La salida para Cataluña: cambiar 'cartera' por bandera... independentista

  • A ver, señores Puigdemont y Junqueras, ¿cuánto cuesta que se olviden por un tiempo de la independencia? Y ya se sabe, que los políticos catalanes, en su mayoría, aman la cartera tanto o más que a la bandera.

    Una independencia metida con calzador ilegal, y que incluye una Justicia sectaria sin división de poderes y unos medios de comunicación maniatados es inadmisible. Todos los saben.

Puigdemont cree que Cataluña se situará "en el concierto de las naciones libres del mundo"
Puigdemont cree que Cataluña se situará "en el concierto de las naciones libres del mundo"
EUROPA PRESS
José Luis Roig

Lo de Rajoy y Puigdemont no es un duelo al sol, ni una partida de póker con muchos faroles. Aunque se intercambien y se repartan cartas, lo suyo es una partida de ajedrez político-legal en la que el gallego tiene mejores piezas y el catalán más peones mejor colocados. Y lo único que pretende el enroque de barretina fina del independentismo es forzar al rival –el Gobierno de España- a que cometa un grave error en sus actuaciones político-policiales, y así dejarle en evidencia ante la opinión pública mundial.

Cada parte juega a imponer su marco mental y su marco legal. Los ministros de Rajoy ya hablan de “golpe de Estado” por no respetar el Estado de derecho. Los de Puigdemont, de atentado a la democracia por no dejar que el pueblo catalán vote y exprese su opinión. En Madrid se quejan de que los políticos prosedición están forzando la situación porque están desesperados y el único objetivo es conseguir que el Gobierno de Rajoy cometa un gran error de cálculo, por ejemplo, la suspensión de la Autonomía, la retirada de urnas por parte de la Guardia Civil, etc., que provocaría un importante “choque de trenes”.

A Puigdemont no le ha gustado –le ha ofendido, dicen- la respuesta por carta de Rajoy a su primera carta. Lo mismo responden los miembros de la parte contratante de la otra parte contratada, es decir, fuentes cercanas al Gobierno traducen la invitación de Puigdemont de sentarse a hablar como un: “mira, Mariano, voy a violar a tu hermana, pero quiero sentarme contigo a negociar la forma en que tengo previsto hacerlo”.

El fin, por muy pomposo y hermoso que sea, no justifica los medios. Ni los medios pueden anticipar ni explicar el final de esta paranoia secesionista. ¿Dónde está la línea de meta de una carrera de disparates que pretende una desconexión por peteneras y una independencia metida con calzador ilegal, y que incluye una Justicia sectaria sin división de poderes y unos medios de comunicación maniatados por la omnipotente Generalitat de una futura republica catalana?

Suenan ya los compases del verano, y salta la noticia-rumor de que el Gobierno montará guardia en agosto para que no se les ocurra proclamar la independencia en plena canícula estival. Si no fuera tan grave, serviría para argumento de película de Berlanga. La partida continúa. Las partes esconden sus intenciones para no perder el factor sorpresa, eso dicen. Yo creo que las esconden porque no tienen nada claro qué deben y qué pueden hacer.

Vivimos una situación político-jurídica que no tiene solución. Sin embargo, el Gobierno de España está obligado a encontrar una salida al conflicto. Una salida que no pasa por ceder, pero sí por conceder. A ver, señores Puigdemont y Junqueras, ¿cuánto cuesta que se olviden por un tiempo de la independencia? Y ya se sabe, que los políticos catalanes, en su mayoría, aman la cartera tanto o más que a la bandera. ¿Cuántos millones de euros nos costará la NO independencia de Cataluña? Hagan sus apuestas.

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