Agatha Christie, la reina del veneno

  • A lo largo de su prolífica carrera literaria, Agatha Christie mató a cientos de personas, con balas, dagas o hachas, pero su arma por antonomasia era sin duda el veneno.

"No es posible envenenarlos cada vez, pero estoy más contenta cuando se da el caso", dijo, al parecer, un día la escritora, según su editorial HarperCollins.

Una predilección basada en sus conocimientos en la materia, explica la química Kathryn Harkup, autora de la obra "A is for arsenic: the poisons of Agatha Christie", presentada en el festival sobre la novelista celebrado en su ciudad natal, Torquay (sudoeste de Inglaterra), hasta este domingo.

Antes de lanzarse en la carrera de escritora, Agatha Christie trabajó como enfermera voluntaria durante la Primera Guerra Mundial.

Pronto se interesó por la farmacopea de entonces, compuesta por sustancias de nombres exóticos y efectos mortales a dosis elevadas.

Estricnina, morfina, cianuro, "resulta aterrador lo fácil que era procurarse estas sustancias. Bastaba con ir a la farmacia, y nadie hacía preguntas", recuerda Kathryn Harkup.

Desde su primer libro en 1920, "El misterio caso de Styles", Agatha Christie envenena. La víctima es la señora Inglethorp y la sustancia tóxica, la estricnina, usada a menudo como estimulante.

"Es una forma de morir muy desagradable: la estricnina paraliza los músculos", explica Ali Marshall, jardinera de Torre Abbey.

En el parque de esta vieja abadía de casi 900 años transformada en museo, Ali plantó en un pequeño jardín algunas de las plantas de las que se obtienen los venenos preferidos de la escritora. Algunas de ellas están prohibidas actualmente en Europa, como el árbol indio que da la famosa estricnina.

"La llaman la reina del crimen pero habría que llamarla la reina del veneno" porque la mayoría de sus víctimas sucumben por él, asegura Ali.

Uno de los venenos preferidos de la novelista es el cianuro, contenido en las almendras amargas. "Es un veneno muy, muy bueno, muy rápido y basta con una pequeñísima cantidad", detalla.

También existe la digitalina, que se extrae de la dedalera y se usaba como tratamiento para las enfermedades del corazón. "Muchos de sus personajes la toman, es suficiente con aumentar un poco la dosis sin que lo sepan".

Y por supuesto el arsénico, que servía para matar a las ratas, y a alguna que otra tía abuela gruñona o a un padre que no suelta dinero.

"Uno de mis preferidos es la ricina, extraída de las hojas del ricino. La muerte tarda días en llegar, dejando libertad para escapar a la otra punta del planeta", bromea Ali Marshall.

Agatha Christie, diplomada en farmacia en 1917, era meticulosa en la descripción de las dosis y de la acción de los venenos. Hasta tal punto que se la acusó de dar el breviario perfecto para los aprendices de envenenador.

Sin embargo se esmeró en evitar las descripciones de sus consecuencias más repulsivas, como los vómitos o la diarrea. En sus libros los personajes reciben una muerte dulce y limpia, incluso cuando le rompen el cráneo.

Es más, el veneno suele servirse en un plato apetecible poco después de que su descripción haga la boca agua al lector.

"Las víctimas son envenenadas con dulces, bocadillos, té. El champán también puede ser peligroso", comenta divertida Anne Martinetti, quien hizo un archivo con todas las recetas mortales de esta escritora con fama de golosa.

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