiene la médica y activista social nigeriana Olayinka Koso-Thomas, Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional en 1998 por su defensa de la dignidad de la mujer, que reconoce avances en su lucha.

De hecho, en Sierra Leona, desde que empezó a trabajar esta médica, se ha reducido considerablemente el índice de población femenina sometida a mutilación genital, gracias a que se han buscado otros recursos económicos a las mujeres que practican la ablación.

En una conversación con EFE minutos antes de abrir en Segovia el "II Encuentro con Mujeres que transforman el mundo", junto a la periodista Rosa María Calaf, Koso-Thomas hace una llamada al mundo civilizado sobre la necesidad de un soporte financiero, para sensibilizar a las mujeres africanas contra esta práctica.

En su lucha ha recibido ataques verbales, físicos y sicológicos, incluso de mujeres que aún sostienen la idea de que si sus hijas no son mutiladas ningún hombre se querrá casar con ellas y, por tanto, no les darán nietos.

Ahora se han amortiguado las presiones, reconoce esta doctora testigo del horror ante los padecimientos que presenció en un hospital de Freetown (Sierra Leona) en adolescentes y mujeres que han padecido la ablación, a la vez que se atreve a aventurar que solventar este problema llevará aún tiempo, de unos 20 a 25 años.

Todo depende, a su juicio, de que las mujeres jóvenes se conciencien de que no hay que llevar a cabo estas prácticas y tengan alternativa económica, porque ahora las que lo practican ganan mucho dinero e, incluso, promueven la ablación para poder mantener a la familia.

Esta activista por los derechos de la mujer, también desde el punto de vista de la salud, reconoce que ellas tienen mucho miedo a rebelarse ante el poder de los hombres y aboga por que salgan de su ámbito y, sobre todo, por que se dicten leyes que prohíban la mutilación genital femenina.

Olayinka Koso-Thomas recuerda que los presidentes africanos firmaron la convención de Naciones Unidas contra el abuso infantil, pero, con rostro serio, afirma que, cuando volvieron a sus países se encontraron con dificultades para transponerla a sus legislaciones, porque "han de luchar contra una tradición que viene de 200 años".

En Sierra Leona, de acuerdo con el testimonio de esta médica, se consiguió regular que la mutilación genital femenina solo se practicara en mujeres de al menos 18 años, con capacidad para decidir, pero en la realidad se lleva a cabo con niñas de 14 años, denuncia.

La clave para que se acabe con esta práctica contra los derechos de la mujer y contra su salud, se encuentra en buscar una alternativa económica para las mujeres que practican la ablación y así dejarán de promoverla.

Y es que Koso-Thomas afirma que las operaciones, a veces en pésimas condiciones higiénicas, se practican en vacaciones, para poder reunir dinero y alimentar a la familia el resto del año, de ahí que abogue por buscar ingresos alternativos a las mujeres que llevan a cabo estas prácticas a través de oficios, desde la peluquería a la confección.

Según reconoce esta médica, con cuatro hijos, que más que feminista se considera una profesional de la salud comprometida, muchas mujeres practican la ablación porque se la hicieron a los 8 años y no la asocian a los problemas físicos que se derivan de ella.

Además suelen ser matronas y, como traen al mundo a los hijos de las demás, infunden pocas sospechas de que la práctica sea mala y peligrosa, "por lo que están difundiendo una tradición en forma viciada", aclara Olayinka Koso-Thomas. EFE

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