Puigdemont y Sánchez, dos políticos que no se cansan de hacer el ridículo

  • Mientras Puigdemont intentaba pavonearse en el Hospital de Blanes fallecía una niña que esperaba la llegada de una ambulancia pediátrica.

    Los problemas de Cataluña no vienen de Madrid. La mayoría de ellos vienen de los políticos nacionalistas mediocres que gobiernan esa maravillosa tierra raptada por una pléyade de indocumentados e ineptos.

Puigdemont defiende su acto en Bruselas y PP y C's le recuerdan su soledad porque no hubo "ni una autoridad"
Puigdemont defiende su acto en Bruselas y PP y C's le recuerdan su soledad porque no hubo "ni una autoridad"
EUROPA PRESS
José Luis Roig / @joseluisroig
José Luis Roig / @joseluisroig

Una sabia frase de Tarradellas, catalán sensato que de vivir hoy necesitaría varias copas de Aromas de Montserrat al día para poder soportar lo que los mediocres políticos nacionalistas están perpetrando en Cataluña, me sirve de pórtico para hablar del terco patetismo de los malos gobernantes: “En política se puede hacer de todo, menos el ridículo”.

En cualquier punto del planeta y a cualquier hora del día se puede hacer el ridículo. Lo sabe todo el mundo pero quien lo sabe mejor porque acaba de experimentarlo de manera directa es Carles Puigdemont, que se fue a Bruselas, al meollo de la Unión Europea, para que todos supieran que a él nadie le hace caso ni en España ni fuera. Las trillizas del independentismo catalán: Junqueras, Romeva y Puigdemont se marcaron una conferencia a tres bandas en el Parlamento europeo para explicar de qué va el timo que quieren ejecutar con el referéndum y la secesión unilateral.

Esperaban ser recibidos por la flor y la nata de Bruselas, y no les recibió ni el aparca coches. Ni un solo alto cargo de la UE les quiso ver, y menos oír. Hay que ser mentecato para organizar un acto de propaganda con pasta pública y conseguir todo lo contrario de lo que pretendes.

El grotesco papel de los mediocres políticos catalanes quedó aún más en evidencia cuando, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, al día siguiente visitó el mismo escenario para hablar del sector cuchillero albaceteño, y fue recibido por varias autoridades de la UE, entre ellas la vicepresidenta del Parlamento, Evelyne Gebhardt, y el vicepresidente de la Comisión, Frans Timmermans.

Pero hay algo peor que hacer el ridículo en público, es cometer un grave error y que te pillen con los pantalones en las rodillas. Mientras Puigdemont intentaba pavonearse sin éxito en Bruselas, en el Hospital de Blanes fallecía una niña que esperaba la llegada de una ambulancia pediátrica. El presidente de Cataluña gastando dinero público y alardeando de quimeras, y en Cataluña muriéndose una menor de edad porque sólo hay dos ambulancias pediátricas para todo el territorio. Una muerte que en una sociedad democrática normalizada se pagaría con varias dimisiones, pero que aquí se intentará tapar como todas las corruptelas que se descubren.

Podrán contarnos la milonga que quieran, pero los problemas de Cataluña no vienen de Madrid. La mayoría de ellos vienen de los políticos nacionalistas mediocres que gobiernan esa maravillosa tierra que desde hace años está raptada por una pléyade (y no lo digo sólo por los de la CUP) de indocumentados e ineptos gobernantes que juegan con la vida y el futuro de sus conciudadanos para conseguir perpetuarse en el cargo, pero sin ofrecer soluciones a los múltiples y verdaderos problemas que tienen los catalanes.

Y mientras Puigdemont sigue empecinado en su huida hacia adelante en plan Thelma y Louise, otro político español está a punto de iniciar su huida hacia el pasado y marcarse un salto de lo más ridículo: Pedro Sánchez. El ex del PSOE quiere volver, volver, volver, a los brazos del poder y alcanzar hoy lo que ayer no supo obtener.

Hizo el ridículo más sensacional cuando era candidato socialista y ahora que es un cadáver político quiere seguir por la misma senda. Y para demostrarlo no se le ocurre otro destino mejor que Sevilla. Y allá que se va, a la tierra de la sultana Díaz, a explicar que no estaba muerto, que no, que estaba tomando cañas y corriendo por las mañanas para cargar las pilas.

Sánchez quiere que se vea y se note que aún es un hombre con muchos apoyos y con capacidad de liderazgo, esa que tanto necesita el PSOE. Para ello está dispuesto a ofrecer, como un buen vendedor de El Corteinglés, viajes a 39 € para quien quiera oírlo o verlo de cerca este fin de semana en la capital andaluza.

Todo el mundo sabe, menos Sánchez, que el PSOE nunca permitiría la vuelta real del ex secretario general, hoy aspirante a aspirante. El hombre que más dividió al PSOE, que lo destrozó por dentro y por fuera, y que lo dejó hecho unos zorros, no puede ni debe ser ahora el nuevo pacificador.

Ya sé que hay muchos más políticos que hacen el ridículo, pero hoy ya no da para más. De mis amigos de Podemos y de Donald Trump hablaremos en una próxima ocasión. Motivos no nos van a faltar.

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